Saitama es siempre el último telón. Cuando el ciclismo ya ha bajado revoluciones, cuando los grandes focos apuntan hacia la pretemporada y los equipos ya piensan en altitudes, concentraciones y nuevos calendarios, llega Japón para recordarle al pelotón que también existe el aplauso lento, la foto sin prisa y el gesto agradecido. Y lo hace, como cada año, en un escenario que para el deporte español tiene una carga emocional difícil de igualar: el Saitama Arena, el mismo pabellón en el que España conquistó el Mundial de baloncesto de 2006.
Este será la undécima edición del Critérium de Saitama, organizado brillantemente por ASO, el mismo sello que firma el Tour de Francia. Un evento que nació en 2013, que tuvo su pausa obligada por la pandemia y que ahora, en 2025, regresa ya como una tradición asentada. No se trata de una carrera con tensión clasificatoria. Aquí el dorsal es casi un pretexto: importa la cercanía, la sonrisa, el homenaje a la temporada que termina. Importa que el aficionado japonés -siempre respetuoso, paciente y apasionado- pueda ver a sus ídolos circular a pocos centímetros, sentir la velocidad y guardar una firma o una foto como si fuera un tesoro.
El circuito urbano rodeará el monumental pabellón, 3,5 kilómetros a los que los ciclistas darán 17 vueltas el domingo (15:00 hora local, 07:00 en España). Esta vez la historia que busca escribirse es otra. Jonas Vingegaard, doble ganador del Tour y reciente vencedor de LaVuelta, llega como gran figura mediática. Su nombre no figura aún en el palmarés, algo que podría cambiar este fin de semana. Japón le adora. La gente espera horas en la puerta del hotel solo para verle pasar, para pedirle que estampe una firma o simplemente sonreírle. Aquí la distancia entre deportista y público es mínima, pero la educación lo gobierna todo: nadie empuja, nadie invade, nadie grita sin medida. Se observa y se agradece.
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El ciclismo español tendrá presencia joven: Adrià Pericas y Héctor Álvarez, dos nombres que simbolizan el relevo, las ilusiones y la nueva temporada que ya se asoma. Llegan con la frescura de quien aún mira todo con los ojos muy abiertos. Y al mismo tiempo conviven con las anécdotas del viaje: en el Hotel Brillante Musashino avisan en recepción que si alguien pierde la llave de la habitación deberá pagar unos 500 euros. Japón y su seguridad extrema: todo tiene explicación, todo está justificado, todo se cuida. El viernes, ambos disfrutaron de una visita a la cercana Tokio con compañeros.
Una cita muy especial
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El fin de semana estará lleno de actividades, sesiones con aficionados, exhibiciones y actos públicos. Pero el corazón de Saitama late el domingo. Allí no veremos ataques desesperados ni estrategias al límite. Veremos gestos, guiños, relevos compartidos, sprints con sonrisa. Vingegaard saludando. Arashiro levantando la grada como héroe local. Un público entregado que entiende que este deporte también sabe celebrar y despedirse.
Saitama cierra la temporada sin clausurarla. Baja el pulso, pero no apaga el fuego. Es el último brindis antes del invierno. La fotografía que queda enmarcada cuando ya no hay puertos ni adoquines, solo una ciudad japonesa que aplaude despacio y dice: gracias, otra vez.