Caminaba César Cadaval por la Feria de Abril de Sevilla de este año. Iba de una caseta a otra, y en el trayecto, escuchó una voz masculina que lo llamaba en voz alta:
-¡San César, San César! ¡Disculpa!.
El agradecimiento iba tirado ya con arte en la primera y la tercera palabra, no fuera a ser que la mitad de Los Morancos no se fuese a parar.
La ingeniosísima frase para abordarle con éxito partió de una de las 350 personas que han logrado suspender sus deudas gracias a la aplicación de la Ley de la Segunda Oportunidad a través del despacho ‘Libres de Deuda’.
[Una cosa que hace dos años pusieron en marcha los dos hermanos Cadaval sin tener por qué, y de esto va este reportaje]
Por supuesto, lo anterior César no lo sabía cuando decidió aminorar el paso y pararse. Lo hizo, en parte, en reconocimiento sincero a la perspicacia del hombre para llamarlo. También, para enterarse del motivo por el que lo había canonizado sin ser antes beato.
«Me contó que había estado 15 años endeudado. Debía 800.000 euros. No veas el abrazo que me dio, porque ya era libre«, ilustra el humorista sevillano a EL ESPAÑOL.
-Seguramente estaría en la Feria después de muchos años de no poder ir.
-Seguramente.
‘Libres de Deuda’ es un despacho especializado que Los Morancos pusieron en marcha en verano de 2023. Facilita a quien lo necesite y cumpla los requisitos que exige la normativa poder acogerse a la Ley de la Segunda Oportunidad y volver a empezar de nuevo. Entrar en la rueda.
Los Morancos se ponen serios. Mucho. Sin retóricas. Sobre todo, cuando detallan a EL ESPAÑOL cómo se les ocurrió embarcarse en este proyecto que ha logrado cancelar ya más de 21 millones de euros en deudas y ayudado a salir de un pozo sin fondo a tres centenares de personas.
«Un amigo de Barcelona nos contó hace tiempo que la aplicación de una directiva europea le había devuelto la vida. Que había logrado que le cancelaran la deuda. No nos lo creíamos. ¿Eso cómo va a ser?«, cuentan los hermanos Cadaval.

Tras enterarse bien de cómo funcionaba el proceso, llamaron a Juan Manuel Jiménez López de Lemos, amigo de la infancia y abogado especializado en Derecho Administrativo Concursal.
Los tres se convirtieron en responsables de este despacho jurídico, con sede en Sevilla, con el que han contactado más de 10.000 personas y tienen unos 650 clientes de toda España.
Una de ellos es Mónica Aris. ¿Su error? El mismo que casi todos: firmar como avalista de un préstamo que pidió su ahora exmarido allá por 2012.

Mónica Aris, durante su charla con este periódico.
Salvador Medina
«Se endeudó porque quiso montar una empresa de fabricación de pasta. Le fue mal. Y luego me dejó, incluida toda la deuda», resume.
Vivir para pagar
Madre de dos hijos, la mujer trabajaba por las mañanas como cocinera y por las tardes llevaba la cafetería de un polideportivo municipal en Tomares (Sevilla). «Me iba de mi casa a las 7 de la mañana y llegaba a las 12 de la noche. Vivía para pagar. Y mis dos hijos estudiaban y trabajaban, también aportando».
Unas obras en el polideportivo abocaron al cierre la cafetería durante varios meses. Llegó el momento en el que no pudo pagar la hipoteca: con extraordinaria generosidad, su exmarido también se la dejó a ella.
«Me embargaron. Entré en depresión y estuve en tratamiento. Tuve un shock emocional intensísimo. Me hablaban y no sabía lo que me decían. Salía andando y se me olvidaba el lugar al que me dirigía. Llegué a trabajar por 3 euros la hora, de lo que fuera, para pagar y pagar».
Como no podía afrontar lo que debía, el banco sacó su casa a subasta, la compró otra entidad y éste se la vendió a un fondo de inversión. Para entonces, la deuda total de Mónica ascendía a más de 130.000 euros.

