En su etapa de juvenil iba para figura con presencia, clase y, sobre todo, mucho carácter sobre los campos de fútbol, donde lució sus cualidades como extremo, interior y, ocasionalmente, como delantero centro. Vitalista, cercano y siempre con una sonrisa,  su intensa vida laboral en un surtidor de gasolina en el barrio de San Antonio le granjeó muchas amistades, a las que añadió las incontables que le dejó su etapa de futbolista y entrenador de fútbol base.

Juan Carlos Abril Alonso (Palencia, 18-11-1960) nació en la calle General Amor de la capital, en las inmediaciones de las iglesias de San Miguel y Nuestra Señora de la Calle. Allí residió junto a sus padre Carlos, que fue camarero y regentó luego los bares Abril y Stop, y su madre Anita. En el colegio Jorge Manrique, muy cercano a su domicilio, hizo sus primeros amigos y compartió juegos. «Estudié allí hasta los 14 años y al terminar las clases y hacer los deberes, cogíamos el bocadillo y nos íbamos a jugar al fútbol a una zona con árboles que había en un lateral de la iglesia de San Miguel. Cuando hacía mejor temperatura y los días eran más largos jugábamos a la malla, al escondite, la rodaja o el aro, que era lo típico de la época. Los recuerdos que mantengo son muy gratos ya que hice muchos amigos en una infancia realmente muy feliz.  Entre nosotros no había diferencias en torno a una vida colegial y de barrio disfrutando de juegos de todo tipo en buena compañía. Luego, con mi familia, nos trasladamos a la zona de la Fábrica de Armas durante año y medio y después al barrio de San Antonio, en el que he residido toda mi vida», relata.

Su siguiente etapa  estudiantil le llegó  en el Bachillerato en el Instituto Alonso Berruguete. «Acabé el ciclo de BUP de tres cursos y, la verdad, es que no me gustaba mucho. Dejé de estudiar y decidí irme voluntario al servicio militar en Aviación, con destino en la base área de Villanubla (Valladolid)», señala.

«Era irascible, pero se quedaba todo en el campo de fútbol» – Foto: Sara MuniosgurenEntre tanto, el fútbol tenía un hueco importante en su vida y, desde los once años, inició un largo periplo por diversos equipos empezando desde la base. «Mi primer entrenador en alevines con 11 años fue Cantera -que jugó de delantero centro a buen nivel en el Palencia CF- en el equipo Autoescuela Volante que él creó. Allí estuve un año y luego mi padre  formó otro equipo a través del bar que tenía y jugué una temporada. La verdad es que nos goleaban e íbamos los últimos en la clasificación, pero fue una etapa muy bonita porque éramos un grupo de 17 chavales que no faltábamos a entrenar nunca en una era del polígono», explica.

Como ya despuntaba, le llamaron del Palencia CF en el marco de una pruebas que realizaba el equipo más representativo de la ciudad.  «Podían acudir 200 chavales de la ciudad, pero, sin necesidad de hacer la prueba, una decena de jugadores entramos directamente en el equipo infantil. Lo entrenaba Baranda y fue una etapa muy buena, quedando campeones. Con mis compañeros Chuchi, Pirri y Sambade pasamos al primer equipo juvenil de los dos que había. Tuve de entrenadores a Santiago Villahoz, Mariano San Martín y el dúo que formaban los hermanos Celso y Carlos Mellado. Sin despreciar a ninguno de los demás, estos dos últimos fueron de lo mejor que tuve en el fútbol. En las fases de ascenso a la Liga Nacional no conseguimos subir ante equipos muy potentes como la Ponferradina, el Cristo Rey de Valladolid, San Lorenzo de Zamora o el Forterra de Salamanca. En este club jugaba Ito, un extremo que despuntó en el Palencia CF como sub-20 en Segunda A y luego en el Real Madrid y Betis en Primera División. También jugué tres años el campeonato de Castilla León con la selección de Palencia», indica.

Del ciclo con el equipo morado guarda con cierto remordimiento y amargura que pudo debutar en Segunda A en el Palencia CF con la normativa que obligaba a los clubes a alinear de salida a dos jugadores menores de 20 años. «Me citaron en el club el entrenador, Paco Gento, y el gerente, Baquero, para decirme que iba a tener minutos contra Las Palmas. Unos días antes, por los enredos que tiene la vida, tras quedar campeones de aficionados con el  Palencia Promesas, teníamos que disputar una eliminatoria de copa regional contra La Bañeza. Me hicieron una entrada por detrás, solté la pierna tras recibir una patada fuerte y fui expulsado con roja directa. La consecuencia es que con esa sanción no pude jugar con el primer equipo en Las Palmas», lamenta.

