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Ignacio López-Goñi, microbiólogo: «Por tomar probióticos no vas a vivir más ni vas a ser más feliz»

  • 10/11/2025

El de la microbiota es uno de los temas más candentes en microbiología y en medicina, con un futuro apasionante relacionado con la medicina de precisión. También ha dado pie a multitud de libros superventas y no pocas exageraciones. Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, acaba de publicar ‘Microbiota y salud mental’ (La Esfera de los Libros), libro en el que explica en clave divulgativa cómo los millones de microbios del intestino influyen en el cerebro. Autor del blog Microbioblog.es, López-Goñi defiende que «la ciencia que no se cuenta no cuenta», y es un experto en ‘metabolizar’ hasta la investigación más sesuda en conocimiento asequible. No esperen consejos clínicos ni una sucesión de pautas nutricionales: López-Goñi no es médico ni nutricionista, sino microbiólogo, y ante la sobreexcitación en torno a la microbiota aporta cautela y rigor. «Estamos en la edad de piedra de todo este tema, no en la edad de oro –matiza–. Aunque el número de publicaciones cada vez es mayor y la microbiota se relaciona cada vez con más enfermedades, también con las mentales e incluso con el cáncer, estamos en los primeros pasos», subraya.

–¿Por qué se ha tardado tanto en saber que los microbios del intestino son tan numerosos e importantes? ¿Cuál es el avance científico que ha permitido este conocimiento en los últimos años?

–Que hay microbios ahí que afectan a la salud lo sabemos desde hace más de cien años. Pero, efectivamente, en los últimos años lo que han cambiado son las tecnologías. Antes los microbiólogos cultivábamos las bacterias en el laboratorio, en placas de Petri, y veíamos las que nos crecían ahí. Con las nuevas técnicas de metagenómica, en las que puedes extraer todo el ADN y secuenciarlo, hemos descubierto, por decirlo de alguna manera, la «materia oscura» del mundo microbiano, la cantidad de microorganismos que no sabíamos que estaban ahí. Para muchos de ellos no tenemos la tecnología para cultivarlos y aislarlos en el laboratorio, pero al menos sabemos que están ahí. ¿Cómo? Con una frase como «en un lugar de la Mancha» podemos adivinar el autor y el título del libro, no necesitamos leerlo. Pues los microorganismos tienen una especie de firmas genéticas por las que ya sabemos quién está ahí. Esas nuevas tecnologías de metagenómica nos han permitido descubrir todo el microbioma.

–Para que haya una relación entre microbiota y salud mental se supone que tiene que haber una conexión intestino-cerebro. Antes se creía que el cerebro estaba totalmente aislado de los microbios por la barrera hematoencefálica. ¿Esta barrera no es tan impermeable como se creía antes?

–Por una parte, con la edad esa barrera se nos puede ir debilitando, por eso algunas enfermedades mentales ocurren más, como el alzhéimer o incluso el párkinson. Pero, además, estamos viendo que muchos microbios intestinales pueden activar toda una ruta de inflamación crónica, persistente, continua y generalizada, que afecta a la permeabilidad no solo del epitelio intestinal, sino también de la barrera hematoencefálica. Eso puede favorecer que haya sustancias tóxicas que acaben pasando, desde productos del metabolismo de los microorganismos e incluso algunos microorganismos. Por ejemplo, en el cerebro de personas con alzhéimer se ha detectado ADN de algunas bacterias, como puede ser porphyromonas, que es un patógeno de la boca, o algunos virus, como el herpes.

–¿Se conoce cuál es la vía de comunicación entre el intestino y el cerebro? ¿El nervio vago?

–Efectivamente, hay una vía de comunicación bidireccional que conecta directamente el cerebro con el intestino. No podemos seccionar el nervio vago de una persona para ver qué pasa, porque el nervio vago es todo menos vago [risas], controla muchas cosas. Y luego hay muchos productos del metabolismo de las bacterias intestinales que pueden acabar afectando al cerebro: neurotransmisores como la serotonina –el 90% de la cual se produce a nivel intestinal– y también la dopamina. Existen evidencias de que la microbiota intestinal está relacionada con el metabolismo del triptófano. Del triptófano se genera la serotonina, y de la serotonina se genera la melatonina. Estas hormonas pueden tener su efecto en funciones cerebrales. También se producen ácidos grasos de cadena corta, que sabemos que estabilizan la barrera intestinal y la barrera hematoencefálica, y que en general tienen que ver con la buena salud. También se induce en la microbiota, a través del sistema inmune, el control de la inflamación. Y muchas enfermedades, también mentales, tienen que ver con la inflamación.

