Álex García (o Alejandro, como le gusta que le llamen) no transmite paz, él es paz. Hablamos con el actor desde Roma, donde se encuentra grabando una película en inglés e italiano y lo primero que le preguntamos es cómo está, una pregunta que se hace con poca frecuencia en tiempos de promociones aceleradas y tiempos muy marcados en las entrevistas. “Estoy bien. Acabo de cumplir 44 años y lo he celebrado comiéndome una pasta riquísima en Roma con una amiga, así que no me quejo”, nos dice el actor, que acaba de estrenar El cuco de cristal, serie de Netflix basada en la novela de Javier Castillo y en la que comparte cartel con Itziar Ituño, Iván Massagué y Catalina Sopelana. Pasados los 40 y tras un año complicado con la muerte el pasado verano de Verónica Echegui, su compañera de vida durante más de una década, Alejandro se muestra más sereno que nunca y en cada una de sus palabras hay reflexión y armonía con lo que hay a su alrededor y lo que le ha tocado vivir en los últimos 12 meses.
¿Cómo es Miguel, ese guardia civil que desde el principio de El cuco de cristal ya vemos que tiene también su lado oscuro?
Es un guardia civil muy cuidador de su familia, muy pendiente de su mujer y sus hijos con el hándicap de que tiene una herida muy profunda de su infancia que aún no ha cerrado y que le hace perderse muchas veces en las investigaciones y en el dolor que todavía siente. Para mí ha sido un personaje muy bonito de interpretar y sobre todo por su conexión con la naturaleza.
El personaje es como que afronta una dualidad emocional: de padre amoroso pero luego guarda ahí ese dolor que le hace sacar la ira…
Exactamente. Eso es lo interesante, esa dualidad o la tríada, me atrevo a decir, está en cada uno de nosotros en este planeta. No hay más que fijarse en la M30 cuando llegas a Madrid, por ejemplo, y en cómo conduce la gente. Ahí ves la dualidad perfectamente (risas). Lo que pasa es que en este personaje sale como un dolor más profundo y manos gestionado y por eso es ficción, claro, es lo que le hace interesante, ver qué hace cada uno con su dolor en esta vida. Para mí fue muy bonito descubrirlo en el set porque mi análisis con Laura Alvea (directora) tanto con la coach con la que suelo trabajar, teníamos claro por dónde podía salir la ira, pero claro, como yo no soy Miguel, teníamos que encontrar el camino adecuado para que saliera y fuera creíble. A través de su relación con lo que se va encontrando por el camino, vimos que su grieta quebraba súbitamente cuando salía el tema. Estoy muy feliz de haber profundizado porque creo que es bueno que se vea a través de Miguel que aunque tengas un gran dolor, lo que él hace o cómo actúa no es el camino. Que las heridas tienen mejor recorrido si las sanas que si culpas a todo el mundo de lo que te pasó a ti de pequeño.
Además de misterio y thriller, todos los personajes están siempre al límite de sus emociones, como en una línea muy fina que no sabes si ocultan algo o son realmente así…
Completamente, las ficciones suelen tener esto con personajes llevados al límite a lo largo de la película o la serie, pero en esta en particular lo hace muy bien Javier Castillo y lo han trasladado muy bien tanto Juan Miguel del Castillo (director) como Laura, los directores de la serie, y todos están haciendo funambulismo con su corazón constantemente y es lo que hace que se monte la que se monta en el pueblo. Yo creo que es algo por lo que transita mucha gente y cuando se juntan ciertas circunstancias inadecuadas y en el momento menos adecuado pues ocurre la tragedia. Si lo ves desde fuera es una tragedia y es muy fuerte lo que vemos. Y al mismo tiempo el contrapunto de la naturaleza que te muestra la paz de la naturaleza, el instinto de los animales, del lobo, vivir en un pueblo aparentemente tranquilo donde puedes vivir tranquilo… o elegir el otro camino.