El Día Mundial de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), que se celebra este miércoles, vuelve a poner sobre la mesa una realidad que inquieta a los especialistas: tres de cada cuatro personas afectadas en España siguen sin diagnosticar. Un dato que, según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), demuestra que la EPOC continua avanzando en silencio, a pesar de los progresos en prevención, detección y tratamiento.
La EPOC es una enfermedad respiratoria marcada por una inflamación persistente en los bronquios que dificulta el paso del aire. Esa obstrucción, asociada sobre todo a la inhalación de humo de tabaco, también puede estar provocada por la exposición a contaminantes ambientales y profesionales. Según el estudio EPI-SCAN II, afecta al 11% de la población adulta entre los 40 y los 80 años, lo que supone más de 2,9 millones de personas, pero cerca del 75 % desconoce que la padece. La consecuencia es evidente: cuanto más tarde se detecta, mayor es el deterioro pulmonar y más difícil resulta frenar su progresión.
El problema del infradiagnóstico se explica en parte porque la enfermedad avanza de manera gradual, sin grandes alarmas iniciales. La disnea —ese ahogo que aparece en fases más avanzadas— se suma con el tiempo a la tos persistente y a la mucosidad que cambia de color o aumenta durante las infecciones respiratorias. A estas señales se añaden, en los casos más prolongados, complicaciones como pérdida de peso, fatiga, desnutrición, ansiedad, reducción de masa muscular u osteoporosis. Aunque no tiene cura, sí es prevenible y tratable, y los especialistas insisten en que las intervenciones tempranas marcan la diferencia.
LA PRUEBA ES ESENCIAL
“El infradiagnóstico sigue siendo uno de los principales desafíos”, recuerda el Dr. Juan Marco Figueira Gonçalves, secretario del Área de EPOC de Separ. “Identificar la enfermedad en fases iniciales es clave para intervenir precozmente, frenar el deterioro funcional y, en los casos sintomáticos, reducir exacerbaciones y mejorar la calidad de vida. Para lograrlo, resulta fundamental impulsar la realización de espirometrías y reforzar los programas de detección precoz”, añade. La espirometría, una prueba sencilla que mide la capacidad respiratoria, sigue siendo la herramienta más accesible y eficaz para detectar la EPOC en sus primeros estadios.
La Dra. Antonia Ocaña Padilla, médico de familia y vocal de comunicación de Separ, insiste en que su uso debe pasar a ser rutinario entre fumadores y exfumadores. “Es importante que todas las especialidades médicas incorporen la espirometría en la evaluación de los pacientes fumadores o exfumadores, y que la población conozca y demande esta prueba a su médico. La detección precoz de las enfermedades respiratorias debe entenderse como una responsabilidad compartida entre todos los profesionales sanitarios y la ciudadanía”, subraya.
En los últimos años, el tratamiento de la EPOC ha mejorado mucho. Los broncodilatadores y los corticoides inhalados siguen siendo fundamentales porque ayudan a abrir los bronquios y a bajar la inflamación. A esto se añaden nuevas terapias biológicas, que se usan solo en algunos tipos concretos de EPOC y permiten adaptar mejor el tratamiento a cada paciente. “La EPOC no solo plantea un reto sanitario, sino también medioambiental. La transición hacia inhaladores con menor impacto en el medio ambiente demuestra que es posible avanzar en salud respiratoria de manera responsable y sostenible”, destaca el Dr. Figueira.
A pesar de estas mejoras, los especialistas recuerdan que la clave para controlar la enfermedad no es solo farmacológica. El abandono del tabaco sigue siendo la medida más eficaz para prevenir el avance de la EPOC, y a ello se suman la rehabilitación pulmonar, el ejercicio regular, la vacunación preventiva y un seguimiento clínico constante. Separ defiende un modelo de atención integral que ponga al paciente en el centro, adapte el tratamiento a las características de cada persona y refuerce la coordinación entre los profesionales que intervienen en su cuidado.
“La EPOC es prevenible, tratable y controlable. Para lograrlo, necesitamos diagnóstico precoz, incorporación de los avances terapéuticos y una atención centrada en la persona. Cada paciente cuenta”, explica el Dr. Figueira Gonçalves.