Hay fechas que se clavan en la memoria. Otras, simplemente, se alinean. El 30 de octubre es ambas cosas para Juan Méndez, fotógrafo canario que, por segundo año consecutivo, ha captado desde Lanzarote un fenómeno óptico tan improbable como bello: el sol ocultándose justo sobre el Teide, a casi 300 kilómetros de distancia.
El escenario era el mismo. La cámara, también. Pero este año, las nubes lo cubrían todo, y el horizonte parecía cerrado. Las probabilidades de éxito eran mínimas. Sin embargo, decidió volver a intentarlo. Y lo consiguió.
En Lanzarote, la espera se hacía eterna. Aquel 30 de octubre de 2025, todo apuntaba al fracaso. Pero justo cuando el sol debía alinearse con la silueta del volcán más alto de España, las nubes se apartaron. Durante unos minutos, la luz trazó una línea perfecta hacia el Teide, como si el universo reconociera la perseverancia.
Juan Méndez no solo hizo la fotografía. Este año fue más allá: capturó el fenómeno en un timelapse real, una secuencia de imágenes que muestra, en pocos segundos, cómo el sol parece fundirse con el pico del volcán tinerfeño.
Ese día no es cualquier día para Juan Méndez. Es el cumpleaños de su hijo. Y ahora, también, el aniversario de dos momentos irrepetibles capturados con precisión milimétrica. “Una fecha que, sin buscarlo, se ha vuelto mágica”, escribió en su cuenta de Instagram.
Lo que parecía una coincidencia, hoy es casi un ritual. Subir a la montaña, esperar la luz, mirar hacia el oeste y confiar en que el cielo se abra. Y a veces, se abre.
Ver el Teide desde otra isla: ¿milagro o ciencia?
Desde Lanzarote, ver el Teide no es tarea sencilla. La distancia de casi 300 kilómetros, sumada a la curvatura de la Tierra y a la altitud necesaria, hacen que solo en condiciones atmosféricas excepcionales se dé este efecto.
Cuando se alinean la transparencia del aire, la luz del atardecer y una precisión geográfica exacta, ocurre lo que pocos pueden ver: el Teide aparece en el horizonte y el sol se posa sobre él como un punto final luminoso.
Este tipo de fenómenos no solo emocionan: también fascinan a astrónomos, fotógrafos y amantes del paisaje, convirtiéndose en un símbolo del valor que tiene mirar al cielo con paciencia y respeto.
Para lograr esta imagen, Juan utilizó una Sony A7IV con un teleobjetivo 200-600 mm, un equipo profesional capaz de capturar detalles a larga distancia con gran fidelidad. Pero ni la mejor cámara del mundo sirve sin alguien detrás que espere el momento justo y esté dispuesto a fracasar mil veces antes de acertar.
El timelapse de este año es testimonio de esa espera, de ese silencio y de ese pulso con la naturaleza. Una herramienta que convierte la paciencia en movimiento y el instante en historia.