A punto de cumplir 85 años, damos un paseo por Dos Hermanas con el artista utrerano, autor también de los tres viajeros de la Plaza del Arenal

Pido disculpas por el titular de este reportaje. Salvador García es un reconocidísimo escultor, premiado con importantes galardones y miembro de la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Si pregunto “¿Quién lo conoce?” es por mi impresión personal de que un alto porcentaje de los nazarenos que pasan a diario por delante de sus esculturas no conocen su autoría y, mucho menos, ponen cara a este genial artista.

Es por ello que, con la mediación del arquitecto nazareno Víctor Díaz, vamos a Utrera a casa de Salvador, para traerlo a Dos Hermanas y hacerle la entrevista ante sus obras. Le acompaña su hija Elena.

Esta escultura en bronce de las dos hermanas fundadoras, colocada aquí en 2005,  se ha convertido en un icono de la ciudad. ¿Recuerda cómo fue el proceso?

Yo ya tenía buena relación con el Ayuntamiento de Dos Hermanas, porque en 2003 me encargó el “Monumento al Viajero”, tres estatuas que fueron colocadas en el entorno de la estación de trenes. Un día hice un bolardo (de esos que sirven como postes para evitar aparcamientos) con las dos hermanas y se lo presenté al alcalde Toscano. Le gustó. Me dijo que eso no era para un bolardo, sino para una estatua. De hecho, estaban buscando un símbolo de Dos Hermanas para una rotonda. Y me puse a ello.

¿Cuánto tardó?

Estuve tres meses, más el proceso de fundición. Primero hice los dibujos, después un boceto en barro y más tarde en escayola. Tras la fundición, cuando ya la vi en tres dimensiones y a su tamaño real en la nave de mi hermano, subía y bajaba continuamente de los andamios, y me movía alrededor, para rectificar y darle la terminación que quería.  

¿Se obsesiona cuando está en proceso de creación?

Cuando hago una obra, me absorbe. Me meto en mi mundo y trabajo hasta que se va el sol, a veces hasta la madrugada. Nunca debes optar por la conformidad.

¿Diría usted que su estilo es realista o surrealista?

Yo lo llamaría “escultura figurativa”. Juego con los huecos, forman parte de la composición; me gustan las curvas, son sensuales. Lo recto es demasiado arquitectónico.

¿Qué siente cuando ve esta escultura?

Estoy muy orgulloso de que esté en un lugar tan importante de mi querida Dos Hermanas. Pero ya no me pertenece. Cuando entregas una obra, pasa a otra dimensión. Pertenece al pueblo.

Además de esta y las del Arenal, también es suyo el conjunto “Homenaje a la Guardia Civil” en una rotonda de Montequinto. ¿Con cual se siente más satisfecho?

Por las que más cariño siento son por aquellas que se alejan del realismo. En Utrera, una de mis esculturas es la dedicada a Enrique Montoya. Está muy bien, pero no puedo ser libre, porque se me pide realismo. Me gustan más las esculturas como la que tengo en Torremolinos. Son dos mujeres corriendo por la playa, en homenaje a Picasso.  

Sus obras están repartidas por pueblos de toda Andalucía, como Martos, Antequera, San Fernando o Bollullos. También fue usted responsable de la restauración del Monumento a Bécquer del Parque de María Luisa. Pero esos son encargos. Cuando esculpe por gusto, ¿qué es lo que hace?

Has estado hoy en mi taller, que está repleto de bocetos en barro. Son escenas cotidianas. Voy por la calle, veo a dos mujeres que se ponen a charlar y enseguida retengo la imagen y la trabajo en barro. Pero son imágenes descriptivas y no le interesan a nadie. 

Ha trabajado como Catedrático de Dibujo en varios institutos de Utrera. El 20 de noviembre cumplirá 85 años. ¿A qué se dedica?

Sigo trabajando, David. Es una necesidad vital, una vocación.


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