En la obra del arquitecto suizo Peter Zumthor siempre ha habido algo difícil de nombrar, pero fácil de sentir. Esa cualidad que hace que uno cruce un umbral y perciba, sin pensarlo, que está ante un espacio distinto. No habla de estilo, tampoco de elementos arquitectónicos. Zumthor prefiere hablar de sensaciones: de esa chispa física que aparece antes de que la mente empiece a analizar lo que sucede. Quizá por eso su arquitectura ha terminado convertida en un punto de referencia para quienes buscan casas y edificios que se vivan con los sentidos más que con los ojos.

A sus 82 años, sigue confiando en su instinto, que aprendió mucho antes de estudiar arquitectura. De niño, en la casa familiar, había un sonido que funcionaba como un ancla emocional. El ruido cotidiano de su madre en la cocina que marcaba el ritmo del hogar. Ese recuerdo se convirtió en una especie de brújula sensorial y, con los años, en una declaración de principios: para él, un edificio comienza siempre por lo que se oye.

Peter Zumthor, el arquitecto que escucha primero El arquitecto suizo Peter Zumthor, premio Pritzker 2009, ejerció de mentor de la arquitecta paraguaya Gloria Cabral en la edición 2014-2015.

Zumthor no concibe la arquitectura como un objeto que se contempla sino como una atmósfera que te recibe. Y para recibir, dice, hay que escuchar. En un mundo saturado de estímulos visuales, digitales, emocionales, él insiste en depurar el entorno para que sólo queden los sonidos que pertenecen a la experiencia. El resto, lo llama directamente “basura”.

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La arquitectura empieza con la emoción Secular Retreat, de Peter Zumthor para Living Architecture.

Su método arranca mucho antes del plano, del boceto o del cálculo. Empieza, dice, con una reacción física. “Lo importante es que se empieza por la emoción”, afirma. Esa emoción no es abstracta: tiene peso, temperatura y memoria. Su infancia en un taller de carpintería marcó su manera de enfrentarse a los materiales: tocándolos, escuchándolos, dejándolos demostrar qué son capaces. De ahí que sus proyectos no busquen impresionar, sino acompañar.

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En sus palabras, las cosas “deben sonar como se ven”. Esa coherencia entre materia, luz, proporción y sonido define la cualidad íntima de sus proyectos. Peter Zumthor trata de diseñar permitiendo que cada elemento aporte su propio carácter acústico: el paso suave sobre un suelo de madera, la manera en que un espacio amplio respira, el leve murmullo que llega desde fuera. Son matices que no se controlan del todo, pero sí se afinan.

Diseñar bienestar, crear placer Peter Zumthor Thermes de Vals Retrato de Kengo Kuma

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Tras escucharle, resulta evidente que Zumthor no persigue el orden ni la perfección. Persigue otra cosa: bienestar. Habla de arquitectura como quien habla de hospitalidad. De ofrecer a los demás un lugar donde puedan ser, sin interferencias. Donde la belleza no asome como un espectáculo sino como una compañía.

Esa atención al detalle, a lo que no se ve pero se siente, convierte sus obras en espacios donde uno entra y automáticamente baja el ritmo. Donde la atmósfera hace su trabajo sin imponerse. Donde un sonido mínimo basta para situarte. Como aquel que él escuchaba de niño en la cocina familiar. Ese hilo íntimo, casi imperceptible, que todavía hoy guía a uno de los arquitectos más influyentes del mundo cada vez que empieza una casa.