Pedro J. Vallespí tiene un aspecto regulero. Una bacteria lo puso contra las cuerdas hace unos meses y salió airoso, pero con secuelas visibles. El fotógrafo camina con la ayuda de unas muletas sobre unos zapatones ortopédicos elevados sobre una cuña de cuatro centímetros y medio. La infección devoró el cuerpo de este hombre de 68 años. Pero ni la bacteria, ni las muletas, ni la dichosa cuña le quitaron la sonrisa ni el ánimo. Pedro no se ha encerrado en casa y, muy probablemente, este domingo esté en el Circuito Ricardo Tormo para presenciar el desenlace del Mundial de motociclismo. Como ha hecho siempre. “Y si al final no voy, no pasa nada, carreras por la tele y paelleta en casa, que yo ya no tengo ninguna obligación”.

En Cheste, nada más llegar al circuito, no para de cruzarse con gente que le saluda. Todo el mundo, salvo el severo hombre de seguridad que hay a la entrada, lo conoce. A él le gusta hablar de Circuit Ricardo Tormo y no dejarlo, como la mayoría, en circuito de Cheste. Pedro conoce la historia como pocos. Él vivió los años de las manifestaciones que reclamaban un circuito de velocidad en una tierra regada con gasolina. El fotógrafo y piloto, modesto, estuvo al lado de Salvador Gascó cuando aquel apasionado lideró la petición para construir en Cheste este trazado que cambió la historia del motor en nuestra tierra. Pedro conoció a Tormo, pero también a Aspar, ‘Champi ‘Herreros, Julián Miralles, Álex Debón, Héctor Barberá, Nico Terol y todos los que vinieron después. Todos tienen alguna foto de Vallespí en algún álbum.






Llama la atención que Pedro no se amedrenta por las muletas y avanza a buen ritmo. Los bastones, a los que llama Merche y Mercedes por una antigua pareja, son una bendición después de seis meses en una silla de ruedas. Cuando llega a un panel con las fotografías de Tormo, que murió de leucemia en 1998, con 46 años, se queda pensativo mientras repasa su historia. No le hace falta: se la sabe de memoria. Como si fuera un piloto más, Pedro lleva un peto con su apellido y el número 57, su año de nacimiento.

Pedro nació en València pero pasó varios años en Benissa porque su padre, que era camarero, trabajó allí como jefe de barra. El chaval, después de estudiar el bachillerato, comenzó a trabajar en una ferretería de la calle Jesús, primero, y después en Escuder, un laboratorio de fotografía que estaba en la calle Salamanca. Aquel empleo le cambió la vida porque le enfocó hacia la fotografía, que sería su último oficio después de trabajar durante un tiempo en una fábrica de alfombras y cortinas de baño de Benissa. Aunque primero hizo la mili en zapadores como cabo fotógrafo.






Aquel joven se movía por Benissa y Dénia con la Vespino de su padre, luego se compró una Vespa y después vinieron una Ducati Pronto y las motos de trial: la Montesa Cota. “Ahí me iba a las carreras con los amigos y a almorzar a La Caprichosa, en Picassent”. Se acuerda mucho de los dos días de trial en Morella y, camino del circuito, en el coche, recuerda que él iba por ahí con la moto cuando estaban haciendo el nuevo cauce del Túria. No se echa flores y en un ejercicio de honestidad cuenta que fue un “pésimo” piloto de trial.

Una Kodak Instamatic

No hizo carrera en el motociclismo, pero, a cambio, sí que fue aprovechando las carreras para tirar fotografías con una Kodak Instamatic. A principios de los 80 ya estaba haciendo fotos en todas las pruebas de motociclismo que se celebraban en la Comunitat Valenciana. “Tenía el don de la ubicuidad. Daba igual trial, motocross que velocidad. No me perdía una carrera”. Siempre le apasionó el motor. “Yo llevo la gasolina en la sangre. Tengo una fotografía de pequeñajo sentado encima de una Vespa”.






