En la última década, los estadios de fútbol han dejado de ser simples recintos deportivos para convertirse en auténticos hitos arquitectónicos. Son nuevas catedrales urbanas donde la ingeniería, el diseño y la experiencia colectiva se encuentran. Grandes nombres de la arquitectura internacional trabajan ya en este tipo de infraestructuras, conscientes de su enorme impacto cultural y urbano: desde el nuevo estadio del Manchester United —un proyecto que implicará a firmas como Foster + Partners— hasta las renovaciones de grandes coliseos europeos que aspiran a redefinir la relación entre deporte, ciudad y comunidad.

En ese contexto global, el nuevo San Mamés destaca como uno de los ejemplos más brillantes. No solo elevó el listón arquitectónico en España, sino que demostró que un estadio puede ser sostenible, emocional y profundamente conectado con la identidad de una ciudad. Para César Azcárate, arquitecto de IDOM, hubo un momento que confirmó que todo ese esfuerzo había merecido la pena: “Cuando los medios hablabais de la ‘Catedral’, me hizo pensar: hemos acertado«, declaraba para AS.

El nuevo estadio del San Mamés: un símbolo del fútbol y de la arquitectura contemporánea

El nuevo San Mamés no es solo un estadio: es un símbolo urbano, emocional y cultural. Finalizado en 2015 y levantado prácticamente sobre la huella del estadio original de 1913, el proyecto tuvo que equilibrar tres ambiciones complejas: actualizar una infraestructura deportiva a nivel internacional, integrarla en el corazón de Bilbao y preservar la identidad que durante décadas convirtió al campo del Athletic en ‘La Catedral del fútbol’.

Interior del estadio de San Mamés.

Para evitar que el Athletic Club dejara de competir en casa, la obra se realizó en dos fases. Primero se levantaron tres graderíos, lo que permitió el traslado del equipo en 2013; después se demolió el estadio antiguo para completar el nuevo fondo Este. Un reto logístico y sentimental que marcó la filosofía del proyecto.

La ubicación, junto a la ría del Nervión y al final del ensanche bilbaíno, convierte al estadio en un hito reconocible desde múltiples puntos. Pero más allá del impacto visual, el propósito fue crear un edificio que activara el entorno. Por eso, bajo uno de los graderíos se integra un polideportivo público, y los amplios espacios de circulación que rodean el estadio se conciben como lugares de tránsito amable, casi plazas elevadas donde la ciudad respira.

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La fachada —permeable, semitransparente y compuesta por paneles torsionados de ETFE— es la gran seña de identidad. Durante el día tamiza la luz y multiplica los reflejos; de noche, gracias a un sistema LED dinámico, convierte al estadio en un faro urbano que puede teñirse de blanco, rojo o cualquier combinación luminosa. Un ritual que cada noche, entre las 20:00 y las 20:30 en invierno (22:00 a 22:30 en verano), ilumina Bilbao.

Un estadio que conserva el alma del antiguo campo de fútbol

Uno de los grandes objetivos fue conservar la atmósfera del San Mamés original. Por ello, el nuevo estadio mantiene las mismas dimensiones del césped (105 x 68 m) y la distancia mínima entre la grada y el campo, decisiva para conservar el famoso “efecto presión”. Además, el terreno de juego se hunde 7,8 metros respecto a la calle, reduciendo la altura exterior del edificio y permitiendo un acceso fluido y sin barreras a las gradas inferiores.

Exterior del estadio de San Mamés.

Los graderíos se han construido con la máxima pendiente permitida, acercando visual y emocionalmente a los aficionados al partido. La cubierta, formada por cojines de ETFE blanco sostenidos por potentes cerchas metálicas radiales, garantiza una experiencia confortable en cualquier condición climática y amplifica la acústica del estadio. “San Mamés debía seguir latiendo como siempre, pero con una arquitectura que mirara al futuro”, señala Azcárate. 

Zona VIP del estadio del Athletic Club. nuevo estadio

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El interior del estadio incluye amplias zonas de restauración, palcos VIP, áreas premium, espacios de ocio, museo, tienda oficial y salas de reuniones. Esto permite que San Mamés sea un edificio activo los siete días de la semana, no un recinto que despierta solo en los partidos. Su diseño, además, ha sido ampliamente publicado y fotografiado —especialmente por Aitor Ortiz—, situándolo en el panorama internacional de la arquitectura contemporánea.