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“El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (Ipcco) consigue medir el efecto de un vehículo de São Paulo, pero no incluye el efecto de los misiles lanzados sobre Ucrania y Gaza. ¿Será que un misil no tiene ningún efecto sobre el clima?”. Ailton Krenak –pensador, artista y uno de los mayores portavoces naturales de los pueblos indígenas de Brasil– habla con una voz envolvente. Formula críticas contundentes con suavidad. “La COP30 está siendo vaciada por las potencias que están haciendo la guerra. Quien manda en el mundo es quien tiene armas. La guerra mueve la economía”, asegura en un hotel de São Paulo próximo a la exposición dedicada a su producción artística e intelectual en el Itaú Cultural.

Krenak, como se le conoce cariñosamente en Brasil, se muestra pesimista con la COP30 que se celebra en Belém entre el 10 y el 21 de noviembre, por primera vez en el bioma amazónico. No irá en señal de protesta. No quiere que se asocie su nombre a la COP. Se muestra especialmente crítico con la explotación petrolera que el gobierno brasileño acaba de autorizar cerca de la desembocadura del río Amazonas: “Después de que retires millones de barriles de petróleo en la desembocadura del Amazonas, no hay posible transición energética, será un desastre”, asegura con firmeza, responsabilizando directamente a Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil.

La autoridad moral de Ailton Krenak (Itabirinha de Mantena, 72 años) es fruto de una acumulación de prestigios. Si él no hubiera dado un discurso performático en el congreso brasileño el 4 de septiembre de 1987, mientras se pintaba la cara con el fruto del jenipapo en señal de luto, los derechos indígenas no estarían protegidos por la Constitución brasileña de 1988. Los diputados y senadores, hipnotizados por su traje blanco y su cara negra, prestaron atención. Los medios de comunicación le dedicaron sus portadas. Y la enmienda al proyecto de Constitución elaborada por la União dos Povos Indígenas (UNI), organización que ayudó a fundar, fue aceptada. La voz de Krenak no resonaría tanto si algunos de sus libros, Ideas para postergar el fin del mundo (2021) y Futuro ancestral (2025), no fueran best sellers.

Ahora, el pensador indígena más influyente de Brasil, denuncia la mercantilización de la conferencia del clima de la ONU. “La COP30 fue secuestrada por una perspectiva económica. El clima pasó a ser un mercado. La COP dejó de lado la ecología y adoptó la perspectiva de servicios ambientales”, afirma Krenak. En su opinión, urge crear un nuevo tratado entre los humanos y lo que fue denominado naturaleza: “El ambientalismo se desgastó tanto porque insistió en colocar a los humanos en el centro y al resto, en el entorno”, matiza. Sugiere que, en lugar de celebrarse conferencias del clima, debería convocarse “un gran encuentro para discutir la ecología del planeta y la crisis de relación de los humanos con otros organismos no humanos”.

El artista indígena, Ailton Krenak en el Amazonas brasileño, el 15 de octubre.Cortesía

Ailton Krenak, cuya etnia es originaria del sudeste de Brasil, se muestra extremamente preocupado por la devastación de la Amazonia: “Es parte de un organismo muy sensible. Si sufre un daño irreparable y llega al punto de no retorno, las consecuencias serán globales. Las lluvias y los fenómenos reguladores del clima del planeta se verán alterados”. Krenak también demanda el fin de la explotación de combustibles fósiles. “No acabamos de entender que necesitamos una transición para la forma de producir de todo el planeta”, asevera.

En su opinión, explotar petróleo en la desembocadura del río Amazonas sería desastroso: “Significa hacer una transición después, destrozando el planeta ahora. Nos llevaría directamente a una distopía, a un desastre monumental sin retorno”. Krenak responsabiliza directamente al presidente Lula, quien, considera, ha presionado al Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) para acelerar las licencias ambientales del proyecto de extracción petrolífera: “Vivimos en un régimen presidencialista. Quien toma las decisiones es el presidente”, puntualiza.

