Un nuevo estudio publicado en la revista ‘The Lancet Child & Adolescent Health’ ha analizado datos procedentes de 96 estudios en 21 países que involucran a más de 443 000 niños y adolescentes de hasta 19 años. El trabajo evalúa cómo ha evolucionado la hipertensión (presión arterial alta) en las edades pediátricas y cuáles son sus principales impulsores.
El trabajo, liderado por el Centro de Investigación en Salud Global del Instituto Usher de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) y la Universidad de Zhejiang (China, revela que si en el año 2000, la prevalencia global estimada de hipertensión en menores de 19 años se situaba en cerca del 3,2 %, en el 2020 esta cifra rondó el 6,2 %, lo que supone casi el doble en solo 20 años. Un porcentaje equivalente a más de 100 millones de niños en todo el mundo, según estimaciones poblacionales.
La obesidad infantil aparece como factor de riesgo: aproximadamente el 19 % de los niños y adolescentes con obesidad tenían hipertensión, frente a menos del 3 % en aquellos con peso normal.
Los métodos de medición también influyen: cuando se incluyen controles extra-clínicos (como monitorización domiciliaria o ambulatoria), la prevalencia estimada de hipertensión aumentó a ~6,7 % frente a ~4,3 % cuando sólo se considera la medida clínica en consultorio.
Graves consecuencias
La presión arterial elevada en edades tempranas puede sentar las bases de enfermedades cardiovasculares en la edad adulta, como enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular o insuficiencia renal. Identificar y actuar frente a la hipertensión pediátrica permite intervenir más pronto, y posiblemente evitar la progresión hacia complicaciones graves.
Además, el estudio subraya que la epidemia de la obesidad infantil —ya bien conocida por sus múltiples efectos nocivos— también contribuye de modo significativo a este aumento de la hipertensión, lo que refuerza la necesidad de políticas integradas de prevención en salud pública.
Recomendaciones clave derivadas del estudio
- Incorporar el control sistemático de la presión arterial en la evaluación médica rutinaria de niños y adolescentes, especialmente aquellos con sobrepeso u obesidad.
- Fomentar estilos de vida saludables desde edades tempranas: actividad física regular, alimentación equilibrada con reducción de consumo de ultraprocesados, y evitar el sedentarismo prolongado.
- Mejorar la accesibilidad y el uso de monitorización fuera del entorno clínico (domicilio o ambulatoria) para detectar hipertensión oculta (“enmascarada”) o evitar el fenómeno de la “hipertensión de bata blanca”.
- Impulsar políticas públicas que ataquen simultáneamente obesidad e hipertensión infantil, incluyendo educación escolar, promoción de entornos activos y regulación del marketing alimentario dirigido a menores.
Con todo, este estudio alerta de que la hipertensión en niños y adolescentes es un problema global en crecimiento que no puede ignorarse. La combinación de obesidad infantil, estilos de vida adversos y falta de detección sistemática significa que muchos menores podrían estar en riesgo sin saberlo. Las intervenciones tempranas pueden marcar la diferencia para la salud cardiovascular futura.