Juan Domingo de la Cruz (Pasteur, Argentina, 1954) llegó a Vitoria en 1990, con 36 años y seis meses y, todavía sin jugar, Herb Brown … proclamó ante todos los jugadores que era el cáncer del equipo. El ‘Lagarto’, pívot internacional español en los 80, se carcajea de una de las muchas anécdotas que relata con pelos, señales y mucha gracia. En cada respuesta deja perlas desinhibidas. «No tengo que quedar bien con nadie», advierte.

Su única temporada en el Baskonia dio para mucho. Se convirtió en el segundo argentino de la historia del club (después de Ricardo García) y es el segundo fichaje más veterano (tras Pablo Prigioni). Aunque su podio más recordado es la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84. Con quien ganó casi todo, fue con el Barça. «Es mi club, pero no tengo que hacerle la rosca», apunta desde Llubí (Mallorca), donde estableció su residencia y su propio club formativo. No tiene rubor en decir que la afición azulgrana es mejor que la del Barça. «Son de los más entregados».

– ¿De dónde viene lo de ‘Lagarto’?

– De cuando los jugadores éramos amigos de los periodistas. Al quedar cuartos en los Juegos de Moscú, una compañía nos regaló un viaje donde quisiéramos. La mayoría elegimos Miami y yo me ponía todo el rato al sol. Entonces Lluís Canut, que vino con nosotros, empezó con la coña de que era como un lagarto. Encima estaban los dibujos del ‘Lagarto Juancho’, de Argentina. Al principio me hacía poca gracia, pero hasta llevo tatuado un lagarto.

– ¿Y Juan Domingo, de Perón?

– Efectivamente, mis abuelos eran peronistas y no encontraron otra gracia. Antes de venir fui campeón sudamericano y nos recibió Perón. Dijo ‘mi tocayo…’ y lo viví como algo especial. Fíjate si era gilipollas que en aquellos primeros meses en España en 1975 decía que quería conocer a Franco.

– Pero sus abuelos emigran de Salamanca, ¿no le contaron nada?

– No sabemos cómo se fueron ni si tuvieron algún problema. No querían recordarlo. Mi abuelo era de un pueblo, Villarino de los Aires, y no sé por qué no he ido nunca. Tuvo once hijos y su padre ocho. Fueron a poblar Argentina. Murió en la cama con la boina que llevaba siempre, le llamaban el vasco. Me enseñó a jugar a la escoba y al chichón, y juraba mucho. Luego se hicieron panaderos, yo vendí pan antes de ir a España.

– ¿Qué país se encuentra en 1975?

– Algo que no esperaba. Vengo del culo del mundo y resulta que estábamos más adelantados. Teníamos cinco canales de televisión en color y aquí había uno. Yo me esperaba otra cosa de Europa. Voy al primer partido en Madrid y nos llamaban ‘polacos’. No entendía mucho. Vivía con una familia catalana y un día de noviembre sale un señor con cara de muerto en la tele y dice: ‘Españoles, Franco ha muerto’. Y escucho ‘fill de puta, mal parido, ya era hora’ y sacaron el cava. En aquella época era un tema político. Ahora es más económico, de potencial entre Barcelona y Madrid.

– ¿Cómo hacía para aguantar a pívots con muchos más kilos como Sabonis, Tkachenko, Meneghin…?

– Yo estaba flaco. Pesaba 80 y pocos kilos con 2,05 de altura. Hacíamos pruebas físicas y en un sprint no me ganaba ni Solozabal ni los bases ni nadie. Y saltaba mucho. Entonces, para defenderles me ponía por delante. Yo no podría jugar ahora con esas condiciones porque empujan y me hubieran sacado del campo.

– Pero antes se jugaba más duro.

– Diferente. Cuando el balón está por fuera, ahora los pívots empujan, te sacan con el codo para afuera y eso antes no se permitía. Luego, debajo del aro, sí, había castañas, guantazos… Era otra historia. Pero yo iba al frente. Cuando venía el codo, ya me había tirado al suelo y sacaba muchas faltas en ataque. A los Tkachenko y los americanos les ponía cara de póquer, de tocar las pelotas. No era guarro, era pegajoso. Yo no soltaba el brazo. Si me daban, respondía, eso sí. Pero era cargoso, como dicen en Argentina. Tocaba, cogía de la cintura y eso a los americanos no les gustaba nada. Luego tenía un tirito de media distancia que no estaba mal y poco más. Ahora peso 120 kilos, pero no salto ni un papel.

