El deporte cordobés está lleno de historias peculiares en cuanto a extranjeros. Son miles los que han pasado por la provincia en todas las disciplinas, dejando más o menos huella por el camino. En lo últimos años, el fútbol con el Córdoba CF y el balonmano con el Ángel Ximénez o el Adesal, por su condición de jugar en la élite, son los que más han atraído talento de fuera de las fronteras españolas. Eso sí, históricamente, quizá no haya un deporte en clave califa que haya sumado más acento internacional que el baloncesto. De hecho, esta temporada se está cumpliendo un absoluto récord en hasta seis clubes diferentes. Eso da lugar a infinidad de anécdotas, momentos para el recuerdo, pasos amargos, operaciones para olvidar, relaciones fallidas o amores para toda la vida. Es justamente esto último lo que víncula al Club Baloncesto Montilla con el primer extranjero de su historia.
El libro ‘Días de vino y canastas’ repasa las cuatro décadas de vida del baloncesto en Montilla
En efecto, el conjunto vinícola, que vivió su época de esplendor en torno a la canasta a principios de este siglo, echó a andar por primera vez en 1984, cuando en la localidad apenas había otras opciones deportivas que no fuesen el fútbol o la natación, la cual había comenzado a rodar a la par que el baloncesto. Además, en unos tiempos donde la mayor parte del talento se concentraba en la capital, aunque había núcleos provinciales de gran impacto. Unos cuantos amigos montillanos decidieron unir ese germen que había brotado en colegios y plazas del municipio, para empezar a trabajar de manera federada. Y, casualidades del destino, ya en su primera temporada contaron con un americano en sus filas.
Se trata de Edwars Myers Garth, quien perteneció al primer equipo montillano entre 1984 y 1986, es decir, durante las dos primeras temporadas de su historia. Un caso peculiar y que se dio al residir este norteamericano en Montilla debido a que pertenecía a la congregación de los Evangelistas. Así, tras ganarse una merecida fama durante las ligas de verano, fue un fichaje de impacto para aquel club que daba sus primeros pasos. Un rubio americano, alto, elegante en su técnica, excelente base-escolta y, seguramente, mucho mejor tirador, que hacía las delicias del público.
Fueron tan solo unos pocos años de vinculación (Myers llegó a vivir igualmente en otras localidades cordobesas), aunque el amor por Montilla ya quedaría grabado a fuego para toda la vida. Así, este pasado verano se publicó el libro ‘Días de vino y canastas’, que viene a conmemorar el 40º aniversario del CB Montilla. Debido a esto, miembros del club decidieron enviarle un ejemplar al primer norteamericano de su historia, por entonces compañero y, cuatro décadas después, un amigo en la distancia.
De este modo, el paquete incluía no solo el citado libro, sino igualmente una gorra del club, un pin y una camiseta con el nombre de Myers y el dorsal que lucía que por aquella época. Lo más curioso de todo es que, lejos de que cayera en el olvido, Montilla seguía ocupando un pedacito muy importante en el corazón de este estadounidense. A miles de kilómetros, el vínculo cordobés continuaba intacto, tal y como quedaba reflejado en una imagen que el protagonista envió de vuelta agradeciendo el regalo, y donde posaba junto a sus cuatro nietos en el salón de su casa, presidido por un gran cartel de una corrida de toros en Montilla.
Myers vive actualmente en Río Rancho, Nuevo México, y pasó en total una década en la provincia de Córdoba, entre Montilla y Peñarroya. Llegó a España con una hija y los dos siguientes pueden considerarse cordobeses, dado en el municipio de la Campiña Sur nació su primer hijo, mientras que en Peñarroya tuvo a su segunda hija. Aún hoy, 40 años después, afirma que los 10 años que estuvo en España fueron “los mejores de mi vida”.