10/11/2025
Actualizado 11/11/2025 a las 04:58h.
Lamine Yamal ha vuelto. Volvió en la segunda parte del partido contra el Brujas con un golazo y más atrevimiento en el desborde, y volvió totalmente en Balaídos a ser la referencia, el alma del Barça. Presionó arriba, fue el jugador comprometido que Flick … llevaba meses reclamando, brilló en ataque -aunque no consiguió todo lo que quiso- y lideró a su equipo cuando más perdido estaba, atreviéndose incluso a corregir al tozudo entrenador alemán. «¿Qué hacemos en el centro del campo?», exclamó a su compañeros tras el primer gol del Celta, para a continuación darles una orden clara, concisa: «Eh, vamos para atrás», refiriéndose a la línea defensiva. Y en la segunda parte el control del juego fue absoluto, el Barcelona marcó un gol aunque pudo marcar unos cuantos, y el vertiginoso rival de la primera parte vio cómo se le cerraban las autopistas para llegar a la portería de Tec prácticamente sin hacer nada.
Lo que no habían conseguido Deco y Alejandro Echevarría con el técnico, lo consiguió Lamine hablando directamente a su equipo, que hizo caso y moderó la exposición al contraataque enemigo. Cuando Lamine se hace presente todo fluye, se acaban los recelos, las disputas, y aunque Lewandowski merece todos los reconocimientos por su constancia, y por ser todavía capaz -en la que probablemente sea última temporada del Barça- de rendir con semejante profesionalidad y eficacia; no hay duda que la esperanza que los dos últimos partidos han propiciado ha crecido alrededor del jugador sarraceno.
Si no hay lesiones que lamentar, el parón de selecciones le irá bien al Barça. Le irá bien a Lamine para acabar de solucionar sus problemas físicos, que a pesar de su gran mejora en el juego, no parecen del todo superados. Y sobre todo le irá bien a Flick, o por lo menos eso es lo que desea el club, para reflexionar: tendrá tiempo de analizar cómo los rivales le han dañado en los últimos partidos, y cómo este daño se ha minimizado cuando los jugadores han tomado la iniciativa y han corregido su orgullo dogmático por el más elemental pragmatismo, basado en la correcta observación de la realidad.
Cuando en 2015 el Barça llegó hecho unos zorros a diciembre, con Luis Enrique y Messi en enfrentamiento abierto, el club apostó por el jugador y el técnico y la estrella pactaron unas normas de convivencia. El resultado fue que del desastre se pasó al triplete, Bartomeu fue reelegido en junio, y Laporta, que ya se veía de vuelta, tuvo que esperar seis años y una pandemia para ser de nuevo presidente.
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