De lunes a viernes trabajaba en Benissa y los fines de semana metía diez carretes en el bolsillo y se iba a hacer fotos de carreras de motos. Se ha recorrido toda la Comunitat Valenciana y toda España para fotografiar todas las carreras que han existido. “El año pasado cumplí 66,6 años y me hice pensionista, y cuando cumplí los 67, me jubilé. Cubrí mi última carrera y lo dejé”. Durante años se sacó un sobresueldo vendiéndole fotos a los pilotos. Hasta que, en 1992, se dejó el trabajo y comenzó a trabajar en el suplemento de motor del periódico ‘Levante’, donde pasó los siguientes 25 años. Nunca faltaba a una carrera y, si no era para el periódico, hacía fotos o artículos para revistas especializadas como ‘Solo Moto’ o ‘Motociclismo’. Se acuerda también de unas fotos que logró hacerle a escondidas a Max Biaggi cuando empezó a probar la Aprilia de Superbikes y que luego se las vendió a ‘La Gazzetta dello Sport’.

Varias mujeres han pasado por su vida y ahora presume de que su hija Lourdes “es una princesa”. Nos la enseña en una foto que tiene en el móvil. “Ella es mi vida y la que me mantiene a mí de pie”. Pedro es caótico en su forma de hablar. Es imposible seguir un hilo que nos conduzca por su vida y va dando saltos caprichosamente por su pasado. Ahora empieza a contar que se traía motos Kawasaki de la fábrica de Martorell (Barcelona) a València. “Un día, en 2003, llevaba una ZXR y me estampé contra un monovolumen a la salida del túnel del Saler. Ese día se me apareció la Virgen. Volví a nacer. Llegué a casa, me quité la chaqueta y vi que llevaba una imagen de la Virgen del Camino. Desde entonces le llevo flores todos los 19 de noviembre en señal de agradecimiento”.






Pedro se atrevía con todo y si tenía que subirse a un globo aerostático para hacer fotos aéreas de València en Fallas, se subía. “Nos llevamos un pequeño susto porque el aire nos llevaba hacia el mar”. Cuando el circuito de Cheste aún no estaba acabado, pero sí asfaltado, se subió a una Kawasaki y se dio unas vueltas por el nuevo trazado diseñado por Jorge Martínez ‘Aspar’. 

El fotógrafo ha vivido la historia del motociclismo en la Comunitat Valenciana y la tiene documentada en su archivo. “Yo he conocido todas las carreras que se hacían en los pueblos: Guadassuar, Alginet, Algemesí, Cullera, Alicante, Las Atalayas, El Trofeo Magdalena en el Grao de Castellón, Xàtiva…”. Pedro también se hizo un nombre en otras carreras del territorio español y plantó la bandera en La Bañeza (León). Allí trabajó como ‘speaker’ durante 25 años y allí, un día, cogió el micrófono y le pidió matrimonio a su pareja.

Las lágrimas de Tormo

Pedro J. Vallespí cuenta que en el primer Gran Premio celebrado en Cheste cayó un aguacero tremendo y que él tuvo claro que eran “las lágrimas de Ricardo Tormo”. El fotógrafo recuerda que el piloto de Canals era insuperable cuando el circuito estaba mojado. Allí, sobre ese trazado, ha visto crecer a niños que luego fueron estrellas del motociclismo .  También ha estado de comentarista en el circuito de Albacete y no olvida aquella carrera que se celebró después de una gran nevada y que ese día puso por megafonía ‘O Sole mio’ con los tres tenores (Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras).






No tiene claro quién es su piloto favorito. Le cuesta soltar prenda. Aunque al final explica que tuvo un perro que se llamaba Kevin por Kevin Schwantz, un piloto estadounidense que llegó a ser campeón del mundo y que se hizo famoso por su espectacularidad con las motos de 500cc. “Cuando veo a Dios, es el momento de frenar”, le gustaba decir al texano. 