–La inflamación también está de moda, igual que la microbiota.

–Con la edad nos oxidamos y nos inflamamos. La inflamación en sí misma no es mala. Cuando tenemos una herida se inflama, y eso quiere decir que van ahí todas nuestras células del sistema inmune, y nuestros anticuerpos, y controlan esa infección. Pero, si esa activación es constante y crónica, se pueden dañar algunas funciones. Por eso hay muchas enfermedades relacionadas con el proceso inflamatorio. Y la microbiota tiene que ver con esto. El problema es que no sabemos si es causa o efecto: ¿es la enfermedad lo que causa el problema de la microbiota o es la disfunción de la microbiota, la disbiosis, lo que causa la enfermedad? Vemos que hay una correlación, pero probablemente no una causalidad. Pero, en la medida en la que entendamos cada vez más cuáles son los mecanismos moleculares que hay detrás, tendremos mayor capacidad para un diagnóstico temprano, para un tratamiento e incluso, ¿por qué no?, para la curación de algunas enfermedades.

–¿Qué tipo de alimentos matan o empobrecen la microbiota?

–Se han hecho muchos estudios sobre dietas y microbiota. Y la conclusión es que una microbiota sana, rica y diversa en microorganismos se consigue a través de una alimentación saludable. ¿Y qué es una alimentación saludable? Por una parte, la fibra, los polifenoles, que son los que dan color a las frutas y a las verduras, y los probióticos naturales: el kéfir, el yogur… La microbiota prefiere las proteínas vegetales a las animales, y sobre todo lo que no le gusta, porque disminuye esa diversidad, son los alimentos ultraprocesados, el exceso de azúcar y de sal y los tóxicos, es decir, el tabaco y el alcohol.

–¿Qué es lo que favorece esa microbiota «sana»?

–Una dieta rica en verduras, en fruta, en cereales integrales, aceite de oliva, frutos secos, probióticos, con algo de pescado y algo de carne blanca, y que evite los alimentos ultraprocesados. ¿Y qué dieta es? Pues la mediterránea, que no solo son los alimentos, sino también la manera de cocinarlos: sabemos que no es el mismo alimento si lo hacemos frito, cocido o al horno. Y yo añadiría otra cosa. La dieta mediterránea también es un estilo de vida saludable que incluye comer en grupo. Hay estudios que demuestran que la vida mediterránea, relacionada con ese estilo de vida saludable, disminuye el estrés y la depresión. Todo está conectado: la alimentación, la microbiota, el intestino y el cerebro.

–Le iba a preguntar sobre María Branyas, la mujer catalana que falleció a los 117 años y decía que tomaba tres yogures al día.

–Sabemos desde hace cien años que los alimentos probióticos son más saludables, pero siempre digo que por tomar probióticos no vas a vivir más ni vas a ser más feliz. María Branyas decía que había vivido mucho y había sido muy feliz. Le estudiaron su genética, sus proteínas, su metabolismo y su microbiota, que era más parecida a la de una persona joven: estaba enriquecida en esas bacterias saludables que decimos que producen neurotransmisores y ácidos grasos de cadena corta, y tenía menos bacterias proinflamatorias. Ella decía que tomaba tres yogures al día de una marca catalana, no recuerdo cuál, que se agotó a los tres días. Todo el mundo dijo: «¡pues ya está, tomo yogures!».