– Se decantó por la selección española en lugar de la argentina. ¿Qué le parece que esté tan instaurado ahora lo de nacionalizar sin raíces?

– Me cuesta más entenderlo. Que te digan, mira, hoy te hago italiano… tío, estás perjudicando a jugadores nativos. Antes, la gente se sabía todos los jugadores del Joventut, Madrid, Barça, Baskonia… Ahora, a mí mismo, me preguntas, y no te sé decir los doce jugadores del Baskonia. Y eso que lo miro. Antes te sentías más identificado con los jugadores. En cambio va más gente a los pabellones. En el Buesa ahora algo menos que hace unos años porque la cosa va mal, pero las medias suben. Es un espectáculo distinto, pero el jugador local tiene menos espacio para hacerse hueco en equipos así.

De la Cruz, con 36 años en el Baskonia

De la Cruz, con 36 años en el Baskonia

– ¿Recuerda cómo fue su fichaje por el Baskonia?

– Eso fue una historia… Yo tenía pensado dejar de jugar y me volvió a llamar Manolo Flores, del Barça. Que les echara una mano, que tenían pocos jugadores. Estaba Boza Maljkovic de entrenador, y me sacó a jugar en el Open McDonald, en el Sant Jordi lleno, aplaudiéndome… La cosa es que me quería fichar pero estaba Aíto (García Reneses) de director deportivo, que fue el que me echó en el 87.

Me llama al despacho y, palabras textuales: ‘el yugoslavo te quiere fichar, pero yo no lo tengo claro’. Me dijo de hacerme ficha solo en liga. Pasamos al tema económico. Sabía que ahí me la iba a clavar. Y me ofreció lo mismo que a los que limpiaban las escaleras del Palau. Él no me quería fichar. Pero había intrahistoria. Luego me enteré que Pepe Laso había llamado a Aíto y le dijo ‘quítame de en medio a Juancho’ que le quieren en el Baskonia. Así que me fui al Baskonia con mi hermano Chicho Sibilio.

«El cáncer del equipo»

– ¿Qué tal le fue con Herb Brown?

– Mis compañeros se descojonan aún de esta anécdota. Llego después de varios partidos y el primer choque fuera me quedo encerrado en el vestuario en el descanso y tardaron en venir a por mí. Yo pensando ‘pues vaya lo que pinto yo aquí’. Un despiste del delegado. No pasa nada. Yo no jugué. Ya en el autobús, Herb Brown estaba muy enfadado y gritaba. Yo estaba atrás del todo, como siempre, en medio, con las patas estiradas y Ramón Rivas a un lado y Arlauckas a otro. Y Herb gritaba ‘en este equipo hay un cáncer y lo voy a quitar’ (imita la voz). Yo tan tranquilo. El equipo había jugado agilipollado y yo no había salido. Y sigue. ‘Por mucha medalla de plata que sea a mí no me vienen con tal. Y yo digo ‘epa, aquí el único plata soy yo’. Los dos de al lado mío se pegaron los cabrones contra la ventanilla y se reían. El resto se miraban en plan la que va a caer. Me convocó a las ocho de la mañana del día siguiente y el resto libre. Entro al despacho y tranca la puerta con la silla. Yo lo tenía claro, en cuanto me haga algo, le pego una hostia que le empotro contra la pared. Estaba preparado. Se sienta y me dice, ‘De la Cruz, tenía que hacerlo porque has ganado lo que ninguno y tenía que demostrar poder. Así el resto está acojonado. Me tienes que disculpar’. Yo, flipando.

– ¿Y llegó a entrenar?

– Qué va, pero vaya bronca… Desde entonces, Herb les decía a todos, ‘así así, como defiende Juanito’. Arlauckas siempre se reía, ‘te quería echar y ahora eres Dios’.

