«Ingrid es muy importante para mí. Tan importante como el oncólogo que me trata». Lo dice Mireia Roura, de 55 años. Ingrid Ramo es su psicóloga. La vida de Mireia cambió por completo en 2021, cuando le detectaron un tumor en el pecho. «Me hicieron radio y me operaron. Empecé con la terapia hormonal. Pero lo que vino después fue peor que aquel diagnóstico», explica a este diario.
Dos años después, Mireia ingresó en el Hospital General de Catalunya, en Sant Cugat del Vallès, con un tumor «muy grande» en el abdomen, independiente del cáncer de mama que había sufrido antes. «La situación era bastante crítica: en cuestión de pocos días, me dijeron que me estaba muriendo. Pero, contra todo pronóstico, salí adelante», relata emocionada.
«En 2021 me detectaron un tumor en el pecho. Pero lo que vino después fue peor que aquel diagnóstico»
Durante este tiempo ha estado sometida a «diversos tratamientos» con «muchos altibajos». Pero justo cuando parecía que el segundo tumor estaba controlado, ha tenido una recidiva del del pecho. «Tengo dos cánceres dentro de mí y vuelvo a estar en radioterapia», se lamenta.
Equipos de atención psicosocial
Mireia relata, sin rodeos, su situación para explicar que, sin Ingrid, ella no estaría donde está ahora. Ingrid, psicóloga especialista en cuidados paliativos y psicooncología, forma parte del Equipo de Atención Psicosocial (EAPS Cuides UIC Barcelona), que está vinculado al Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación La Caixa. Este equipo, a su vez, está integrado en la Clínica Cuides UIC Barcelona, ubicada en la segunda planta del Hospital General de Catalunya.
La Clínica Cuides UIC Barcelona es una iniciativa de la Universitat Internacional de Catalunya (UIC), creada con la intención de ofrecer una asistencia integral y de calidad a personas con enfermedades avanzadas, tanto oncológicas como no oncológicas.
«Ahora sé vivir con el miedo. Soy capaz de dejarlo de lado y disfrutar de mi día a día. Sé decirme: ‘Espera, a mí nadie me ha dicho que he de morir mañana'»
«Ingrid me ha ayudado a estar lúcida. Ante un diagnóstico tan duro, necesitas ayuda psicológica. Alguien que ayude a afrontar el día a día. Me ha ayudado a pensar de otra manera», relata Mireia. Junto a ella, la psicóloga sonríe. «A ordenar mi cabeza, a pensar mejor. Así puedo relativizar un poco y tener mejor calidad de vida».
«Puedo disfrutar un poco de lo que me gusta»
¿En qué ha mejorado la vida de Mireia gracias a la terapia psicológica? «Ahora sé vivir con el miedo. Soy capaz de dejarlo de lado y disfrutar de mi día a día. Sé decirme: ‘Espera, a mí nadie me ha dicho que he de morir mañana'», responde Mireia.
Pese a su enfermedad, es capaz de disfrutar de los buenos momentos con la familia y los amigos. «A mí me gusta comer, reír. Soy muy gastronómica. Y esta química que llevo dentro no me deja disfrutar como querría, pero gracias a Ingrid no me cierro en banda y puedo disfrutar un poco de todo eso que me gusta», afirma.

Mireia Roura, paciente oncológica, junto a su psicóloga, Ingrid Ramos. / JORDI OTIX
«También debemos dar espacio a las emociones menos agradables. El paciente debe darse el permiso de no estar bien»
«El trabajo que hago es intentar recuperar las herramientas que tiene la persona. Fortalecer sus propios recursos», explica por su parte Ingrid. Según ella, Mireia es una persona «con recursos de afrontamiento» y «muy resiliente», pero que en los momentos duros, como le ocurre a todo el mundo, se siente «muy poca cosa, vulnerable». «También debemos dar espacio a las emociones menos agradables. El paciente debe darse el permiso de no estar bien», añade.
«Antes vivía acelerada»
El trabajo de Ingrid, reconoce esta, «no es fácil» ni para ella misma. «Nos remueve como persona y los profesionales tenemos que trabajar en nuestro autocuidado», dice. «Para mí —interviene Mireia— ella es una persona muy importante en mi vida. La necesito a mi lado. Porque todo esto a veces es para volverse loca».
«Tengo más complicidad con mi entorno»
Y, a pesar de todo, esta paciente ha extraído «cosas buenas» de su enfermedad. «Mira, cuando no estamos enfermos, el día a día es muy frenético y dejamos muchas cosas atrás de las que no nos damos cuenta. Todo esto me ha hecho parar y valorar cosas buenas que tengo a mi lado. Mi círculo familiar y de amigos es más estrecho y más fuerte», asegura Mireia, que tiene un marido y una hija, a quienes Ingrid también trata psicológicamente. «Complicidad» es la palabra que emplea para definir lo que más ha ganado en su entorno a raíz de su enfermedad.
«No soy la de antes, ni lo seré jamás», proclama. Antes, dice Mireia, iba «demasiado acelerada» y vivía «demasiado pendiente del trabajo». Un empleo que no le gustaba y que la estaba «absorbiendo», reconoce. «La persona que yo era de fondo se había desdibujado. Ahora la verdad es que me gusto». Es lo que se denomina «capacidad de resiliencia», interviene Ingrid. «A esto le llamamos crecimiento postraumático». interviene Ingrid. Consiste en, tras una vivencia traumática, «desarrollar la capacidad de superar las dificultades y salir fortalecida, con nuevos aprendizajes y valores». Pone un ejemplo esta psicóloga: «Mireia ha querido hacer esta entrevista con el propósito de poder ayudar a otras personas con su testimonio».
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