Los derviches giróvagos deleitan cada día con su hipnotizante ceremonia de baile místico a miles de turistas que se dan cita en Estambul. Provistos de enormes faldas blancas, los ‘mevleví’, acompañados por flautas, laúdes y tambores, alcanzan el éxtasis haciendo ver a su grabada … audiencia que no están ante una danza religiosa sino frente a una exótica atracción turística. Los derviches («visitadores de puertas», del persa) giran y giran y nunca se marean porque logran inclinar la cabeza 25 grados alineando los tres canales del oído.

Manuel de la Rocha, a la sazón jefe de la Oficina Económica de La Moncloa, ha hecho un remolino con sus faldones para meter a Turkish Airlines en el accionariado de Air Europa, inclinando su cabeza hacia uno y otro lado para evitar el vahído que puede ocasionar servir al mismo tiempo al amo Sánchez, a los Hidalgo y al presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que es el dueño de la aerolínea aérea que se hace con el 26% de la española por 300 millones de euros.

De la Rocha, se lo ha guisado y se lo ha comido con padre e hijo de la saga de aviones para alcanzar un equilibrio inestable a medio plazo por el choque con el otro socio, IAG –matriz británica de la española Iberia–, y diseñado para pasar bajo el radar de las autoridades europeas de Competencia. ¡Menudo es este Gobierno de progreso, que lo mismo bloquea a los húngaros de Ganz Mavag que querían entrar en el negocio de los trenes de Talgo que ahora les abre las puertas al, como todo el mundo sabe, muy tolerante ejecutivo turco y su fondo estatal TWF!

Nuestro «visitador de puertas» ha danzado entre unas y otras partes para sofocar un fuego que amenazaba con alcanzar la cabina de control, como era la imposible situación financiera de Air Europa, con la Globalia de los Hidalgo en riesgo de colapsar. Un cable pelado y suelto más que peligroso para el Gobierno en unos momentos en los que la UCO –Unidad Central Operativa de la Guardia Civil– sigue investigando las posibles relaciones de la mujer del presidente Sánchez, Begoña Gómez, con la compañía aeronáutica española y su supuesta implicación con un rescate pagado con dinero publico que, además, ahora quedaría saldado.

Tres vueltas más, un redoble de tambor, y el relato está hecho ante los atónitos ojos de la seducida opinión pública y los mercados. Es un ‘win-win’ de esos que dicen los cursis: gana el Gobierno de Erdogán, que pone un pie en las rutas de radio largo con América Latina; gana el Gobierno de Sánchez, que fortalece un puente con Asia y Oriente Medio ampliando su relación con Erdogan, aliado del presidente de EE.UU., Donald Trump; gana la familia Hidalgo, que recibe dinero contante y sonante en su maltrechas finanzas; gana el Estado –a través de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que presume de haber recuperado los cuartos del polémico rescate (rescate, sí; no solo préstamo) y, sobre todo, ganan los que advertían de que mientras diluvia sobre el futuro de un Ejecutivo abandonado por sus socios no es buen negocio mantener en el alambre una compañía sobre la eje están depositados muchos intereses de La Moncloa.

De la Rocha se ha calado el ‘sikke’ (sombrero típico de los gerviches de pelo de camello) y gira que te gira le ha puesto un trozo de cinta aislante a uno de los muchos hilos que amenazan con electrocutar al habitante de La Moncloa, para desesperación de los británicos de IAG, a los que no les queda más que aguantar para no ver diluida su participación en su turbulento viaje con los Hidalgo para repartirse los puertos de Suramérica.

De hecho, desde IAG ya han manifestado que acudirán a la ampliación de capital de Air Europa con el objetivo de mantener su 20% que adquirió como participación en Globalia. El resto de la tarta de la aerolínea española estará repartida entre el referido 26% de Turkish Airlines y el 54% que queda en manos de la familia Hidalgo, a través de la propia Globalia.

Y es que saben que tras la aprobación de la participación de Turkish Airlines en Air Europa por parte de los entes reguladores europeos y españoles –todavía pendiente, pero que se considera poco más que un trámite legal–, esta operación supone valorar en 1.175 millones de euros a la aerolínea propiedad de Juan José Hidalgo y ‘dirigida’ por su hijo, Javier. Una vez que se de este visto bueno, Air Europa realizará una operación de ampliación de capital social, momento en que esos 300 millones ya pagados se convertirán en la aportación de Turkish Airlines al mismo.

La buena noticia para Air Europa es que el dinero ya está como préstamo, de modo que no depende del canje para desplegar su plan inmediato de flota y red. Mientras, los equipos jurídicos preparan respuestas a potenciales requerimientos, simulaciones de mercado y, si hace falta, compromisos (capacidad, slots, acuerdos transparentes) que despejen dudas del regulador.

La SEPI, pues, recuperados los 475 millones que prestó a Air Europa, se apresura a repetir los coros y danzas progubernamentales para que los espectadores se fijaran en el dedo y no en la Luna, que ya está llena a reventar.

Eso sí, mientras la operación coge velocidad de crucero y se estabiliza su consejo de administración, De la Rocha, quien lo mismo despide al presidente de Telefónica –me refiero al despido exprés de José María Álvarez-Pallete el pasado mes de enero– desde su sofá monclovita que mete a los Hidalgo en la cocina de las operaciones estratégicas, va a tener que dar alguna vuelta más para convencernos de la buena gestión de la SEPI en su principal participada, Telefónica –en la que el Estado cuenta con un 10% del capital–, donde solo esta semana acumula una pérdida latente de 200 millones de euros tras presentar su esperado plan estratégico. Lo de hipnotizar a los buenos de los saudíes de STC, que ya venían torcidos tras el verano, también le va a costar algo más que su pasión turca.