El primer beso en los labios del que se tiene constancia se lo dio una pareja hace 4.500 años en Mesopotamia y quedó registrado en una tablilla de arcilla. Pero este comportamiento, presente en muchas culturas humanas, también se encuentra en otros animales como … hormigas, aves, osos polares y, especialmente, los grandes simios, por lo que plantea un enigma evolutivo: parece conllevar altos riesgos, como la transmisión de enfermedades, sin ofrecer una ventaja reproductiva o de supervivencia evidente. Entonces, ¿cuándo y por qué apareció?
Un nuevo estudio de la Universidad de Oxford sitúa los orígenes del beso en un ancestro común de los grandes simios hace entre 16,9 y 21,5 millones de años, lo que sugiere que debió de ser común en nuestro linaje. Aunque las razones por las que apareció y sobrevivió hasta la actualidad no están muy claras, probablemente tienen que ver con la selección sexual y el cuidado parental. Curiosamente, los investigadores dicen que los neandertales se besaban entre sí y también con los humanos modernos.
Los primates están estrechamente relacionados con nosotros, así que los investigadores, dirigidos por la bióloga evolutiva Matilda Brindle, querían comprender por qué se besan y qué factores de su biología podrían influir en ese comportamiento. Para ello, revisaron la literatura científica sobre observaciones de besos en primates e incluso vídeos en plataformas como YouTube. Reconocen que no es el mejor material, porque el beso es un comportamiento raro y algunas especies pueden quedar fuera simplemente porque nadie las ha fotografiado, pero suponía un punto de partida. Después, utilizaron un enfoque filogenético, es decir, estudiaron la relación evolutiva entre las especies, para entender cómo el beso pudo haber pasado de rama en rama en su árbol genealógico. En total, emplearon un conjunto de 10.000 árboles filogenéticos de primates sacados de la web 10kTrees para realizar un análisis estadístico. El modelo estadístico (denominado modelado bayesiano) para simular diferentes escenarios evolutivos a lo largo de las ramas del árbol, se ejecutó 10 millones de veces para obtener estimaciones estadísticas robustas.
«Esta es la primera vez que se adopta una perspectiva evolutiva amplia para examinar el beso. Nuestros hallazgos se suman a un creciente conjunto de trabajos que destacan la notable diversidad de comportamientos sexuales que exhiben nuestros primos primates», afirma Brindle.
Según el estudio publicado en ‘Evolution and Human Behavior’, el beso, comprendido como un «contacto oral-oral dirigido, entre individuos de la misma especie, con algún movimiento de los labios y sin transferencia de alimento», ha sido observado principalmente en grandes simios (gorilas, chimpancés, bonobos, orangutanes), pero no en todas las especies de este grupo. Por ejemplo, hasta donde se sabe, los gorilas orientales no se besan. También se ha documentado en algunas especies de monos del Viejo Mundo, como los babuinos y los macacos.
Selección sexual
Si el beso evolucionó por primera vez en el ancestro común de los grandes simios hace unos 20 millones de años y se ha conservado desde entonces, necesariamente ha debido de estar presente entre los antepasados humanos. Sin embargo, no se observa en especies de simios pequeños, como los gibones, lo que sugiere que podría haberse perdido en esos linajes. Además, existen evidencias de que los neandertales, la especie humana extinta que vivió en Eurasia durante cientos de miles de años, también se besaban. Este hallazgo, junto con estudios previos que demuestran que humanos y neandertales compartían microbios orales (a través de la saliva) y material genético (mediante el mestizaje), sugiere firmemente que amnas especies se besaban entre sí.
Los resultados no ofrecen una repuesta definitiva de por qué surgió el beso, pero señalan que puede estar relacionado con la selección sexual y el cuidado parental. Por ejemplo, el beso podría haber sido una forma de fortalecer vínculos dentro de un grupo social o una forma de competencia reproductiva. Según el estudio, se practica más en especies con más competencia sexual y mayor selección tras la cópula, como en los grandes simios. También pudo haber evolucionado del comportamiento de premasticación, por el que los padres mastican los alimentos para sus crías e implica un contacto boca a boca. Pudo haber sido adaptado para un nuevo propósito hasta convertirse en lo que hoy conocemos como besarse.
«Aunque besarse pueda parecer un comportamiento común o universal, solo está documentado en el 46 % de las culturas humanas», afirmó Catherine Talbot, coautora y profesora adjunta de la Facultad de Psicología del Instituto Tecnológico de Florida. «Las normas sociales y el contexto varían enormemente entre las sociedades, lo que plantea la cuestión de si besarse es un comportamiento evolutivo o una invención cultural. Este es el primer paso para abordar esa cuestión».