«Todo el mundo conoce a Robert Capa, pero casi nadie sabe quién fue Gerda Taro, a pesar de que trabajaron juntos y ella fue clave en la construcción de su leyenda». Así lo afirma Pablo Ortiz de Zárate en Hoy por Hoy, donde ha recuperado la figura de una mujer que no solo revolucionó la fotografía de guerra, sino que también fue borrada por la historia.

Taro y Capa se conocieron en París en 1934. Él era André Friedman, un joven húngaro, judío y de izquierdas, que había huido de Berlín tras la llegada de Hitler. Ella, alemana, también judía y antifascista, había sido detenida por su activismo y vivía exiliada en la capital francesa. «Les unía todo: la militancia, el exilio, la pobreza», explica Ortiz de Zárate.

El nacimiento de Robert Capa

Aunque Friedman ya trabajaba como fotógrafo, no lograba abrirse camino. Fue entonces cuando Taro ideó una estrategia que cambiaría su destino: «Le dijo que se inventara a un fotógrafo americano, que lo llamara Robert Capa, y que él se hiciera pasar por su agente para vender las fotos como si fueran de ese personaje ficticio. Así las revistas querrían comprarlas».

Pero Taro no solo le dio un nombre. También le enseñó a presentarse como un profesional: «Le dijo que dejara de vestir como un mendigo, que se cortara el pelo, que se arreglara. Que pareciera alguien con glamour. Y eso le cambió la vida».

Ella, por su parte, aprendió fotografía de Friedman y en pocos meses consiguió un título oficial que le permitió quedarse en París como fotoperiodista. Su carrera fue breve, pero intensa: murió en 1937, con solo 26 años, durante la batalla de Brunete, mientras cubría la Guerra Civil española.

¿Por qué fue olvidada?

Ortiz de Zárate apunta varias razones. «Primero, por la sombra de él. Si eras la pareja de alguien famosísimo, se tiende a adjudicarle todo el mérito», explica. Además, muchas de sus fotos fueron firmadas por Capa, lo que contribuyó a que se las atribuyeran a él. «Aunque trabajaron juntos, muchas imágenes que ella tomó acabaron con su firma».

También influyó la brevedad de su carrera. «Solo trabajó unos meses, y aunque eso no debería restarle valor, sí contribuyó a que su figura se desdibujara».

Y finalmente, la política. «Después de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, llega la Guerra Fría. Ella estaba vinculada al comunismo, aunque no era comunista, y eso hizo que se la borrara. No interesaban los artistas comunistas».

Hoy, su figura empieza a recuperarse. Y con ella, la historia de una mujer que no solo ayudó a construir el mito de Capa, sino que fue pionera en el fotoperiodismo de guerra y murió ejerciendo su oficio.

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La invisibilidad de Gerda Taro

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