Santander. Clase Práctica. Novillos de El Dody para Hugo de Juana, Jaime Padilla, Eduardo Rodríguez, Martín Mendoza, Manuel García y Abel Rodríguez. Un cuarto de plaza.

El primero fue recibido por Hugo de Juana con buenas verónicas, templadas y de trazo limpio, que marcaron el inicio de una actuación seria. Jaime Padilla quitó con el capote a la espalda, dejando un detalle de variedad y arrojo. Hugo de Juana brindó al público y tomó la muleta con intención clara. Toreó al natural, con mucha hondura, dejando ver un concepto puro, aunque aún en formación. Hubo enganchones, propios de la juventud, pero también pasajes de verdad, de esos que dejan poso. La faena tuvo momentos de buen gusto, aunque algo fría en conexión con el tendido, como si el torero estuviera más concentrado en el trazo que en el eco. Con la espada dejó una estocada caída y otra en el sitio, mostrando decisión. Ovación con saludos tras aviso para el torero cántabro, que dejó pinceladas de calidad en su tierra.

Jaime Padilla salió a por todas con el segundo de la tarde, y lo hizo a porta gayola, como quien quiere dejar claro que está para más. En los medios, dejó verónicas con mucho sabor, templadas, con expresión, que calaron en el tendido. Eduardo Rodríguez quitó por tafalleras de mucho gusto, añadiendo variedad y estética al tercio de capa. Con la muleta, Padilla dio una auténtica lección de poder. Se le nota más que hecho, con mando, largura en el trazo y una seguridad que desborda. Toreó con torería, con gusto, y demostró que está listo para el escalafón superior. Faena de novillero cuajado, con oficio y ambición. Remató con una certera estocada, en lo alto, como colofón a una actuación redonda. Oreja, premio merecido a una faena de peso, que dejó claro que Jaime Padilla es nombre a seguir.


El tercero de El Dody, de pelaje que delataba su procedencia Vega Villar, fue un novillo noble y de gran clase, que permitió ver toreo del bueno. En el saludo, Eduardo Rodríguez dejó verónicas de cadencia y gusto, con expresión serena y trazo limpio. Quitó por tafalleras Martín Mendoza, con variedad y estética. Con la muleta, Rodríguez puso gusto a todo lo que hizo, toreando con torería y entrega. Faena de actitud constante, con momentos de gran expresión, especialmente en naturales soberbios, largos, hasta detrás de la cintura. Toreo puro, de corte clásico, que dejó ver que hay maneras y fondo, aunque aún falte rodaje. Se atascó con la espada, dejando tres pinchazos antes de una estocada certera, seguida de descabello. Ovación con saludos tras dos avisos, por una faena de sabor y promesa, ante un novillo que permitió soñar.

El cuarto de El Dody fue un novillo complicado, que puso a prueba las facultades lidiadoras de Martín Mendoza. Manuel García quitó por tafalleras, aportando variedad en un tercio de capa que tuvo más voluntad que lucimiento. El novillo se fue pronto al tendido de sol y se metió en tablas, donde Mendoza tuvo que construir faena. Animal exigente, que salía suelto tras cada muletazo, buscando la huida más que el combate. Faena de mucha más lidia que gusto, donde el sevillano puso todo lo que tenía, sin reservas. No hubo opción al lucimiento, pero sí a la entrega. Con la espada, se emborronó: dos estocadas que hicieron guardia y dos pinchazos con el descabello. Ovación con saludos tras dos avisos, por el esfuerzo y la actitud ante un novillo que negó el toreo pero exigió torero.

El quinto de El Dody, el mejor presentado del encierro, no permitió lucimiento en el capote a Manuel García, que acusó la falta de rodaje en los primeros compases. Con la muleta, el cántabro comenzó con errores propios de la juventud, pero lo más valioso fue lo que vino después: una evolución clara a lo largo de la faena. Cada pase fue ganando compromiso, y el torero se fue asentando, mostrando actitud y capacidad de adaptación. Dejó muletazos de entrega, y algún natural suelto de mucha cadencia, que dejó ver el fondo que hay detrás de la inexperiencia. Con la espada, dejó un pinchazo y una estocada en el sitio. Ovación con saludos tras aviso, por una faena que no brilló en lo estético, pero sí en lo humano: crecimiento, entrega y aprendizaje.

El sexto de El Dody permitió una faena de altos vuelos. Abel Rodríguez lo saludó con verónicas soberbias, templadas, con cadencia y expresión. Hugo de Juana quitó por delantales, y el castellonense respondió por la misma suerte, en un tercio de capa de gran sabor. Con la muleta, Rodríguez lo llevó a los medios por ayudados por alto de mucho gusto, marcando desde el inicio un concepto puro y verdadero. Se mostró como torero cuajado, curtido, con formas, torería y andares con pellizco. Todo lo que hizo fluía, con naturalidad y elegancia. Toreo distinto, con personalidad, que caló en el tendido. Fue gran novillo y gran faena, de torero preparado para el salto al escalafón superior, no solo por la solvencia técnica, sino por las formas, por ese algo distinto que lo separa del resto. Con la espada, dejó dos pinchazos y una estocada, necesaria de descabello. Oreja, premio a una faena de torero hecho, con sabor, temple y verdad.