Soluciones urgentes

Krenak es un superviviente. Su pueblo, uno de los más perseguidos a lo largo de la historia. Tras una sucesión de masacres y persecuciones, acabaron asentados en el valle del río Doce, en el estado de Minas Gerais. La llegada de la empresa minera Companhia Vale do Rio Doce en 1942 –actual Vale, el mayor productor de hierro del mundo–, contaminó el río y acabó de devastar una región ya castigada por la ganadería. En 1969, la dictadura militar construyó en sus tierras el Reformatório Krenak, un campo de concentración para indígenas de todo Brasil. Su familia huyó al Estado de Paraná, más al sur. Los Krenak, con su tierra ocupada y expoliada, estuvieron a punto de desaparecer.

Cuando su población estaba recuperándose hasta los 434 individuos en 2014, llegaron las tragedias de la rotura de las presas de Mariana (2015) y Brumadinho (2019). Toneladas de material tóxico arrasaron el río Doce que, en palabras de Ailton Krenak, se quedó en coma.

Tras residir durante décadas en grandes ciudades como São Paulo o Belo Horizonte, donde trabajó dedicado al movimiento indígena, Ailton vive de nuevo en la aldea Krenak, cerca del municipio de Resplendor. Al lado de su Watu, de su río, con un pie en la tierra. Cuando Krenak aborda la crisis planetaria, tensa ligeramente el ritmo del habla: “El 70% de la cobertura natural del suelo del planeta ya está drogada, envenenada. Para producir, tienes que inyectar veneno. Lo que hace germinar a la semilla no es más pulsión de vida, sino veneno, igual que una persona que se droga para andar”, afirma.

Krenak argumenta que la lógica mercantil de las ciudades está contaminando todo: “Existe una tendencia colonialista de la ciudad. Es como si (la ciudad) intentara resolver los problemas de un lugar que en realidad tiene otras demandas y no quiere que el mercado se infiltre en la vida cotidiana de sus comunidades. La ciudad envenena las relaciones”.

Aliton Krenak en una imagen de archivo.Cortesía

Como antídoto a la ciudadanía, que según él tiene carga colonial, Krenak propone el concepto de florestanía. “La floresta era considerado un no lugar. Necesitabas derribar la floresta, abrir un claro, producir ciudad, una villa para poder tener ciudadanía”, asegura el pensador. Por ello, sugiere un intercambio benéfico entre la floresta y la ciudad: “Quien vive en la floresta [en la selva], reclama un tipo de ciudadanía que es la florestania. Quien vive en la ciudad, ya exhausto, reclama una floresta. Entonces, tenemos algo en común».

El libro Futuro Ancestral arranca con una imagen que visibiliza el tiempo circular compartido por buena parte de las culturas indígenas. Un grupo de niños de la etnia Yudjá rema en una canoa en el río Xingu, afluente del Amazonas. “Nuestros padres dicen que ya estamos llegando cerca de como era antiguamente”, dice el más mayor. En las páginas, el escritor sostiene que la cultura occidental se ha especializado en la proyección de futuros improbables.

Krenak considera el futuro un verdadero fraude del hombre blanco: “Solo existe el presente. Si no somos capaces de dar una respuesta al ahora, vamos a recibir después algo a lo que llamaremos futuro con los defectos de lo que no fuimos capaces de arreglar y cuidar”, argumenta enfatizando cada palabra. Ni siquiera considera útil la idea de utopía. “Crean utopías porque no tienen el coraje de enfrentar el ahora. Si hicieran un esfuerzo, producirían respuestas para el ahora. Traer esa visión posible para el ahora significaría renunciar a la máquina de reproducción del capitalismo”, sentencia.

Y apuesta por cuidar y cultivar el presente. Contra viento, crisis y marea, mantiene un atisbo de esperanza. Si en su performance constituyente de 1987 Krenak confiaba en la posibilidad de construir una sociedad que respeta a los más débiles, en su discurso de posesión de la silla número 5 de la Academia Brasileña de las Letras de 2024, destacó la importancia de la resiliencia, de devolver al mundo cura y amabilidad y de ayudar a reconstituir el tejido comunitario.

Para postergar el fin del mundo, pide soluciones concretas y urgentes. “Si no hacemos cambios profundos en el modo de producción y de reproducción de la vida en el planeta, nos vamos todos al carajo. El ser humano está a la cabeza en la lista de especies en peligro de extinción. Centrémonos en lo práctico. Los ríos se están secando, los desiertos crecen y los glaciares se derriten. O somos un organismo vivo en un planeta vivo. o somos un enfermo en un planeta enfermo”.