De defensor de las bicis a idear un plan kamikaze. Manuel Burque, cansado de la velocidad y las malas formas de algunos ciclistas en Madrid Río, ha pasado de la indignación a la imaginación y propone una solución tan extrema como irónica para poner el problema sobre la mesa.
«Siempre he querido que Madrid sea más amigable para las bicis», explica Burque en Me pasa una cosa. «Porque son una minoría débil en la ciudad, sin carriles bici, con coches que les pasan rozando». Pero asegura que en Madrid Río la situación se ha invertido: «Ahora los ciclistas son los abusadores».
Burque describe el paseo principal del parque como «la M-30 de ciclistas y patinetes», donde cruzar con un perro, un niño o una persona mayor se convierte en una aventura. «Van mucho más rápido de lo permitido y se quejan si alguien se cruza, cuando los carteles dicen que la prioridad es peatonal», lamenta. Y añade un detalle que no pasa desapercibido: «Suelen ser hombres de unos 55 o 60 años embutidos en licra, con esos trajes ajustados que parecen hechos al vacío».
Ante la impotencia de no ser escuchado «les grito, pero van tan rápido que no oyen nada», Burque confiesa que ha fantaseado con un plan radical: dejarse atropellar por un ciclista para generar conciencia. «Lo imagino mucho, me tiraría delante, me pelearía con él, ganaría porque ellos llevan esas zapatillas que no pueden correr, y luego lo contaría en el programa», bromea. Incluso pensó en ponerse una armadura para evitar daños: «Prefiero que me atropelle a mí que a mi perro».
La psicóloga invitada al programa, Sara Belén, le dio una clave: «Detrás de la rabia siempre hay otra emoción», le dijo. «Yo te veo con ansia de empatía, ganas de que alguien empatice contigo». Burque lo asumió con humor: «Es mi revolución Joker», ironizó.
El debate no es menor: ¿cómo compatibilizar el derecho a circular en bicicleta con la seguridad de quienes pasean? Burque lo resume así: «No quiero que esto acabe en tragedia, pero alguien tiene que llamar la atención».
Por ahora, su plan sigue siendo solo una ocurrencia radiofónica, pero la conversación está abierta. ¿Es hora de replantear la convivencia en los espacios compartidos?
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