–Y ese no es el mensaje…

–El mensaje es doble. Por una parte, tu cuerpo guarda memoria de todo lo que has comido, bebido y fumado antes. Los yogures y los probióticos no son milagrosos, pero sí es verdad que María Branyas tenía una genética y un estilo de vida particulares. Los probióticos son un excelente complemento a una dieta saludable, pero si te empapuzas de otras cosas y luego te tomas todos los yogures, pues, chico… Cuando hablo de probióticos me refiero al yogur, al kéfir, a alimentos fermentados… No estoy hablando de pastillas, ya que va a depender de muchas cosas, de qué probiótico sea, de tu propia microbiota… Cuando dicen que estos suplementos funcionan… pues depende, a algunas personas sí y a otras no.

–Hace unos días Robert Kennedy Jr. decía que se podía curar la esquizofrenia con la dieta a través de la microbiota. No estamos en eso, ¿no?

–No, no estamos en eso. Una cosa es que tengamos ahora un planteamiento más holístico de la salud humana, que veamos que todo influye y tengamos que meter en muchos equipos médicos a un nutricionista porque cada vez nos damos cuenta de que la alimentación es fundamental para la salud, no solo para no estar gordo y no tener diabetes, sino para muchos aspectos, también los mentales. Pero otra cosa es pensar que vamos a curar este tipo de enfermedades con la alimentación. Quizá podemos mejorar la calidad de vida de algunos de estos pacientes, pero decir ahora que no hacen falta otros tratamientos porque podemos curar con la alimentación todas estas enfermedades, y también el autismo, no tiene ningún fundamento.

–En el futuro, a décadas vista, ¿nos podrían ofrecer un «menú» personalizado de bacterias para optimizar nuestra microbiota?

–Yo creo que sí. A mí me gusta soñar. De la misma manera que hace 20 años nos decían que iban a secuenciar el genoma y ver determinados genes para personalizar el tratamiento contra el cáncer, y hoy en día se hace. Los oncólogos ya no hablan del cáncer de mama, sino de los cánceres de mama, y dependiendo de tu genética te personalizan el tratamiento. Eso hace 20 años nos parecía ciencia ficción. Pues de la misma manera podemos pensar que dentro de 20 o 30 años analizarán no solo nuestros genomas, sino también nuestro metabolismo, nuestro sistema inmune y nuestra microbiota, probablemente a tiempo real, cosa que ahora no podemos hacer. Quizá podrán personalizar algún tipo de probiótico.

–¿Cómo?

–Irán a una estantería, cogerán ciertas bacterias y levaduras, incluso determinados virus, y nos prepararán un cóctel adecuado a nuestra enfermedad. Probablemente en el futuro entrará en lo que se denomina la medicina personalizada de precisión. Ojalá. Hace muy pocos años, a cualquier médico le hablabas de microbiota y no sabía de qué le estabas hablando, y ahora vemos que influye no solo en enfermedades nutricionales, metabólicas o digestivas, sino en enfermedades mentales o incluso en el tratamiento contra el cáncer. Esto no significa, como puede decir Kennedy, que vayamos a curar el cáncer con una dieta. Pero sabemos que la manera en que responde una persona a algunos tratamientos, por ejemplo, de inmunoterapia, depende de su microbiota. De manera que podremos mejorar esos tratamientos, siempre de manera complementaria.

–Contaba en el libro que ya se está haciendo trasplante fecal –aunque usted prefiere llamarlo bacterioterapia, porque suena mejor–, con alguna bacteria. ¿Se podrá avanzar en esta vía para combatir las bacterias resistentes a los antibióticos?

–Sí, probablemente. De momento para lo único que funciona de manera eficaz es para la infección por Clostridium difficile. Lo demás está a nivel experimental, pero quizá en el futuro, más que un trasplante fecal, que suena tan mal, se pueda hacer un trasplante sintético: en vez de coger todo lo que hay, voy a trasplantar una determinada colección de microorganismos ya conocidos. Hay estudios para algunas enfermedades en las que se está viendo que hay cierta conexión entre la microbiota intestinal con la microbiota vaginal y la oral. Puedes intervenir en una microbiota, obtener efectos en otra y de esa manera curar otro tipo de enfermedad o de alteración. Por ejemplo, en el tratamiento de la infección contra Clostridium a través de trasplante fecal, ha habido algunos casos en los que han mejorado también algunas infecciones urinarias.

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