Durante años, las cocinas se pensaron como un territorio funcional, un escenario donde la estética se sacrificaba en nombre de la practicidad. Esa idea —tan arraigada como el mito del «cuadro caro que no se toca»— es justo lo que Alejandro Sánchez, fundador del estudio Cateto Cateto, quiere desmontar. Desde su taller, este interiorista andaluz que ha hecho de la ironía y la raíz su firma, defiende que «el error más común es rechazar el arte en la cocina, precisamente por esa idea de que se trata de un espacio de servicio que ‘no lo merece'».
En su universo creativo, la cocina deja de ser un cuarto técnico para convertirse en una extensión del alma doméstica. Un lugar donde el arte convive con los gestos cotidianos y las cerámicas dialogan con los fogones. Y lo hace con la misma naturalidad con la que una aceitera convive con una escultura o un plato se convierte en pieza de galería.

Piezas de Grau Cerámica
Grau Cerámica
Cerámica, humor y resistencia
Cateto, que se autodenomina con orgullo «cateto» —de ahí el nombre de su estudio—, habla del arte sin solemnidad. Su discurso está lleno de sentido práctico, pero también de cariño por los objetos que cuentan historias. «En las cocinas prefiero elegir obras resistentes y fáciles de limpiar, ya que es un ambiente con humedad, grasa y cambios de temperatura. En este sentido, las cerámicas decorativas son mi opción favorita», explica.
El consejo no es baladí: Andalucía, tierra de azulejos, alfarería y pigmentos naturales, ha sido su laboratorio estético. En su visión, el barro cocido y la loza vidriada no son meros materiales, sino portadores de memoria y autenticidad. También sugiere «fotografías enmarcadas con vidrio o metacrilato, siempre que la cocina cuente con un espacio amplio o con comedor integrado, y que las obras estén alejadas de la zona de trabajo».
Lo que evita, con rotundidad, son los lienzos sin protección o los papeles sin cristal: “se deterioran con facilidad”. Y aunque lo diga con tono sereno, en el fondo hay una reivindicación: la cocina también puede ser galería, pero con cabeza.
Noticia relacionada
Esta ruta en Cataluña atraviesa uno de los mayores monasterios de Europa

Von Pelt Atelier
Von Pelt
Donde el arte se vuelve cotidiano
La mirada de Cateto hacia la cocina no es estética, sino antropológica. Para él, el arte cambia de naturaleza cuando pasa del salón al espacio donde se cocina, se conversa y se improvisa. «Básicamente, en un salón o dormitorio el arte se espera y suele invitar a la contemplación o al descanso. En una cocina, en cambio, el arte se vuelve más vital, cotidiano y funcional, acompañando la estética del espacio y aportando un punto de sorpresa, al igual que cuando lo encontramos en un baño», explica.
Y tiene razón: un cuadro o una escultura en una cocina no busca solemnidad, sino complicidad. No está ahí para ser admirado en silencio, sino para convivir con la rutina, provocar una sonrisa o despertar una conversación entre un café y una sartén. Por eso insiste en que «el encanto está en darle protagonismo a un lugar que normalmente no lo tiene».
La luz, esa cómplice invisible
Hablar de arte sin hablar de luz es, para Cateto, como hablar de cocina sin fuego. «La luz es fundamental», dice sin rodeos. Y lo desarrolla con precisión de técnico y sensibilidad de artista: «La luz natural resalta texturas y colores, pero hay que proteger las obras del sol directo para evitar la decoloración».
Noticia relacionada
Adiós a los electrodomésticos en la encimera: 6 IDEAS para optimizar la cocina
En su análisis, el tipo de iluminación puede transformar completamente la atmósfera de una cocina. «Cuando no disponemos de luz natural suficiente, o queremos destacar un detalle durante la noche, podemos recurrir a la luz artificial, que permite crear focos de interés —por ejemplo, una luz cálida sobre una obra gráfica— y reforzar la sensación de confort», añade.
Su consejo práctico es sencillo: si la iluminación general es fría (como en la mayoría de cocinas contemporáneas), un punto cálido sobre la obra equilibra el conjunto y aporta un matiz más doméstico.

Corrala Home
Corrala Home
Errores (muy) comunes
Aunque no se muerda la lengua, Alejandro no lo dice con ánimo de corregir, sino de enseñar. Repite que lo más habitual es la ausencia: cocinas sin arte, paredes desnudas, miedo al error. Y a partir de ahí, vienen los fallos técnicos. «Los fallos más habituales son colocar las obras demasiado cerca del área de trabajo, donde hay calor y humedad; usar materiales no aptos, como lienzos sin protección; o no considerar la iluminación adecuada, lo que puede hacer que la obra pase desapercibida».
En su mundo, la cocina ideal no es un laboratorio aséptico ni una postal de revista, sino un espacio con alma. Y si el arte la contagia, mejor aún.

Pigmalión de Raquel Eidem
Piezas con acento
A la hora de elegir artistas o piezas para la cocina, Cateto tiene claras sus devociones: lo local reinterpretado, lo tradicional elevado a arte contemporáneo, lo útil que se vuelve bello. «Como buen cateto, me encanta ‘lo de siempre’, pero visto desde un punto de vista contemporáneo», confiesa.
My Player placeholder
¡Haz clic en el vídeo y descúbrelas!
RBA
Las cocinas más bonitas vistas en Arquitectura y Diseño
Habla con entusiasmo de los «botijos evolucionados de la interiorista y artista Desireé Von Pelt Atelier», de los «cerdos de la ceramista sevillana Raquel Eidem», de su obra Pigmalión, con «cerámica blanca, alfarería y 209 cabezas de cerdo». También de los portugueses Diogo Ferreira e Isac Coimbra, creadores de Grau, y de su fascinación por hacer «el arte útil».
Esa mezcla de ironía, artesanía y humor resume su ideario: el arte no tiene que ser serio para ser sofisticado, ni exclusivo para ser interesante.
Noticia relacionada
25 cocinas clásicas muy inspiradoras que son tendencia y no envejecen nunca
Y ahí entra su guiño final: «Me gusta incluir en mi cocina piezas que sean a la vez arte y menaje, como los platos ‘Regañá’ de Corrala Home, creados por el artista e interiorista Javier Fusté».
El nuevo lujo doméstico
Quizá la gran lección de Alejandro Cateto es que el lujo, en la cocina, ya no pasa por los electrodomésticos invisibles o los acabados en piedra exótica, sino por algo más intangible: el alma. Su discurso, a medio camino entre el humor y la reivindicación, apunta a un cambio cultural.