El cantante portorriqueño Bad Bunny es el artista más exitoso del mundo. No solo eso, ni mucho menos. Su figura, su música y su significado artístico y social es objeto de estudio en universidades como Yale. No termina aquí la atención «extramusical» sobre Benito Antonio Martínez Ocasio, su verdadero nombre. Su jerga inventada y también autóctona es materia de traducción por linguistas y lexicógrafos.
La «badbunnymanía» alcanza hasta a la ciencia. Un estudio del Colegio de Químicos de Puerto Rico concluye que «La gente no solo baila, también se conecta bioquímicamente». Dicen que su música «estimula la producción de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, generando sensaciones de placer, euforia, bienestar y un profundo sentimiento de pertenencia entre quienes asisten a sus conciertos».
Las listas de ventas, lo académico, lo social o lo científico. Bad Bunny es la piedra filosofal de la música, la alquimia de leyenda que cura enfermedades y alarga la vida y convierte lo que toca en oro. Es una curiosa metáfora la de la piedra filosofal, en concreto lo de convertir los metales en oro: lo que hace Bad Bunny con su música: plomo convertido en oro. Otro elemento a considerar para su estudio.
Pero Bad Bunny es un gran artista. El mejor. Un gran artista de hoy sobre la superficie terráquea de mediocridad. Y además es una confirmación: la del definitivo derrumbe del valor, del talento o de la calidad tal y como se entendía no hace demasiado tiempo. La vulgaridad (según casi un lenguaje antiguo) se ha extendido en la sociedad y su consecuencia, una de ellas, en el ámbito musical, es Bad Bunny.
Nada importa Elvis o los Beatles o los Rolling Stones, por ejemplo. El paradigma ha cambiado porque ha cambiado la sociedad. Elvis, Los Beatles o Los Rolling Stones no son mejores hoy que Bad Bunny. El «jurado», el mundo, el público no es el mismo y en esta realidad quien gana, quien triunfa, es Bad Bunny, un artista cuyas letras machistas en la sociedad del feminismo triunfan en una contradicción aplastante, pero real.
Es el artista sin aptitudes vocales según los cánones casi olvidados, que hoy es poseedor de las aptitudes vocales necesarias, suficientes, precisas. Lo mismo en cuanto a las aptitudes para el baile o en cuantos talentos cualquiera quiera poner sobre la mesa. Bad Bunny es el reflejo del nuevo mundo, como la película de Terrence Malick, donde las universidades más prestigiosas, los linguistas más reconocidos o los científicos de renombre estudian la nada que ahora es el todo.