No se ha dejado una carrera en España. Tampoco olvida a los pilotos que murieron en los circuitos desde Lorenzo Casado, “un chico de Paiporta que prometía mucho y que falleció el 7 de julio de 1984”. O la muerte de otros como Luis Salom, Hugo Millán, Rubén Torres, Ricardo Monzonís… Se le ensombrece el rostro al recordar los accidentes de estos y otros que se fueron antes de tiempo por diferentes enfermedades.

Vallespí dice que para hacer fotos de motos no hay más secreto que estar permanentemente atento. “Porque en cualquier momento puede pasar algo. En el circuito urbano de Xàtiva no hay escapatoria al final de la recta porque hay un parking y no olvidaré nunca que un piloto atravesó el tablero como en los dibujos animados, dejando el contorno. O, también allí, un vecino cruzando el circuito con dos cafés en la mano y un piloto, Moisés Jiménez, mirándole como diciendo: ¿Qué pasa?”.






Son más de 40 años haciendo fotos de motos. Ya no hace más, pero sigue yendo a las carreras a ver a los amigos y a almorzar con ellos. Ahora es momento de recopilar y dice que lleva 50.000 negativos escaneados de la historia del motociclismo valenciano. “No tengo idea de lo que me queda por delante… Mi idea es sacar un libro de carreras urbanas. Ya solo quedan tres: Xàtiva, La Bañeza y Algueña”. Las tres le han rendido homenaje en los últimos meses.

La curva Vallespí

El fotógrafo pasó muchas horas en el Ricardo Tormo. Allí aprendió que la curva Doohan era muy agradecida, pero que la mejor era la 4, la primera que los pilotos trazaban a derechas. “Ahí pillé dos años seguidos a Marc Márquez yéndose al suelo. Otro año cogí a Lorenzo, Márquez, Pedrosa, Dovizioso, Rossi, Miller y Iannone juntos, todos en el mismo grupo”. Ahora que ya está jubilado, los trabajadores del circuito llaman a esa curva la curva Vallespí.

Cuando no había carreras, le gustaba hacerse la mochila y lanzarse al Camino de Santiago. “Tengo ocho compostelas en casa. En 1992 éramos cuatro gatos haciendo el camino y fui de  Astorga a Santiago en abril y, en octubre, de Pamplona a Santiago. Y en 1999 caminé de Roncesvalles a Santiago con los pantalones de Ricardo Torno -había fallecido unos meses antes-, que tenían un agujero en un lateral para que salieran los hierros que le pusieron en la pierna después del accidente”.






Ahora, después de vivir de cerca las inundaciones del 29 de octubre de 2024, de las que se libró porque vive en Benetússer en un primer piso, está empeñado en volver a Santiago. No le asustan las muletas y está dispuesto a todo, pero dice que no puede porque le duele mucho una rodilla. “Me da igual: si no voy de peregrino, iré de turista. Tengo cosas en casa que quiero llevarme: la mocadorà de mi madre, que resistió las inundaciones, dos corbatas de mi padre y un retablo pequeñito de una Virgen que me encontré en una de las campas llenas de coches después de la barrancada. Cada uno piensa lo que quiere, pero yo le tengo mucha fe a la Virgen”.

Pedro y el fotógrafo se han colado por el box 39 para alcanzar la recta del circuito. Por fuera, no paran de entrar camiones. Una grúa eleva unas cámaras frigoríficas hasta un primer piso. Se nota que se acerca el Gran Premio y los recuerdos se agitan en la cabeza de Pedro J. Vallespí, historia del motociclismo valenciano y dueño de una colección de fotografías como no hay otra. A la vuelta, de nuevo en el coche, coge el móvil y empieza a enseñar retratos de Kevin Schwantz, Freddie Spencer, Ángel Nieto, Tormo, Aspar, Toni Bou… Su teléfono parece la chistera de un mago y cuando te das cuenta empieza a hablarte de la vuelta a España que dio en moto en 1983. Cerca de 10.000 kilómetros a dos ruedas. Hay muchas historias en su cabeza y muchas más en su archivo fotográfico.