Sophie Windsor no se ha andado con rodeos. En una reciente entrevista íntima con el Times, la actriz antes conocida como Sophia Winkleman se sinceró como pocas veces y habló sobre la familia real y su constreñido estilo de vida: “Cuanto más conozco a la familia real, más me doy cuenta de que sus vidas son un absoluto infierno y de que este nivel de fama no solicitada es una forma de tortura”.

“Ninguno de ellos entró en Pop Idol o en un reality show para hacerse famosos. Estar en el punto de mira desde el momento en que naces, no saber en quién confiar, no saber si alguien te traicionará y que la gente publique mentiras sobre ti todo el tiempo es, sencillamente, brutal”, continúa. En su opinión, no hay nada de saludable en una vida bajo los focos: “Lo siento por todos ellos. (…) Pero no tienen elección”.

Una vida impuesta

Y ahí radica el quid de la cuestión: para bien o para mal, nacer en el seno de una familia real es aceptar un destino que no has elegido. Una vida regida por el protocolo donde cada gesto, cada palabra y cada sonrisa obedece a códigos milenarios. Cuando te casas con un miembro de la familia real, tu destino no es muy difiere mucho del suyo. Y toca aprender a apañárselas.

La propia Sophie Windsor apenas conocía a nadie en su boda: «Ahí estaban mis mejores amigos, pero había muchas caras que no había visto jamás», declaró hace unos meses en una entrevista para The Telegraph. Recuerda ese día tan especial, que llegó en vísperas de su mudanza a Los Ángeles: «Todo sucedió muy deprisa. Tuvimos que irnos al día siguiente y yo empecé a trabajar casi de inmediato», explicó, no sin humor, añadiendo que su pelo estaba «asqueroso» en su gran día y que su marido aún seguía sacándolo a colación.

Centrada en su carrera de actriz, Sophie Winkleman dejó las riendas de la organización a su suegra, la princesa Michael de Kent. «Estaba centrada en mi trabajo como actriz y en despedirme de mi querida abuela, que no estaba muy bien, y en otras cosas. Pero ahora, mirando atrás, creo que debería haber llevado un vestido más sencillo y haberme peinado con alguien que lo hubiera hecho antes«, admitió.

Una fama abrumadora

Diana de Gales sigue siendo sin duda la víctima más emblemática de esta fama que todo lo consume. Acosada y vigilada durante años, lo intentó todo con tal de escapar de la presión mediática, hasta el punto de morir en un accidente de coche en París la noche del 31 de agosto de 1997, tratando de huir de los paparazzi.

Su hijo, el príncipe Harry, no quiso que se repitiese la pesadilla. En parte por eso le dio la espalda a la monarquía en 2020, en busca de una vida más tranquila en Estados Unidos junto a su esposa, Meghan Markle, que también ha padecido el acoso de la prensa. Nacido en el seno de la familia real más famosa del mundo, Harry se dio cuenta de que todo su futuro parecía estar completamente trazado. Prácticamente no tenía elección. Excepto, quizás, la de desembarazarse de su legado y atreverse a romper los códigos provocando más de un escándalo. Pero tal vez haya sido para mejor.

Más allá del lujo y los títulos (que no son poca cosa), la vida de la realeza suele parecerse más a una jaula de oro que a un cuento de hadas.

Artículo original publicado por Vanity Fair Francia. Accede aquí.