El oro es un ganador indiscutible en el mundo de la inversión en este 2025, con un alza envidiable que ronda el 50%. Ha pulverizado máximos históricos hasta colocarse sobre los 4.000 dólares y se ha abierto paso con derecho propio en las carteras de inversión, atrayendo a nuevos perfiles más allá de los clásicos compradores, los bancos centrales. La firma británica Schroders reivindica su papel en las carteras para 2026 y ve para el metal precioso, en una estimación que reconoce conservadora, un potencial de subida de entre el 10% y el 15%, al entorno de los 4.500 dólares la onza. Aunque la apuesta de Schroders no pasa por el oro físico sino por la inversión en compañías mineras, que se verán beneficiadas de una demanda constante y de las limitaciones de una producción que no va más allá de las 3.500 toneladas anuales.

Matthew Michael, analista de materias primas y deuda emergente de Schroders, ha defendido este martes en una presentación a medios el potencial que encierra el oro pese al rally de su precio —no solo este año sino los dos anteriores— y ha defendido la oportunidad que suponen las compañías mineras dedicadas al oro para extender la revalorización del metal precioso. De hecho, la firma británica prefiere jugar la baza del oro a través de las compañías mineras y no del metal físico.

Según ha explicado Michael, el precio del oro se va a ver sostenido de forma indudable por la demanda de los bancos centrales, en especial por la compra de los países emergentes, mientras que la producción anual de oro se va a mantener en niveles parecidos a los actuales. Ello sostiene la previsión de la firma británica de un alza del precio del oro en 2026 de entre el 10% y el 15%, hasta el entorno de los 4.500 dólares.

Schroders prevé que los bancos centrales continúen el proceso de diversificación de sus reservas, que se ha acelerado con el mandato de Trump y los mayores riesgos geopolíticos y cierta pérdida de credibilidad en la deuda soberana de EE UU y en el dólar y que ya comenzó con la guerra de Ucrania y la congelación de las reservas del Banco Central de Rusia.

Michael señala el amplio margen con el que cuentan los bancos centrales emergentes para diversificar sus reservas en favor del oro y acercarse a los niveles de tenencia muy superiores de los bancos centrales de economías desarrolladas. Así, si por término medio el oro supone algo menos del 20% del total de las reservas de los bancos centrales a nivel global, en el caso de los bancos centrales de países emergentes el porcentaje se reduce al 12%.

Pero más allá de los bancos centrales, el experto de Schroders señala que “los inversores no han hecho más que mojarse un dedo del pie” en cuanto a la inversión en oro. La parte que los family office dedican a la inversión en el metal precioso es de solo el 1% de su cartera. Para Michael, a diferencia del pasado, la inversión en mineras cotizadas dedicadas al oro supone una oportunidad de amplificar el potencial alcista del metal. El fondo Schroder ISF Global Gold acumula una revalorización en el año del 140%, muy superior a la del oro físico, reflejo de cómo las cotizaciones de las mineras duplican con creces el alza del metal. Por ejemplo la estadounidense Newmont Corporation se dispara este año el 125% en Bolsa y Barrick Mining sube el 133%.

El experto de Schroder destaca la solidez del balance que han logrado en los últimos años las compañías mineras, la mejora en el control de costes pese a la inflación y en el gobierno corporativo, y una rentabilidad al accionista que ronda el 4%. Y pese al ascenso bursátil, las valoraciones seguirían siendo atractivas, sin superar la media de los últimos cinco años.