Todo empezó como una inquietud que nació de la impotencia de ver cómo muchos de sus grupos indies favoritos no venían a tocar a Zaragoza, buena parte de ellos porque nadie los contrataba: «Se lo comenté a Sergio Vinadé como lamento y me lanzó el reto, habla con ellos y si te dicen que sí los programamos aquí en Las Armas». El que habla es Jaime Vilanueva, creador, sostenedor y todas las tareas que pasen por su cabeza de Zaragoza Feliz Feliz. Era el año 2014. La semana que viene, el 14 y 15 de noviembre, la décimo segunda edición del Festival Zaragoza Feliz Feliz, autogestionado, sin ayudas de ningún tipo y sin ningun gran soporte detrás, va a llenar dos días seguidos la sala Oasis con una capacidad para 800 personas y La lata de bombillas. Otro dato, los abonos para la cita se agotaron en una hora.

¿Cómo se consigue este milagro? Jaime Vilanueva es médico rural, «cuando los grupos se enteran, alucinan. Pero esto lo hago de manera totalmente amateur. A veces cuando salgo de las guardias nocturnas me pongo a escribir mails o a mirar cosas», dice con alegría porque deja claro que para él no es un trabajo: «Lo hago porque me encanta hacerlo, el día que me cueste esfuerzo no lo haré, es lo que pasa un poco con todos los proyectos que se hacen por amor al arte, ¿no?».

«No queremos ganar dinero»

«Nacimos como un fanzine blog para un poco remover conciencias y ser prescriptores de la música que nos gustaba con nuestras selecciones», cuenta Vilanueva, Jau para los que lo conocen. Poco a poco tejieron las alianzas correctas en el sector y eso les llevó a crear este microfestival que tiene clara su filosofía: «No queremos ganar dinero», dice con rotundidad. De hecho, en esta paradoja del siglo XXI, han llegado a cerrar con números rojos alguna edición haciendo ‘sold out’. «A mí me gusta mucho conocer grupos, hablar con ellos y, sobre todo, cuidamos la experiencia de las bandas que vienen y al público». Unos espectadores, por cierto, entre los que hay «mucha gente joven, de veinte años, que ha encontrado un lugar donde les programan lo que les gusta».

Zaragoza Feliz Feliz (cuyo nombre sale en homenaje a la canción de El niño gusano, ‘Ahora feliz, feliz’) huye de los macrofestivales, «solo pervierten el lugar donde están, disparan los cachés y algunos no sabes ni siquiera qué identidad tienen, solo la de ganar dinero, muchas veces con las barras», razona Vilanueva, que va más allá: «Lo que pagan ellos es inalcanzable para el resto y el problema es que esa cifra ya que se queda en el imaginario de los grupos asociada a la ciudad».

Una imagen de la edición del año pasado en Las Armas.

Una imagen de la edición del año pasado en Las Armas. / JAIME ORIZ

Para este microfestival (una tendencia que cada vez va a más en España por lo que se está tejiendo una alianza entre todos ellos), es clave la complicidad de las bandas: «No podemos asumir muchos de los cachés que se están pagando, es una realidad, porque sería un suicidio para nosotros. Hablamos con ellos, les contamos nuestra propuesta y muchos rebajan su caché hasta a la mitad porque tienen ganas de tocar aquí. Se lo agradecemos mucho». De hecho, bandas como Las Petunias y Amor líquido acaban de alabar recientemente su paso por el festival zaragozano.

Olfato para descubrir talentos

Otra de las claves es el olfato que tiene Zaragoza Feliz Feliz para descubrir talentos. A Carolina Durante lo firmaron por un precio bastante bajo, «justo antes de ‘Cayetano’». Casi lo mismo pasó con Alcalá Norte, a los que contrataron para su festival cuando tenían apenas dos canciones, antes incluso de ‘La vida cañón’: «Ellos mantuvieron su compromiso pero por enfermedad del cantante no pudieron tocar… Y luego ya los contrató el Vive Latino y ya no podían tocar durante todo el año siguiente aquí», dice Vilanueva, que aprovecha para lamentarse de las cláusulas que imponen las grandes citas: «Vetan a las bandas durante todo el año en la comunidad y eso contribuye a disparar los precios de todo», dice antes de lanzar un dardo más: «Su grupo de las cinco de la tarde es nuestro cabeza de cartel, ya me dirás si tiene sentido esa cláusula o no».

Por cierto, aunque casi es lo de menos a estas alturas (ya que el sello ya asegura calidad), el cartel de este año está conformado por Hinds, Mujeres, Las Dianas, Yawners, Las Petunias, Sal del coche, Azuleja, Patronato, EZEZEZ, Alavedra, Exrubias, Pareo, Gúdar y Pequeño Mal. Los abonos están agotados, aunque todavía quedan algunas entradas (pocas eso sí) para cada uno de los dos días de la sala Oasis.

Un cartel en el que destaca también la paridad, «es algo que nos sale solo -razona Jaime Vilanueva-, no lo forzamos, muchos de los grupos que nos gustan están formados por mujeres así que no ha habido que obligarse a nada», concluye.