La historia no se repite, pero rima. La apócrifa frase, atribuida al escritor Mark Twain, encaja a la perfección en los mercados financieros. En la ya inmemorial saga de un alocado boom seguido de un más o menos doloroso pinchazo, la Inteligencia Artificial (IA) se ha erigido en protagonista. El sector y sus valoraciones avanzan en Wall Street como un caballo desbocado, lo que ha generado ya las primeras preocupaciones. Tanto es así, que ya han empezado a surgir los primeros paralelismos con el origen de la gran crisis financiera y el excepcional relato del mismo que se hace en el primero libro y después película La gran apuesta (The Big Short en inglés). El paralelismo más llamativo pasa por el banco alemán Deutsche Bank (DB).
Según ha adelantado esta semana el Financial Times, Deutsche Bank estaría explorando formas de cubrir su exposición a los centros de datos tras conceder miles de millones de dólares en deuda al sector para satisfacer la demanda de inteligencia artificial y computación en la nube. Los ejecutivos de la entidad estarían debatiendo formas de gestionar su exposición a esta industria en auge, ya que los denominados hiperescaladores (empresas que operan enormes centros de datos a hiperescala para ofrecer servicios de computación en la nube, almacenamiento y redes a nivel mundial) invierten cientos de miles de millones de dólares en la construcción de infraestructuras para sus necesidades de IA, que se financian cada vez más con deuda.
La entidad crediticia alemana estaría barajando opciones que incluyen la venta en corto de una cesta de acciones relacionadas con la IA, lo que ayudaría a mitigar el riesgo de caída al apostar contra las empresas del sector. También se estaría discutiendo la posibilidad de comprar protección contra el impago de parte de la deuda mediante derivados a través de una operación conocida como transferencia sintética de riesgo (SRT por sus siglas en inglés).
Este movimiento aparentemente contradictorio de Deutsche Bank descansa en los miedos que siempre provoca un crecimiento desmedido. La magnitud del gasto en infraestructura de IA ha suscitado la preocupación de que se esté formando una burbuja, proliferando también las comparaciones con el entusiasmo que precedió al estallido de la burbuja puntocom a comienzos de los 2000. Los escépticos han señalado que se han invertido miles de millones de dólares en un sector sin probar, cuyos activos se deprecian rápidamente debido a los rápidos cambios tecnológicos.
En esa mar de duda, Deutsche ha concedido préstamos principalmente a empresas que prestan servicios a hiperescaladores como Alphabet, Microsoft y Amazon. Aunque la deuda está garantizada por contratos a largo plazo que prometen rendimientos estables, transmiten al FT dos personas familiarizadas con el banco, en la entidad no las tendrían todas consigo. En los últimos meses, Deutsche ha proporcionado financiación mediante deuda al grupo sueco EcoDataCenter y a la empresa canadiense 5C, que juntas han recaudado más de 1.000 millones de dólares para impulsar su expansión.
El trasfondo de esta llamativa apuesta bajista lleva irremediablemente al libro escrito por el periodista Michael Lewis y del que se sigue hablando más de una década después. En La gran apuesta, Lewis relata cómo un puñado de extemporáneos inversores -el más conocido, y posteriormente al libro, es Michael Burry– supieron anticiparse al estallido del mercado hipotecario en EEUU en 2007, haciendo pingües ganancias mientras el resto del mundo ‘ardía en llamas’.
El peso del libro y luego de la película lo lleva Burry (magistralmente interpretado por el actor Christian Bale) en calidad de pionero en esta particular apuesta. Contra viento y marea (los inversores de su fondo querían lincharlo), Burry estuvo años pagando primas (seguros) y viendo menguar sus posiciones hasta que la ‘gran apuesta’ bajista dio sus frutos. Este le granjeó una fama y una impronta en los mercados que ha llegado a la actualidad.
De hecho, estos días su nombre ha vuelto a estar en el candelero después de que reapareciera en redes sociales casi dos años después para hacer una críptica advertencia sobre burbujas que todo el mundo ha asociado a la IA. También ha trascendido un documento en el que se refleja una clara apuesta bajista del fondo de Burry (scion) contra Nvidia y Palantir, dos acciones epítome del auge actual de la IA.
Sin embargo, la trama de La gran apuesta tenía un personaje algo más ‘oscuro’. Se trata de alguien a quien los protagonistas denominan el «tipo del Deutsche Bank». Un operador de bonos llamado Greg Lippmann que en la película interpreta Ryan Gosling bajo el nombre de Jared Vennett. Lippmann desempeñó un papel fundamental en la creación del enorme mercado de permutas de incumplimiento crediticio (CDS), una especie de seguro contra los impagos que cobraron fama tras el estallido en Europa de la crisis, y que permitió a los inversores apostar contra el mercado inmobiliario antes de la implosión.
En la película, son varias las escenas en las que Gosling insiste a inversores desconfiados (uno de ellos interpretado por Steve Carrell como trasunto de Mark Bauman) para que compren estas pólizas. Ante el azoramiento de sus potenciales clientes, Gosling argumenta que se trata de «dinero tonto». Finalmente, estos inversores acceden a contratar CDS contra CDO (Collateralized Debt Obligations, un producto financiero que agrupa muchos bonos o préstamos) respaldados por unas hipotecas subprime (concedidas alegremente a gente con baja calificación crediticia, es decir, con pocos visos de poderla pagar).
La estructura SRT que, según informa el FT, está estudiando Deutsche Bank se parece mucho a estos CDO, señalan los siempre escépticos analistas de ZeroHedge, portal especializado en Wall Street. A fin de cuentas es un conjunto diversificado de préstamos (en este caso, préstamos para financiar gastos de capital en IA, en lugar de préstamos para la compra de viviendas) que se agregan y luego se dividen (tranches) de una manera ‘matemática’ capaz de sortear (eso fue lo que pasó antes de 2007) a las agencias de calificación y obtener buenas calificaciones crediticias. Un andamiaje que no acabó bien hace década y media.
Expertos consultados por el diario británico alertan de que cubrir la exposición al sector podría resultar difícil para Deutsche, ya que apostar contra una cesta de acciones relacionadas con la IA en un mercado en auge resultará caro. Mientras tanto, las transacciones SRT requieren un conjunto diversificado de préstamos para obtener una calificación, y es probable que los inversores exijan primas más altas para asegurarse contra los impagos.
Cerrando el círculo de la historia y sus paralelismo, los analistas del banco alemán afirmaron a finales de septiembre que las preocupaciones eran exageradas, tras utilizar la IA para analizar cuántas menciones a una burbuja en la misma había en las publicaciones en inglés desde principios de año. Llegaron a la siguiente conclusión: «Una burbuja de la IA ya ha estallado: la burbuja de decir que hay una burbuja».
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