Carlos Alcaraz puede haber conquistado Wimbledon, Nueva York y París, pero si le das a elegir entre la pista central y un banco del parque de su pueblo, probablemente se quede con lo segundo. Sí, porque aunque hoy esté en Turín peleando por el número uno en las Nitto ATP Finals, ese torneo donde solo entran los ocho mejores del mundo, el murciano tiene muy claro cuál es su verdadero refugio: volver a casa, a El Palmar, y hacer lo que lleva haciendo toda la vida. Nada extraordinario, pero todo suyo.
Su plan favorito es simplemente volver a su pueblo. Salir a pasear, ir a un parque y sentarse con sus amigos. Lo dice con esa naturalidad suya que ni los trofeos ni las cámaras han conseguido borrar. Y no es para menos. Porque su pueblo natal no es solo el lugar donde nació en 2003, sino donde empezó todo. Está situado en la Región de Murcia, al sureste de España, a unos cinco kilómetros del centro de la capital murciana, rodeado de huerta, sol y ese ambiente tranquilo de pueblo donde todos se conocen.
Allí, entre pistas de tierra y olor a limonero, su padre, Carlos Alcaraz González, extenista y fundador de la escuela de tenis de la Real Sociedad Club de Campo de Murcia, de la cual es director, fue su primer entrenador y la persona que le puso una raqueta en las manos. Su padre y su abuelo fueron clave en su desarrollo como tenista desde sus primeros golpes en las pistas de El Palmar. Tenía apenas cuatro años cuando empezó a golpear pelotas y a los nueve ya entrenaba con Kiko Navarro, su entrenador de referencia entre los nueve y los quince años. La pista siete del club se convirtió en su segunda casa. «Recuerdo verlo pelotear con su padre con cuatro años, que un niño a esa edad casi no le da a la pelota de campo a campo. Era una cosa asombrosa», recuerda Navarro.
Carlos Alcaraz celebra un punto en su partidoAFP
Pero Carlitos no solo era aplicado en la pista. También lo era en el aula. Estudió en el IES Marqués de los Vélez hasta que decidió dedicarse por completo al tenis. Sus profesores todavía hablan de su empeño por compaginar los estudios con los entrenamientos. Nada de divismos. Era el mismo chico que luego se iba a casa en bici o ayudaba a su madre a poner la mesa.
El Palmar tiene poco que ver con los grandes escenarios donde hoy se mueve, pero ese contraste parece ser precisamente lo que más le gusta. Es la pedanía más grande de Murcia, con unos 23.000 habitantes y mucha historia detrás. Su origen se remonta al siglo XVII y su nombre, según cuentan, proviene de un noble llamado Don Juan, que en el siglo XVI plantó palmeras por la zona y acabó dándole identidad al lugar. De ahí lo de El Palmar. Además, el pueblo tiene su encanto: la iglesia barroca de La Purísima Concepción, los castillos medievales de La Asomada y El Portazgo, y unas vistas al Valle del Segura que quitan el hipo.
Así que sí, Alcaraz puede viajar por medio mundo y levantar trofeos imposibles, pero su plan favorito sigue siendo el de siempre: volver a su pueblo, quedar con los amigos, hablar de cualquier cosa y sentirse, por unas horas, simplemente Carlitos. Y quizá ahí esté su verdadero secreto: mientras el resto busca desconectar de la rutina, él lo hace volviendo a ella.