Quién le iba a decir a Adonina Tardón, catedrática de Medicina Preventiva de la Universidad de Oviedo, que uno de sus hijos iba a acabar siendo actor y haciendo carrera en Los Ángeles, California. La mujer no lo vio venir cuando Mario se apuntó a aquellos cursos de teatro amateur de Taller 3, en los bajos del antiguo Carlos Tartiere. El muchacho era buen estudiante, le apasionaban las ciencias. Parecía bien enfocado hacia la Biología, carrera en la que acababa de matricularse. Hoy en día, Mario habla de aquello como si, de pronto, hubiera vivido una epifanía. Como si toda su infancia, en la que sus prioridades eran el fútbol y el surf, hubiese sucumbido ante el nacimiento de un nuevo continente: la interpretación, el teatro. El universo que estaba descubriendo gracias a aquellos talleres impartidos por Valentín Loredo en el estadio de Buenavista.

«Después de aquel primer trimestre en la Uni me senté con mis padres, les dije que no era feliz y que quería ser actor. Nunca olvidaré la cara de mi padre, mirándome en silencio como si yo fuera un cuadro colgado al revés imposible de interpretar», recuerda Tardón entre carcajadas. En casa no le dijeron que sí de primeras a esa repentina vocación. Tuvo que quedarse todo el curso en la carrera. Incluso empezar el primer trimestre del siguiente, antes de que aceptasen sentarse a negociar con él, forzados por el fracaso académico. Pactaron un cambio al Campus de Humanidades. Entre todos acordaron que el destino fuese Filología Española «por aproximación». Tardón supo que esa era su oportunidad y terminó el año con un expediente plagado de sobresalientes. Un golpe de efecto que obligó a sus padres a escucharle. «Entendieron que no tenían un hijo tonto», recuerda con buen humor. Debían dejarle apostar y la apuesta fue la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia. «Tuve mucha suerte porque la ESAD de Murcia era una facultad con mucho nivel, era difícil entrar», rememora Tardón, «pero conseguí llamar la atención del tribunal con un monologo extraído de ‘Memorias de Adriano’, de Marguerite Yourcenar. Un texto que yo desconocía que tenía una fuerte carga LGTB en una época en la que estaba creciendo la sensibilidad en favor de este colectivo».

También la coyuntura económica ayudó en su carrera. Esos años que pasa en Murcia coinciden con principios del dos mil. La burbuja económica del Levante estaba en plena ebullición. La construcción echaba humo y sobraban los patrocinadores para aventuras culturales. Murcia era un hervidero de compañías que giraban por todo el panorama escénico del país, incluso por el extranjero. De manera que, terminados los estudios, desembarca en Madrid con un currículo importante.

Cine, tele y mucho teatro

A partir de ese momento, desarrolla una carrera profesional en la que hay cine, televisión, web series y mucho teatro. Desde giras interminables con la compañía de Emma Ozores hasta alguno de los proyectos más serios de Sergio Peris-Mencheta. Pasa por el existencialismo absurdo del dramaturgo alemán Tankred Dorst, dirigido por Paco Montes, lo mismo que por Microteatro por Dinero, donde protagoniza su obra más famosa y más representada: «Este sistema me pone nerviosa», texto del también carbayón Sergio C. Fanjul, íntimo amigo de la infancia. En esa época es cuando le ficha el representante Josep Oriach y logra participar en series como «La embajada», «Gran reserva» o «El ministerio del tiempo». Consigue el premio como mejor actor en el Festival NOTODO y también es cuando aparecen los primeros papeles internacionales: interpreta a Francesco Orsini en la serie «Borgia» y comparte cartel con Joseph Fiennes en «Resucitado».

Llegado este punto, Mario decide doblar la apuesta, renunciar a una carrera que está funcionando en Madrid e instalarse en Estados Unidos. Pero no va a ser fácil. «Los Ángeles es una ciudad que provoca una profunda sensación de soledad. Es un sitio donde sientes la certeza de que nadie te va a ayudar». Los primeros meses fueron muy duros. Hasta que, de repente, con sólo una hora de diferencia, recibe, por un lado, la noticia de que un avalista le respalda para conseguir un piso en alquiler. Ese es el primer paso imprescindible para poder vivir en Estados Unidos. Y, por otro, una oferta desde España para trabajar en «El hombre que mató a Don Quijote», del Monty Python Terry Gilliam. Había que elegir. Volver o quedarse. «¿Y qué decidiste?», le pregunto. «Las dos cosas», estalla entre risas. «Dejé a mi mujer (la ilustradora Jimena La Motta) enfadadísima en Los Ángeles encargándose de todo, grabé la película y volví en cuanto pude».

Su lugar en EE UU

Ahora, siete años más tarde, Mario siente que ya ha encontrado su sitio en América. Las cosas funcionan. Está afiliado al sindicato de actores; trabaja como programador en Pluto TV, una plataforma de cine dependiente de Paramount; tiene un agente norteamericano; participa en las noches de comedia del Elysian Theatre de Silver Lake; ha interpretado «La vida es sueño», de Calderón de la Barca, con la Fundación Bilingüe para las Artes; ha protagonizado un corto a las órdenes de Evelyn Tang, la más prometedora alumna del American Film Institute. La última noticia es que acaba de terminar de grabar «Above & Beyond», un thriller para Netflix protagonizado por Antonio Banderas, aún pendiente de estreno.

«Todo esto te sitúa muy lejos de volver a casa», le digo. «Ahora mismo sí, pero dentro de unos años me encantaría volver a Asturias. Se está hablando mucho de esa inversión que va a hacer el Principado. Escuela de cine, platós de grabación, postproducción… La Fábrica de Armas de la Vega puede resultar muy importante en esta apuesta. Quizá pueda encontrar mi sitio aquí cuando acabe la aventura americana. Pero, cuidado, para que todo eso funcione, no basta con la inversión. Asturias tiene que subirse al tren de las deducciones fiscales al sector». Se queda un momento en silencio, muy serio, pensando en esta última reflexión. Y, justo a continuación, entre carcajadas: «Y para volver, también tengo que convencer a mi mujer para que venga a vivir a un sitio con el clima de Asturias. Eso va a ser lo más difícil».