«Era irascible, pero se quedaba todo en el campo de fútbol»Después de esa primera etapa pasó al Cristo Olímpico de la categoría de aficionados, cuya militancia le coincidió con el servicio militar. «Fue complicado tener oportunidades porque no entrenaba mucho y tampoco podía venir todos los días desde Valladolid, siendo difícil jugar un domingo sí y dos no. Eso me condicionó y, entonces, pedí la carta libertad y empecé en el futbol sala con 20 años. En distintos ciclos, estuve con amigos en el torneo del Patronato y acudí con la selección palentina a un campeonato regional hasta que me retiré con 46 años», detalla.

Como el gusanillo del fútbol once a Juan Carlos Abril le picaba mucho en sus años jóvenes, no tardó en regresar a los terrenos de juego otras cuatro temporadas en el CD Villada de aficionados. «Me lo propuso un amigo con el que jugaba la partida en un bar y le dije que me lo iba a pensar. Al día siguiente, me trajo unas botas que me habían comprado y no me pude negar. Estaba jugando allí Rafael Núñez, que se ordenó sacerdote militando en el Palencia CF. Fui muy feliz y en una temporada metí 24 goles y ascendimos a Regional Preferente. Todo el mundo de Villada me paraba y  me invitaba a comer y a tomar algo con ellos. Tuve que dejar el fútbol porque había domingos que, después de tener que jugar partidos en pueblos alejados de Castilla y León, llegabas a casa pasada la medianoche y había que levantarse a las 5,30 de la mañana para irme a trabajar», tal y como rememora.

Entre medias, tras una corta etapa de camarero en el bar Zaguán de la ciudad, ya había empezado su largo periplo laboral con 21 años en la gasolinera del barrio de San Antonio. Poco tiempo después se casó con María Pilar Frontela, «una persona maravillosa», apunta, con la que tuvo tres hijos: Patricia, Daniel y María. De la mayor tiene dos nietos, Martín y Pelayo, «que son guapísimos», apunta orgulloso. 

POCO TIEMPO EN FAMILIA. Junto al deporte en alguna etapa y el trabajo que desempeñaba en el surtidor de gasolina, apenas tuvo tiempo para estar con los suyos. «Era muy esclavo trabajar durante toda la semana y descansar solo los sábados y un domingo de cada cuatro. Una de las cosas de las que más me arrepiento es la de no haber podido contar con mucho más espacio para estar con mi mujer e hijos», asevera.

Juan Carlos Abril se caracterizó siempre por un fuerte carácter dentro del terreno de juego y, pese a su tensa relación con los árbitros y determinados rivales, guarda un buen trato con la mayor parte de ellos. «Era bastante irascible, explotaba, pero luego no era nadie. Siempre he pensado que lo que pasaba en el campo se quedaba allí y nunca tuve una bronca una vez que terminaban los partidos», asegura.

En cuanto al trabajo de 43 años en la gasolinera de San Antonio, sostiene que guarda buenos momentos en el trato directo con el público, aderezado con alguna anécdota. «La clientela prácticamente era la misma siempre y yo he tratado a mucha gente como si fueran amigos y así lo sentía. Con los más de 80 compañeros que he tenido no hubo ningún problema serio nunca y, en general, nos hemos llevado muy bien. Como anécdota, recuerdo que un día, tras bajar las persianas a las once de la noche, nada más darme la vuelta me llevé un susto increíble. Allí estaba un hombre solo frente a mí. Me quedé paralizado y cortado pensando que venía a robar o hacerme daño y, de repente, se metió la mano al bolso y sacó un bote con repelente para mosquitos. Luego supe que era alguien que no estaba en sus cabales», narra.

Tras destacar en el fútbol once y el fútbol-sala, ya con 52 años tuvo una pequeña incursión como entrenador cuando en su barrio, Elías, que presidía el CD San Antonio, le pidió ayuda para entrenar a alevines. «No le podía dejar en la estacada y llevé al equipo de segundo año. Estuve cuatro temporadas muy a gusto y lo pasaba mal cuando no podía convocar a algunos jugadores al ser muchos en plantilla. Otro ciclo muy bonito fue en Grijota llevando dos años al equipo alevín en fútbol 7», detalla.

OCIO OCUPADO. Después de 43 años de vida laboral intensa a Juan Carlos Abril le llegó hace un año la jubilación, que le costó asumir inicialmente y en la que trata de mantener un buen tono físico.  «Lo pasé mal una temporadilla, pero me agarré a algo que siempre hice como es el deporte. Ando hora y media todos los días y en unas máquinas que hay en el parque de mi barrio hago flexiones y bicicleta estática. Como sano, he bajado ocho kilos desde que dejé de trabajo y físicamente me encuentro mejor que nunca», expone.

Como la vida da segundas oportunidades, su pasión ahora son sus dos nietos, Martín y Pelayo. «Ahora se dice que los abuelos han pasado a ser padres pero con mas tiempo. Así lo hago con mis nietos, que residen fuera y llegan el fin de semana, y estar con ellos para mi es la mayor debilidad del mundo», arguye. Además, almuerza y toma algo si surge con los amigos y ve mucho deporte. «El fútbol me tira menos que antes, sigo el baloncesto y el balonmano y, sobre todo, me atraen las competiciones de atletismo», concluye.