César, Mónica y Jorge, este jueves, posando para EL ESPAÑOL.
Salvador Medina
«No me moví de la casa porque pude demostrar que me encontraba en una situación de vulnerabilidad real». Hace tres años y con ayuda de sus hijos logró recomprarla.
Hace dos cometió un segundo error. Aunque ella no lo entiende así «porque todo lo que hice lo hice con la buena voluntad de tratar de librar a mis hijos de cualquier carga».
Se enteró de la existencia de la Ley de Segunda Oportunidad, porque fue al juzgado y se lo explicaron. «Como mi exmarido era el tomador de la deuda y yo la avalista subsidiaria, se lo conté».
Lo que hizo su ex fue acogerse a la Ley y exonerar a su pareja actual -y no a ella- de la deuda. La sagacidad del hombre le dio hasta para haber puesto a su nueva pareja también como avalista para seguir endeudándose… y tampoco pagar.
En febrero de este año, en Facebook, y de madrugada, a Mónica le saltó un vídeo de Los Morancos, en El Hormiguero, explicando qué era ‘Libres de Deuda’. Accedió al enlace e introdujo sus datos.
Lo primero que preguntó cuando la contactaron era si ella, después de la jugada maestra de su ex con su nueva pareja, se podía acoger también a esa ley.
A mediados de octubre de este año, a Mónica le telefonearon para notificarle que el juzgado había cancelado sus deudas. «Ya puedo volver a empezar», dice con una sonrisa.
Un tonto con boli
Juan Manuel Jiménez López de Lemos, el abogado, explica que «un avalista no es más que un tonto con un boli». Una persona física que pone su firma y sin saberlo, con ella hace cargo y responde con sus bienes de toda la deuda de otra persona, ya sea física o jurídica.
Hijos de padres, padres de hijos. Familiares, amigos, cónyuges. Una tragedia para un firmante que «no es consciente» de las consecuencias que acarrea su rúbrica.
Jorge Cadaval interviene para subrayar «la importancia del deudor de buena fe«. Porque no todo el mundo puede acogerse a la Ley de Segunda Oportunidad.
De existir deudas con Hacienda o la Seguridad Social, éstas no pueden exceder de los 10.000 euros; tampoco se pueden tener condenas por delitos socioeconómicos en tres años… «Hay que acreditar, en definitiva, que no hay un endeudamiento irresponsable«.
Matiza Jiménez López de Lemos «que esa deuda, además, debe ser imposible de pagar. ¿Cómo va a pagarla una familia con tres hijos y con 1.300 o 1.400 euros de nómina y un alquiler o hipoteca de 800? Es imposible. No la pueden pagar en la vida». Tampoco es válido tratar de acogerse cuando, por ejemplo, se tiene una segunda vivienda.
Jota (nombre ficticio) debía 370.000 euros. «A bancos, a créditos personales. Estaba en el Asnef…» Desde hace poco más de mes y medio «solo me queda la deuda de la Seguridad Social y Hacienda, que las tengo fraccionadas».
Acumuló esos 370.000 euros a lo largo de 20 años. Eternos. Cuanto más pagaba, más debía.
El sinvivir
Mientras debía, Mónica padeció llamadas de teléfono durante años, a todas horas, y cartas reclamándole la deuda. «De malos modos, amenazando. No vivía». Exactamente como le pasó a Jota. Otro avalista con boli.
«Me llamaban hasta de madrugada», precisa. Un bucle sin fin que le costó hace 5 años la salud, tanto física como mental. «Yo me quería morir. Perdí dos casas. Mi deuda empezó por 140.000 euros y mis casas costaban 400.000″.
Trabajador de la hostelería, recuerda cuando «todo lo que ganaba era para pagar. No tenía para leche o pañales de mis hijos. Es que yo estuve pidiendo en la Iglesia«, recuerda.
La angustia nocturna y el insomnio se aprecia en la web del despacho: hay un pico de correos de contacto solicitando información, a través del formulario. La mayoría llegan de noche.

