En el debate empresarial contemporáneo suele hablarse de modelos productivos, de rentabilidad, de teletrabajo o de conciliación laboral. Sin embargo, pocas veces se aborda con la misma claridad la figura del directivo, el responsable último de que una organización … funcione cuando la presión se intensifica y los imprevistos emergen. La relación entre los altos cargos y la dirección no siempre se basa únicamente en objetivos y resultados numéricos, sino también en una algo intangible pero determinante: la implicación real. Sobre este asunto se ha pronunciado recientemente el empresario José Elías, que ha compartido en la plataforma X su visión sobre lo que considera esencial en el liderazgo corporativo y en la toma de decisiones.

Sus palabras han generado debate, tanto por el fondo como por la forma. El mensaje no se centra en cuestionar las medidas de conciliación ni las nuevas dinámicas laborales, sino en destacar un rasgo que, según él, se ha vuelto más difícil de encontrar: la disposición firme del directivo a asumir responsabilidades en situaciones que requieren atención inmediata.

Para él, la dirección es un ejercicio de confianza mutua, incluso fuera de los horarios tradicionales. En este contexto, afirma que «cuando llamo a mis directivos un sábado a las 11 de la noche, me cogen el teléfono a la primera». Según explica, esa respuesta no se basa en la obligación, sino en un tipo de compromiso que define el estilo de gestión que él considera adecuado para puestos de alta responsabilidad. «Siempre busco directivos que atiendan mis llamadas a las 11 de la noche si es que es una situación urgente, pero que no vengan un lunes si tienen que acompañar a su pareja a una ecografía», señala. Con ello, el millonario expone que la flexibilidadno debe interpretarse únicamente como un beneficio para el trabajador, sino como una vía de reciprocidad entre ambas partes.

Equilibrio entre implicación y autonomía

El empresario gestiona un conglomerado empresarial con una extensa plantilla. «Tengo 45.000 empleados entre todas mis empresas. Con los que de verdad interactúo… 20», afirma. Sobre este reducido grupo, que ocupa los puestos clave en la estructura directiva, insiste en que no controla aspectos cotidianos de su jornada. «A esos, nunca les pregunto si teletrabajan, ni si se van al pádel un martes a las 4 de la tarde, ni si tienen que faltar un lunes para ir a una ecografía. ¿Políticamente incorrecto? Puede. Pero cuando llamo a las 11 de la noche contestan a la primera, y eso es responsabilidad».

El argumento se sostiene en la idea de que, quien toma decisiones estratégicas, debe hacerlo con independencia, siempre que responda en situaciones críticas. El millonario recalca que no se trata de exigir presencia constante, sino de asegurar una implicación total cuando la situación lo requiere. «¿Qué quiero como directivo? Quiero un tío como yo, que no venga un lunes si tiene una ecografía pero que monte una reunión un miércoles a las 8 de la tarde si hace falta», ha explicado, subrayando que el criterio que prioriza es la capacidad de adecuarse al contexto, no la rigidez.

Sin embargo, asegura que ese perfil de liderazgo es cada vez más difícil de encontrar. «La famosa campana de Gauss se ha estrechado, antes veía un 20% con verdadera capacidad de asumir el marrón. Hoy diría que es un 5%», confiesa en al publicación. Esa reducción, según sostiene, implica la necesidad de una búsqueda más precisa y un proceso de evaluación más profundo. No se trata únicamente de formación académica o experiencia laboral, sino de una actitud específica ante la responsabilidad. Para él, la clave es encontrar a quienes estén dispuestos a actuar con criterio propio bajo presión y a asumir tanto los resultados positivos como las consecuencias de sus decisiones.

En este sentido, el millonario también pone de manifiesto la importancia de la confianza delegada. «Ese nivel de involucración es lo que necesito. Poder dejar mis compañías en manos de alguien que las mire como si fueran suyas», afirma. La idea no se refiere a una apropiación simbólica de los recursos de la empresa, sino a una gestión que mantenga el mismo nivel de atención y previsión que tendría el propietario.

La controversia surge porque este enfoque se sitúa fuera de los discursos habituales, especialmente en un contexto en el que la conciliación laboral, los horarios racionales y el teletrabajo son cuestiones centrales en la organización actual del trabajo. El millonario es consciente de este contraste y, lejos de matizarlo, lo asume: «Esto es políticamente incorrecto y es lo que pienso».

La discusión que plantean sus declaraciones no gira únicamente en torno a horarios o disponibilidad, sino a la cuestión de qué significa realmente liderar una organización. Para él, la respuesta se encuentra en la combinación de autonomía personal y responsabilidad compartida. Un equilibrio que, según afirma, se ha vuelto más difícil de alcanzar en los últimos años.