Durante meses, el mercado se ha comportado como si no existiera la gravedad. Las acciones volaron impulsadas por un entusiasmo que parecía no tener fin y la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el nuevo oro del siglo XXI. Sin embargo, en los últimos días la euforia ha dejado paso a las dudas. Los grandes ejecutivos de Wall Street, que habitualmente celebran la expansión de los múltiplos, ahora hablan de la necesidad de un enfriamiento.
Los grandes bancos de inversión dicen que las valoraciones han ido demasiado lejos y que un reajuste sería lo mejor para mantener los cimientos firmes antes de que la euforia termine por quebrarlos. Goldman Sachs y Morgan Stanley coinciden en esa idea. Ambos bancos estiman que los principales índices podrían caer entre un 10% y un 20% en el próximo año sin que eso suponga una crisis, sino una vuelta a niveles más sostenibles.
Capital Group lo expresa de otra manera. No ve un desplome inminente, pero admite que el margen de crecimiento es tan estrecho que apenas hay espacio para nuevas sorpresas. Otro analista como Ed Yardeni, conocido por su optimismo casi crónico y sus intervenciones en CNBC, ha advertido que el S&P 500 podría retroceder cerca de 5% antes de que acabe el año.
El mercado empieza a moverse en esa dirección. El S&P 500 ha caído cerca de un 3% desde su máximo de 6.920 puntos. El Nasdaq, que llegó a los 24.019 puntos, se sitúa ahora en torno a un 1% por debajo de esos niveles. En ambos casos son cifras moderadas, nada de pánico, pero ¿podrían simbolizar un cambio de ánimo? Después de un año de subidas casi verticales, los inversores parecen dispuestos a escuchar las advertencias.
¿Nvidia sobrevalorada?
En el centro de esta historia aparece Nvidia. La empresa es el rostro del auge de la IA y su cotización refleja el entusiasmo colectivo por esta tendencia. Después de alcanzar los 212 dólares por acción, en apenas unas sesiones ha caído más de un 11%, lo que equivale a una pérdida de capitalización de más de 400.000 millones de dólares, según datos de Dow Jones Market Data. Es una cifra que, por sí sola, iguala la suma de las 44 compañías más pequeñas del S&P 500.
La presión sobre Nvidia coincide con una serie de advertencias desde los despachos de las grandes gestoras. En ellas se repite la idea de que el crecimiento de las ganancias ya no acompaña el ritmo de las cotizaciones. El múltiplo del S&P 500 se sitúa en 23 veces sus beneficios previstos, por encima del promedio de los últimos cinco años. Esta diferencia, que antes se veía como un premio por el liderazgo tecnológico, ahora se interpreta como un exceso que puede volverse en contra si la confianza se resquebraja.
En el caso de Nvidia, su ratio precio-beneficio (PER) actual ronda los 58 veces beneficios, según datos de MarketScreener, frente a una media histórica de unas 53 veces en la última década. Aunque elevada, esta cifra ya ha sido más alta: durante 2020 y 2021 el PER de la compañía superó las 80-90 veces, reflejando un entusiasmo aún mayor por sus perspectivas de crecimiento. En comparación, el resto del sector de semiconductores cotiza en torno a 36 veces beneficios.
Estas cifras muestran que, si bien el entusiasmo actual por la IA mantiene a Nvidia en múltiplos exigentes, no son los más extremos de su historia reciente. La diferencia es que ahora la compañía parte de una base de beneficios mucho más alta y tiene por delante un entorno más competitivo y regulatorio.
Mientras tanto, aparecen los primeros movimientos que transforman la teoría en hechos. Michael Burry, el gestor conocido por anticipar y ganar 700 millones con la crisis hipotecaria de 2008, ha tomado posiciones bajistas a través de opciones de venta contra Nvidia y Palantir por valor de más de 1.000 millones de dólares, según Quiver Quantitative.
A la corrección bursátil se suma un elemento nuevo que altera el equilibrio del sector. Google ha presentado su chip Ironwood, una unidad de procesamiento tensorial de séptima generación diseñada para tareas de IA a gran escala. Los analistas la describen como la alternativa más sólida al dominio de Nvidia y estiman que su división de chips podría alcanzar un valor de hasta 900.000 millones de dólares si se escindiera de Alphabet.
La noticia ha llegado en pleno descenso de Nvidia y ha sido interpretada como una señal de que la competencia tecnológica se acelera. En este sentido, las grandes tecnológicas se preparan para una fase en la que la innovación pesará más que las promesas.
Al mismo tiempo, los estrategas de Goldman Sachs insisten en que una corrección moderada podría fortalecer el ciclo. Argumentan que el mercado necesita liberar presión antes de que los excesos de liquidez y las expectativas desmesuradas terminen provocando un ajuste más doloroso.
Morgan Stanley comparte ese diagnóstico y advierte que los inversores deben acostumbrarse a un entorno menos complaciente. En su opinión, el mejor escenario sería un descenso controlado que devuelva a los precios su relación habitual con los beneficios empresariales. Por ahora, las caídas son contenidas y el ajuste avanza con calma.