Nada más entrar en el estudio madrileño que Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970) comparte con su pareja, la también artista Cristina Lucas, nos topamos con un montón de cajas apiladas y embaladas llegadas este mismo sábado desde México. «Aquí están, solo hemos abierto una», … comenta. Contienen las 25.000 reproducciones de pequeño formato que el creador ha realizado de una estatua ecuestre de Franco que estuvo hasta hace no mucho en las calles de Madrid, Santander o Valencia.
Su destino final es el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde se van a exponer este fin de semana dentro de la iniciativa ‘España en libertad: 50 años’. Con una diferencia, Sánchez Castillo les ha quitado a su antiguo jinete. «La idea era liberar a esta escultura que ya no se puede mostrar en público por la Ley de Memoria Histórica, porque para mí lo importante es el caballo, cuya presencia en el paisaje urbano siempre ha sido significativa. Nunca hay caballos sin dominadores. ¿Por qué? Porque el caballo representa al pueblo, por eso siempre aparece con alguien que lo monte, que lo dirija. Lo interesante para mí como escultor es liberar al caballo, que es lo mismo que liberar al pueblo. Es una metáfora del pueblo que, cincuenta años después, ha recuperado las riendas de su destino», explica el autor.
La instalación, a la que el artista ha titulado ‘Libre’, conmemora el medio siglo transcurrido desde que, con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, se abrió en España la posibilidad de ampliar nuestras libertades. El artista asegura, además, que la obra celebra los logros colectivos de nuestra democracia y promueve una reflexión sobre los derechos fundamentales. «En realidad, Goya no eligió pintar sobre los desastres de la Guerra de la Independencia contra los franceses, era lo que le tocaba. Es lo mismo que me ha pasado a mí con las obras que he hecho relacionadas con la Memoria Histórica. En esta época la cuestión de la iconografía del pasado es muy importante, así que me planteo qué hacer con ella para sobrevivir a ese pasado y aspirar a un futuro más liberador», justifica.
Sus reproducciones están inspiradas en la escultura ecuestre de Franco realizada por José Capuz y retirada de Nuevos Ministerios en 2005. Al presentar el caballo sin su jinete, el dictador, lo que quiere es emanciparlo de la figura que lo dominaba. Sánchez Castillo cree que ese gesto, aparentemente simple, encierra una poderosa metáfora sobre cómo el poder ha descendido de su pedestal y solo queda el caballo en movimiento como representación del impulso democrático y de la vida en común.

Isabel permuy
25.000 figuras
Cada visitante podrá llevarse una de las 25.000 pequeñas figuras este fin de semana a cambio de dejar por escrito un mensaje en torno a la libertad, la democracia y los derechos fundamentales. La instalación estará abierta al público en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes el sábado de 10.00 a 21.00 y el domingo de 16.00 a 21.00. «La obra es, efectivamente, una reflexión sobre el poder y la libertad, que es nuestra principal preocupación actualmente. Como ciudadano creo que hay que luchar todos los días por conquistar cada vez mayor libertad, respetando siempre la de los demás. No es una cuestión de estar contento, sino de estar ocupado en este cometido, de trabajar todos los días por esa libertad. Yo lo hago desde mi posición de artista, pensando de una manera plástica y proponiendo acciones que les sirvan a otras personas», argumenta.
«La democracia no es un legado cerrado, sino un proyecto común que renovamos entre todos con nuestros actos, nuestra voz y nuestra participación», insiste Sánchez Castillo, reconocido desde hace años por reinterpretar los símbolos de la historia reciente de España con una mirada generalmente crítica, que ha expuesto en reconocidas pinacotecas como el Centre Pompidou de París, la Tate Modern de Londres o el Museo Reina Sofía, entre otros.

Isabel permuy
En 2012, por ejemplo, llevó a Matadero-Madrid su exposición ‘Síndrome de Guernica’, que transformaba los restos del Azor, la embarcación de recreo de Franco, en un antimonumento. Tres años después expuso en la galería Juana de Aizpuru ‘Tiempo libre’, sobre los momentos de libertad que encontramos, incluso, en entornos violentos. Mostró fotografías de soldados de Naciones Unidas que se retrataron en broma haciéndose los muertos cuando acabó la guerra. «Era un souvenir de su propia muerte. Y eso, para mí, era un momento de libertad creativa en el que el arte vencía a la muerte», explicaba a ABC en 2015.
El Matadero
Recientemente desarrolló otro proyecto para sacar a la luz como el Matadero de Madrid había sido utilizado, durante la posguerra, como un centro de reclusión en el que dejaron morir a 838 mendigos de hambre y frío en apenas un año. «Las imágenes del archivo de Francisco Fernández Agudo eran muy duras y me quedé traumatizado. Parecen de Auschwitz y pensé en una instalación artística [aún no presentada] con los retratos de los reclusos animados en 3D para que se movieran, nos hablasen y transmitieran vitalidad. En definitiva, reconocer esos lugares como ejemplo de lo que no debería volver a ocurrir», explicaba a este diario en junio.
Entrar en su estudio, de hecho, es como viajar en el tiempo, pues uno rápidamente se topa con varios bustos de Franco, una reproducción del rostro de Charles Chaplin en ‘El gran dictador’, una maleta antigua llena de documentos sobre el oscuro pasado del Matadero de Madrid como centro de represión y varias estanterías llenas de libros de historia. «Cuidado, que ahí tengo un ratón que encontré dentro de una estatua de Franco», advierte. Lo tiene en una caja con piedras, agua y comida, como si fuera la nueva mascota de la casa. «Como no sabemos si es macho o hembra, lo hemos llamado Francis», comenta entre bromas.