El DP World Tour bajó la persiana como lo ha hecho en los últimos cuatro años, con la coronación de Rory McIlroy como mejor jugador del año. Ya suma siete, junto a las ediciones de 2012, 14 y 15. Desempata con Seve Ballesteros. Sólo Colin Montgomerie, el escocés que tomó el relevo del cántabro en los 90, atesora más. Logró ocho.
Fue el broche al curso más especial en la carrera del norirlandés, de 36 años, con el Masters como cúspide, el grande que le faltaba y con el que completó el Grand Slam. No ha sido un año extraordinariamente prolífico, pero sí hubo victorias muy señaladas. Todo lo que ha ganado ha tenido un gran significado: Pebble Beach, la joya de California, en su vuelta al PGA Tour, The Players, Augusta, el open de su país y la Ryder Cup. Además, esta semana se conoció que un premio con su nombre irá destinado al golfista del circuito que mejor prestaciones tenga en los cuatro grandes.
El año concluso confirma a Rory como el mejor golfista europeo del primer cuarto de siglo. En 17 temporadas ha sumado 45 victorias. La cuenta la inició en Dubái, en el Desert Classic, en 2009, en el mismo emirato donde ahora festeja el éxito. «Estoy agradecido de haber podido jugar con él. Es un modelo a seguir», reconoció Marco Penge, el inglés que porfió con él hasta el último torneo por la Race to Dubái y acabó segundo.
Su figura es universal. A todos los méritos referidos se añade que está asociado con Tiger Woods en la liga de simuladores, que se le refiere como el golfista que se ha resistido a marcharse al LIV Golf -se rumorea que llegó a tener una oferta de 1.000 millones de dólares-, que, además, tiende puentes para que el golf recobre la unidad y que lo adorna con el swing más plástico de todos cuantos sean visto en esta era.

McIlroy celebra un birdie
En tiempos donde el cisma en el golf ha debilitado el deporte y ante la falta de carisma del número 1 mundial, Scottie Scheffler, McIlroy cobra más identidad. Su figura trasciende más allá de su deporte. Que fuera el blanco del odio del público estadounidense dimensiona el personaje. Su vida amorosa y que lleve a un amigo como caddie en la bolsa, Harry Diamond, lejos de los experimentados que suelen acompañar a las estrellas ha sido su flanco más criticado.
Técnicamente es el paradigma del golfista moderno. Está entre los cinco primeros en cuatro de las seis estadísticas principales del DP World Tour (media de golpes, putt, distancia con el driver, golpes ganados al campo) y al juego ordenado añade una capacidad única de resolver en los momentos clave. Seguramente también gane el trofeo al mejor golpe del año con el segundo que dio en la última jornada del Masters en el hoyo 15, el par 5 del lago. Es el rey del golf.