Domingo, 16 de noviembre 2025, 08:15
| Actualizado 08:55h.
Escrito está: «Los muros son la epidermis de una ciudad donde el talento de los artistas y la mirada de sus habitantes pueden transformar dolorosas cicatrices en hermosos tatuajes». Y Logroño, como ciudad que es, no iba a desmentirlo, mostrando a pie de calle pinturas de gran formato que visten fachadas y muros, algunas de ellas a la vista desde los 90, cuando se empezaron a concebir para embellecer lugares que así lo requerían.
Lejos queda aquel 1995 en el que, con motivo del noveno centenario del Fuero, el propio Ayuntamiento convocó un concurso de ideas para adecentar hasta nueve medianiles… De aquello, tira de memoria Demetrio Navaridas, uno de los artistas que firmaron uno de los mismos, y de los que aún se mantienen, el de Albia de Castro, si bien necesitado de una restauración como sí se hizo en dos de los de la plaza de Libourne.
Hoy, 30 años después, las miradas se centran en expresiones de arte urbano más recientes, surgidas con las mismas u otras intenciones, y que, a pesar de lo que pueda parecer, sobrepasan al espray (que no deja de ser una técnica más). Basta con darse un paseo para descubrir murales de todo tipo y condición (o darse cuenta de otros que desaparecen, como el ‘Mercurio Alado’ en las traseras de los cines Moderno, hoy tapado tras construirse un hotel), que también dotan de personalidad propia a una ciudad.

La medianera de la hoy Fundación Dialnet acoge uno de los murales de Globartia del Camino de Santiago.
Justo Rodríguez

«No hay mayor lienzo que una pared», resume Carlos Corres, quien junto a Carlos López Garrido fundó Globartia, empresa dedicada a la creación de murales gigantes que firma varios de los más reconocidos y reconocibles a partir de 2010. «No es Logroño ciudad de paredes para pintar, antes había más medianeras que actualmente porque la ciudad tiende a uniformarse, y eso conlleva que no seamos lugar de murales, pues hay que buscar y rebuscar para encontrarlos», dice.
«El muralismo no es nuevo, aunque cuando alguien apuesta por el mismo para la decoración generalmente se hace con fines publicitarios y rara vez como exclusivamente decorativos», precisa el profesor de Lettering en la Esdir, José María Lema, quien defiende el mural como «un ejemplo claro de la constante del hombre de intervenir en el espacio, desde siempre», una «señal de vida» que, sin embargo, en Logroño no tiene precisamente un referente. «Esta ha sido una ciudad de poco riesgo, donde nada se ha llevado a la práctica si antes no se ha visto que funciona en otros sitios«, sentencia.

El rostro de la escritora María de la O Lejárraga, de la artista Andrea Btoy, visto desde la calle Bretón.
Justo Rodríguez

En cualquier caso, se trata de «elementos a tener en cuenta» y más en un Logroño que, en pleno foco turístico, «rutas por este tipo de creaciones pueden ser un incentivo cultural más». Y ello sabiendo que «una de las características del arte urbano es que es efímero» y pueden estar… o dejar de hacerlo.
Hoy, en la capital aparecen murales que van dejando iniciativas como el Festival de Arte Joven Artefacto, la en su día ‘La ciudad inventada’ o planteamientos que van desde la Unidad de Juventud del Consistorio capitalino a la de Turismo pasando por la de Deportes.
Desde el IX Centenario del Fuero al último encargo para la cafetería de la estación de autobuses, hay todo un catálogo disponible
Y así, más allá de la periferia, con las obras vandalizadas en el Camino de Santiago o en el Parque del Ebro, de instalaciones como el frontón del Revellín o el embarcadero, amén del inicial Adarraga, no pocas pinturas se muestran aquí y allá.
Del centro a los barrios, desde los del concurso por el citado IX Centenario del Fuero a los resultados en distintas convocatorias artísticas del Casco Antiguo, con elementos tan icónicos en La Villanueva como las brujas de Zugarramurdi o el asedio de 1521 sin olvidar los murales asociativos o reivindicativos, como en San José-Madre de Dios, el del proyecto Alasca, contra la violencia de género, o internos como el del Museo de La Rioja o la cafetería de la estación de autobuses, últimos encargos desde las administraciones.
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