Que el Casademont Zaragoza femenino es ya más un fenómeno social que un equipo es un hecho. Que su crecimiento y explosión están dejando muchas consecuencias positivas alrededor de él, también. Aunque hay algunas que sí son más evidentes (como la extraordinaria asistencia día tras día al Príncipe Felipe) y otras que no se ven tan a simple vista, pero que son incluso más importantes para el deporte base y, por tanto, para el futuro del deporte aragonés.

Porque siempre han jugado muchas niñas a baloncesto en la comunidad, pero cada vez son más. Para poner esta tendencia en perspectiva, en la temporada 2019-2020, la anterior a la creación de la sección femenina del Casademont Zaragoza, la Federación Aragonesa de Baloncesto contaba con 6.463 licencias. Cinco años después, en la pasada campaña (24-25) ese número se incrementó hasta las 7.393 licencias. Es decir, en un margen de un lustro, y coincidiendo con la aparición y evolución del Casademont, son prácticamente 1.000 niñas más las que practican baloncesto en Aragón. Seguro que hay más factores que explican ese crecimiento, pero es innegable que Mariona Ortiz, Helena Oma y compañía han tenido mucho que ver.

Muchas jóvenes ahora sueñan con ser como ellas y quién sabe sí quizá algún día poder pasar de la grada del Príncipe Felipe a la pista. Aunque ese es un largo camino que solo un grupo muy reducido podrá recorrer. Son cientos las niñas que, además, están en la Fundación Basket Zaragoza 2002 (alrededor de mil niños, de ambos sexos), pero en la propia cantera del club, el embudo se estrecha.

Actualmente, el Casademont cuenta con solo cuatro equipos inferiores (un infantil de primer año, un infantil de segundo, un cadete y el júnior) y el total de las jugadoras no llega a 50. No es nada fácil llegar ahí y, aunque las jugadoras se siguen divirtiendo como si jugaran con sus amigas en el patio del colegio, la exigencia es mucho mayor, tanto la que les piden sus formadores como la que se ponen ellas mismas.

«Ten en cuenta que en la pista de al lado ven día a día a uno de los mejores equipos de Europa», subraya Carlos Iglesias, coordinador de la cantera femenina. «Tenerlas tan cerca supone una referencia extraordinaria para ellas», añade.

Iglesias subraya «el aliciente» que es para las jóvenes lo que se está viviendo en Zaragoza en los últimos años. «Ya no es lo mucho que ganan, sino cómo lo hacen. Es imposible no sentirse identificado con ellas. El impacto es tremendo», refleja. Si el Casademont ha conseguido instalarse en la élite, la cantera quiere hacerlo también. Porque que las de Cantero tengan un nivel tan alto, curiosamente también tiene una repercusión menos positiva.

Llegar al primer equipo no va a ser nada fácil para ninguna de las chicas que ahora mismo están en los equipos inferiores. «La brecha entre ellas y nosotras se ha ido haciendo cada vez más grande y nosotros tenemos que trabajar para intentar estrecharla», analiza el coordinador. Eso «es imposible hacerlo en dos días», pero se están dando pasos. «Cada vez estamos más profesionalizados y contamos con más recursos para los entrenamientos, tanto para mejorar las facetas técnicas como las físicas», detalla Iglesias.

El júnior

Las chicas que más cerca están, por edad, del primer equipo, son las del júnior. Su entrenadora, la andaluza Marta Martínez, también es consciente de esa diferencia de nivel. «Somos coherentes, hay cosas que no se les puede pedir, pero hacemos muchas cosas parecidas a ellas», asegura. Y es que las canteranas están obligadas a ver todos los partidos de las de Cantero. «Además analizamos ciertas situaciones de sus partidos y los asemejamos a los nuestros. Tratamos de implantar su mismo estilo de juego», dice Martínez.

Para acercarse a ellas, la entrenadora del júnior subraya el «alto nivel de exigencia» que intentan mantener. «Puede ser que algún día necesiten a alguna chica para entrenar y tienen que estar preparadas», afirma. Donde sí que es obligatorio igualarlas, indica Martínez, es en «la rasmia y la entrega». Cada chica, dentro de su rol, se fija más en una jugadora o en otra del primer equipo. Se ven reflejadas y nosotros lo que hacemos es darles todas las herramientas posibles y darles todas las facilidades para que algún día puedan a llegar a ser profesionales. Y si puede ser en el Casademont, que es lo que todas quieren, mucho mejor».