La Amstel Gold Race 2025 con Skjelmose, pero también Evenepoel y Pogačar, nos ha devuelto esa sensación primitiva, casi instintiva, de que estamos viviendo una de las épocas más salvajes y emocionantes del ciclismo moderno.

Y lo ha hecho en una edición que, sin exagerar, ya se discute entre lo mejor del año.

CCMM Valenciana

Un carrerón total, de esos que cuando termina te obliga a sentarte, respirar hondo y asumir que el listón vuelve a subir.

La clásica neerlandesa regresaba al trazado más clásico, el de los “patapúm” finales de Philippe Gilbert.

Una decisión que muchos leímos como un paso atrás, pero que hoy ha sido el marco perfecto para un guion imposible: un Pogačar desatado, dispuesto a dinamitar la carrera desde donde hiciera falta, y un Remco Evenepoel imperial, enorme, casi insultante en su segunda aparición del año.

Con ese punto de incertidumbre que solo Remco puede generar: ¿tendrá ritmo?, ¿tendrá motor?, ¿tendrá el orgullo para aguantar la mirada del esloveno?

Tuvo todo, y más.

Porque sí, Tadej volvió a ser Tadej: ese corredor que entiende las carreras como un juego de desgaste emocional, que ataca porque puede, porque quiere, y porque no soporta la idea de que la carrera se enfríe.

Su arrancada a 45 de meta, dejando seco a un Alaphilippe que vio pasar la historia por su lado, fue el enésimo aviso del tirano que gobierna el pelotón.

Muchos vimos ahí el inicio del fin: otro festival de solista, otro día para poner su nombre en la portada.

Pero esta Amstel tenía otros planes.

Desde atrás emergió un Remco que pedaleaba con rabia, con esa tensión eléctrica que siempre lleva en la mirada.

A su rueda, un Mattias Skjelmose gigantesco, tal vez el corredor que más ha crecido en silencio entre los grandes, convertido en antagonista de pleno derecho.

La persecución fue un ejercicio de precisión, de potencia y de fe.

El GPS, oscilando, nos tenía más enganchados que nunca. Y, de pronto, lo impensable: el campeón del mundo, cazado.

Lo que siguió fue ciclismo desnudo, sin artificio: ataques, contraataques, dudas, gestos, miradas.

Remco mordiendo, Skjelmose soñando, Pogačar pagando la osadía

Y en ese caos maravilloso, emergió el danés para firmar el día más grande de su vida, quizá el que lo sienta definitivamente en la mesa de los gigantes.

Nenes, nenas… qué carrera, qué final.

La Amstel 2025 ya está en la leyenda.