– Esa plantilla con Laso, Chicho, Arlauckas, Ramón Rivas… ¿Quién era el más macarra?

– Ramón. Yo le adoro. Estuvo aquí de crucero, lo fui a buscar, fuimos a comer y estuvimos con amigos. Pero él era peligroso. Daba hostias como panes. Éramos un equipo duro. En las semis con el Joventut repartimos estopa buena. Yo hice lo que podía y creo que no salió mal. Me llevé muy bien con todos. Muchos son amigos. Arlauckas, Pablito (Laso), Walter Guiñazu…

Santillana, Romay, Díaz Miguel, Rullán, De la Cruz y Josean Querejeta, en una concentración con la selección.

Santillana, Romay, Díaz Miguel, Rullán, De la Cruz y Josean Querejeta, en una concentración con la selección.

– ¿Alfredo Salazar le pidió algún consejo por Argentina?

– Nada, se desenvolvía muy bien. Trajo lo mejor. No se le puede quitar ningún mérito.

– Aquella fue la primera temporada en el Pabellón Araba.

– Bua, hacía un frío… No sé por qué había una parte abierta antes del inicio de la cúpula. Además me acuerdo que aquel año estuvimos aislados por nevadas un par de días. Yo vivía en la calle Dato y había medio metro de nieve.

– ¿Cómo era esa Vitoria?

– Tranquila, organizada. Chula para pasear. La comida era la leche. En cualquier sidrería comías de maravilla. Chicho empezó a vivir más la ciudad cuando llegué. Hasta entonces le había costado moverse. Íbamos a tomar alguna cervecita…

– ¿Y copas?

– No muchas, tenía mal el ácido úrico. Pero alguna caía. Después de algún partido, alguna salidita ya hicimos. Pero nos portábamos bien. Yo no me aburrí nada allí.

– ¿Cotizó en la Seguridad Social en sus años de jugador?

– Existía pero a mí el Baskonia no me hizo nada. Ni el Valladolid, ni el Manresa… Yo declaraba a Hacienda lo que había que declarar, pero a mí no me constan esos años. Por eso tengo los problemas que tengo ahora. Tampoco hay compensación por la selección y estuve diez años. Está ahora Fernando Romay peleando por eso pero está difícil. Con 15 años cotizados te dan un mínimo, pero me falta uno. Me reconocen la deuda conmigo, pero no la seguridad social. Y todos están igual. Los que jugaron antes de la ACB merecen que se les reconozcan estos años.

El egoísmo de los jugadores

– ¿Cómo ve la Liga ahora?

– Me aburre, no me engancha nada. Antes todos sabíamos las plantillas del Joventut, Madrid,Baskonia, Barça… Ahora no me sé la del Baskonia. Y eso que veo sus partidos. Al lo veo Barça mal. No ha hecho fichajes a la altura o no han dado un paso adelante. Me sabe muy mal el despido de Peñarroya, que se lo tenga que comer él cuando otros han decepcionado.

– ¿También le entristeció la etapa de Laso en el Baskonia?

– Lo mismo. Estuve de ayudante en la selección tras retirarme y vi actuaciones de compañeros míos que dije en mi vida voy a ser entrenador profesional. Qué egoístas somos los jugadores. Nunca tenemos la culpa de nada. Me jode la felicidad de esta semana de los jugadores del Barça cuando el domingo anterior daban pena.

– ¿Cómo ve el juego interior del Barcelona y Baskonia?

– Soy muy crítico con el del Barça. Hace falta una bestia que meta miedo como Tavares. Un tipo que sea duro, fuerte y que cuando uno entre en la zona salga dolorido. En el Baskonia pasa lo mismo. A mí me gusta que el pívot sea pívot. Soy antiguo sí, pero a mí me gustan las trompadas en la pintura. Y por mucho que se diga, los equipos que llegan a la Final Four, son equipos duros. Puedes tener grandes tiradores como el Baskonia ha tenido, pero si no tienes un buen juego interior, el equipo está desequilibrado. Con Herb Brown teníamos cien sistemas. Ahora, cuatro abiertos, corremos, y yo me la tiro. A mis chicos les digo que no se fijen en la NBA, que vean la NCAA. Defienden como pirañas.