El 29 de octubre de 2024 pintaba en Picanya como un «día feo». Se lo decía por la mañana una anciana que vivía en una de las casas tuteladas para mayores de la localidad a la operadora del servicio de teleasistencia de la Diputación de Valencia.

Horas más tarde, el barranco del Poyo se desbordaba a su paso por Picanya. Estas casas se encuentran a apenas unos metros del cauce y fueron las que más sufrieron el embate de la riada. «Estoy muy asustada, me está entrando agua en casa», le decía a la operadora, tal y como se desprende de las grabaciones de llamadas al servicio de teleasistencia en manos de la jueza de Catarroja que instruye la causa de la dana.

La magistrada, Nuria Ruiz, pidió en septiembre información sobre el servicio de teleasistencia y sobre los 37 usuarios del mismo fallecidos en las riadas. Este miércoles se ha notificado a las partes personadas en la causa la transcripción de las conversaciones -sin indicación sobre la hora a la que se produjeron- de dos de estas víctimas mortales, en las localidades valencianas de Picanya y Utiel.

«Súbase a un sofá o a la cama»

Esta es la transcripción de la segunda conversación de la víctima de Picanya recogida en la transcripción. Corresponde a la tarde, momento en el que el barranco se estaba desbordando.

-Vale, ¿le está entrando agua, cariño?

– Por todas partes

– Vale

Me puedo caer

– Vale, súbase a un sofá o a la cama

[…]

Estoy en el sofá

– No se mueva de ahí, voy a avisar a los servicios de emergencia

-Por favor, por favor

– Vale, vale, tranquila, cariño

«No se puede mover, vive en una planta baja, por Dios»

La siguiente conversación trascrita corresponde a una llamada de una amiga de la víctima de Picanya, quien llama al servicio de teleasistencia preocupada por ella.

-«Yo estoy bien, yo estoy en un segundo piso porque me ha pillado en una planta baja y me he quedado encerrada del agua, pero estoy bien. ¿[Nombre] está bien? Porque, ¿allí se ha desbordado el río?

– Se ha desbordado, cariño —le responde la operadora— se le está inundando la casa, vale, entonces el 112, policía, están todos saturados, ¿usted no tiene algún familiar que la pudiera recoger, verdad?

– No, no, si yo estoy ahora mismo que no puedo ni ir a mi casa, estoy tirada. Una señora me ha abierto su casa para que pueda subir, donde yo estoy me llega el agua por encima de las rodillas, no puedo moverme

– Se lo decía porque yo sigo insistiendo, pero está el 112 y la policía saturadísima

– Pues es una señora mayor que no se puede mover, vive en una planta baja, por Dios, ellos son los primeros

[…]

La amiga vuelve a insistir:

– Vive en las casas de las personas mayores, donde están las casas estas de día de las personas mayores de Picanya, vive justo en el barranco, sus casas dan al barranco, están a unos cinco metros del barranco. Su casa tiene que estar completamente inundada

«Estoy subida en el sofá, pero está entrando»

La operadora dice que vuelve a insistir a la Policía de Picanya y al 112, pero no obtiene respuesta. La siguiente llamada, la última recogida en el auto, es con la víctima. En ese momento la situación es aún más agónica.

– Vale, [nombre], cariño, está todo saturado, ¿tiene algún vecino?

– (…) Entra con mucha fuerza

– Súbase, súbase a lo más alto posible, no en el sofá, en una mesa

Estoy subida en el sofá, pero está entrando

– Intente ir del sofá a la mesa y suba a la mesa. Sigo pidiendo ayuda, ¿vale?

– Vale, por favor, rápido

– Sí, cariño, no se preocupe, sigo pidiendo ayuda

– Vale, ay

La siguiente transcripción son intentos de comunicación con el 112, de nuevo sin respuesta: «Ha contactado con 112 Comunidad Valenciana, nos encontramos en un episodio de lluvias y tormentas. Si tiene una emergencia, espere. En caso contrario, deje la línea libre».

«Mi madre está dentro y tiene la casa medio llena de agua»

La otra llamada corresponde a una usuaria del servicio de teleasistencia de la Generalitat residente en Utiel, en el interior de Valencia, una de las primeras localidades en sufrir las inundaciones. La que llama es la hija de la víctima. «Estamos inundados. Entonces me han dicho que han ido los bomberos, pero no podemos pasar de ninguna manera a la casa. […] Si está en casa tiene que estar muy mal. Porque está el agua hasta arriba. Entonces miren a ver si me lo pueden solucionar por favor», le dice a la trabajadora del servicio.

No pueden contactar con la anciana porque no tiene luz y no le funciona el teléfono fijo ni el botón de teleasistencia. Tras varios intentos, la operadora logra hablar con el 112 y después con la Policía Local. «No estamos haciendo rescates» -le responden-, «aparte no tenemos contacto directo con… Estamos cogiendo mensajes, los pasamos vía telefónica al punto de coordinación y no sabemos nada más».

Después la hija vuelve a comunicarse con la operadora. «He hablado con una vecina de enfrente y dice que estaba entrando el agua por las ventanas, que no podían pasar la calle. O sea que mi madre está dentro. Entonces con 90 años y si tiene la casa medio llena de agua, no sé cómo estará ya. Por eso me urgía».

La trabajadora le responde: «Ellos intentarán por todos los medios acceder a los más vulnerables. Es lo lógico». Pero la hija no está convencida: «No lo sé porque esto está muy mal, y yo me temo lo peor. Me temo lo peor […] si ella no se puede mover, y estaba entrando el agua…».