Para concebir el proyecto, Fos Studio tomó inspiración del minimalismo japonés y de figuras como Tadao Ando sin buscar una réplica formal pero fomentando una reinterpretación en clave mediterránea. La influencia del elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki se hace evidente no en la oscuridad literal, sino en la manera en que se trabaja la luz como fenómeno atmosférico: tamizada, sugerente, casi líquida. Aquí, la sombra no es ausencia, sino matiz. Un complemento necesario para que la luz tenga sentido. A su vez, la arquitectura se convierte en un ejercicio de contención, donde la luz es escasa por elección, y los materiales adquieren protagonismo en su relación con la sombra. Un diálogo entre dos culturas que requería una total simplificación sin perder la esencia.
“El mayor desafío fue encontrar el equilibrio entre la contención y la expresividad. Al tratarse de nuestra propia vivienda, el proyecto se convirtió en un proceso íntimo de síntesis: reducir hasta lo esencial sin perder alma. Trabajamos sobre un espacio limitado (un ático de 80 m2) donde cada decisión debía ser precisa y significativa”, cuenta el estudio. “El reto fue convertir las limitaciones físicas en una oportunidad poética, lograr que cada material, textura y sombra hablara de una forma de habitar serena, sin excesos”.

Lámpara Snoopy de Flos disponible en Cosin Room. Taburete Last Minute de Patricia Urquiola disponible en Viccarbe. Revestimiento de paredes y techo Cementino de Rimadesio en Rimadesio Valencia. Revestimiento de suelo porcelánico modelo Integra, de Tau Cerámica. Estante modelo EOS de Rimadesio en Rimadesio Valencia. Cocina y grifo de Bulthaup en Bulthaup Valencia. Mesa de centro modelo Tray de Rimadesio en Rimadesio Valencia. Silla Sella de Achille y Pier Castiglioni para Zanotta. Pájaro Eames de Vitra. Iluminación Arkoslight. Lámparas colgantes modelo Spin de Arkoslight. Figura decorativa The Guest de Jaime Hayón para Lladró.© Cortesía de Fos Studio
Según Fos, otro desafío importante fue dialogar con la luz mediterránea, intensa y cambiante, y tratar de transformarla en una atmósfera más contenida, más cercana a la sensibilidad japonesa. Se trataba de evitar domesticar la luz para dejar que se filtrara, que respirara, que generara emociones distintas a lo largo del día: “conseguir esa luz líquida, matizada, fue un trabajo de observación paciente”
“Finalmente, el reto más personal fue diseñar un hogar que no pretendiera impresionar, sino acompañar. En tiempos donde la arquitectura doméstica a menudo se convierte en un escaparate, este proyecto buscó lo contrario: desaparecer. Crear una belleza silenciosa que solo se revela al habitarla”, añade María.