de izquierda a derecha, Jorge Cadaval, el abogado, Juan Manuel Jiménez, César Cadaval y Mónica Aris.
Salvador Medina
«Es enorme ese pico. La gente no duerme. No puede dormir. También les pasa a los que ya son clientes, porque tienen un acceso con clave donde pueden ver cómo va su caso», abunda Juan Manuel, el abogado.
También éstos entran de madrugada continuamente. «A las 2, a las 3 de la mañana. Lo usan como si fuera el Facebook. Cuando lo detectamos, los llamamos para informarles de cómo va el tema y procuramos agilizarlo».
El letrado subraya que el grueso de los clientes son, en su mayoría, casos de deudas financieras, aunque hay excepciones.
Pregunta.- ¿Cómo se llega a este punto?
Respuesta.- En España los bancos han concedido muchos créditos a gente que no podía pagarlos. En países como Polonia hay leyes que lo impiden. Se llama Ley del Crédito Irresponsable.
Cuando comenzó a funcionar el despacho, César y Jorge lo contaron en el programa de Pablo Motos. Aquello fue un boom. Y por eso dejan claro que no todo el mundo que requiere información es susceptible de acogerse.
En Libres de Deuda se hacen dos cribas, para beneficiar a gente que «debe más de 10.000 euros. Y que nos llegan cuando ya no tiene nada». ¿El resultado? El cien por cien de los casos que presentan los ganan.
El equipo lo componen cinco personas, entre jurídicos y administrativos. Por eso, y por razones obvias, el cliente paga honorarios, «pero partamos de la base de que hay una tarifa fija que se puede pagar hasta en 36 meses a razón de una tarifa mensual de 125 euros, IVA incluido«, explica el letrado.
¿Deudores que pagan?. Por supuesto. «Imagínate que en el momento en el que se presentan los papeles en el juzgado se paralizan los pagos, aunque las llamadas reclamando las deudas no cesen. Y en ese tiempo que transcurre se recuperan un poco económicamente. Pagar luego 125 euros… es que nos lo dicen, que lo pagan con gusto».
La tarifa del despacho se empieza a abonar «una vez que se cancela la deuda». Justo cuando se notifica que el juzgado la ha cancelado, se le envía la información a los acreedores y por arte de magia acaba el acoso telefónico.
Los únicos que no ganan son… Los Morancos. Económicamente no les reporta nada. Emocionalmente, todo. «Y no son la imagen del despacho. Son dueños», matiza Juan Manuel Jiménez López de Lemos.

Mónica, con Los Morancos, posando en el balcón del despacho, en Sevilla.
Salvador Medina
«Lo hicimos porque vimos que era algo bueno que devolverle a la gente tras nuestros 45 años de carrera profesional», explica Jorge Cadaval. Tanto él como su hermano, cuando su agenda se lo permite, telefonean a los clientes para informarles de que su deuda ha sido cancelada.
«El otro día llamé a una señora para decirle que ya no tenía que pagar 80.000 euros», ejemplifica.
-Hola, soy Jorge Cadaval. Le llamo para decirle que su deuda ha sido cancelada.
[Que llame por teléfono uno de Los Morancos, a media mañana, para decirle a alguien que le han perdonado una deuda de cinco o más cifras que arrastra desde hace años tiene que ser increíble]
-No es que te hablen: literalmente se ponen a llorar. Los llamamos y no se lo creen. Cuando colgamos, llaman inmediatamente a la oficina para ver si es verdad.
«Mira [se levanta la manga para enseñar los vellos de punta del brazo]. Esto es una satisfacción. Porque ayudas a quien realmente lo necesita».
A Jorge también lo paran para agradecerle por la calle. «Es que se nota hasta en la forma de tocar. Estamos acostumbrados a que nos paren por ser famosos. Pues cuando te para uno de ellos, se nota el agradecimiento de verdad».
Los dos hermanos son conscientes de que gracias a ellos, sean o no clientes de Libres de Deuda, mucha gente en España está conociendo qué es la Ley de Segunda Oportunidad gracias a la labor de difusión que han hecho sobre el tema.
Juan Manuel, de hecho, cuenta que saben que «otros despachos que se ocupan de lo mismo tienen puesto como palabras clave en sus web ‘Los Morancos’«. Para que Google los indexe y que la gente que teclee esas palabras mágicas los encuentre.
Algo que, dicho sea de paso, a los Cadaval no les importa. «Lo que importa es que el mayor número de gente sepa que hay una salida y de qué va esto».