Redacción
Existen evidencias consistentes de que los alimentos ultraprocesados (AUP) están desplazando patrones dietéticos arraigados, empeorando la calidad de la dieta a nivel mundial y asociándose a un mayor riesgo de múltiples enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación. La contribución energética estimada de los AUP al total de compras de alimentos en los hogares o a la ingesta diaria de alimentos se triplicó en España (del 11% al 32%) y China (del 4% al 10%) en las últimas tres décadas, y aumentó (del 10% al 23%) en México y Brasil durante las cuatro décadas anteriores.
Estos son los resultados que aporta el primero de los tres artículos de la nueva serie de The Lancet, elaborada por 43 expertos internacionales. En este artículo se revisa la evidencia científica sobre los alimentos ultraprocesados (AUP) y la salud, desde que el profesor Carlos Monteiro, de la Universidad de São Paulo (Brasil), y su equipo desarrollaron la clasificación Nova en 2009.
La ingesta diaria de alimentos ultraprocesados en España ha pasado del 11% al 32% en los últimos 30 años
Los AUP, según la clasificación de Nova, son productos de marca innovadores elaborados con ingredientes industriales económicos, como aceites hidrogenados, aislados de proteínas o jarabe de glucosa/fructosa, y aditivos alimentarios cosméticos (por ejemplo, colorantes, edulcorantes artificiales y emulsionantes). Están diseñados y comercializados para desplazar los alimentos frescos y mínimamente procesados, así como las comidas tradicionales, maximizando a la vez los beneficios empresariales.
La evidencia revisada en la serie muestra que las dietas ricas en AUP están relacionadas con la sobrealimentación, una baja calidad nutricional (exceso de azúcar y grasas poco saludables, y escasez de fibra y proteínas) y una mayor exposición a sustancias químicas y aditivos nocivos.
Regulación de los AUP
El segundo artículo de la serie describe políticas coordinadas para regular y reducir la producción, la comercialización y el consumo de AUP, y para responsabilizar a las grandes empresas por su papel en la promoción de dietas poco saludables.
El artículo expone cómo la mejora de la alimentación a nivel mundial requiere políticas específicas sobre alimentos ultraprocesados que complementen la legislación vigente para reducir el alto contenido en grasas, sal y azúcares de los alimentos. El profesor Barry Popkin, de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.), expone que «solicitamos que se incluyan en el etiquetado frontal los ingredientes que indican la presencia de alimentos ultraprocesados (por ejemplo, colorantes, saborizantes y edulcorantes), junto con el exceso de grasas saturadas, azúcar y sal, para evitar la sustitución de ingredientes poco saludables y permitir una regulación más eficaz».
Entre las acciones políticas propuestas, destacan incluir en el etiquetado frontal los ingredientes que indiquen la presencia de AUP
Los autores proponen restricciones de marketing más estrictas, especialmente para la publicidad dirigida a niños, en medios digitales y a nivel de marca, así como la prohibición de los alimentos ultraprocesados en instituciones públicas como escuelas y hospitales, y la limitación de su venta y espacio en los estantes de los supermercados. Los autores enfatizan que, además de regular los AUP, las políticas deben ampliar el acceso a los alimentos frescos. Esto podría lograrse gravando ciertos AUP para financiar subsidios a alimentos frescos para hogares de bajos ingresos.
Políticas de las empresas de AUP
El tercer artículo de la serie explica cómo las corporaciones globales, y no las decisiones individuales, impulsan el auge de los alimentos ultraprocesados, y que una respuesta global de salud pública a este desafío es urgente y factible. Los autores destacan cómo las empresas de alimentos ultraprocesados utilizan ingredientes baratos y métodos industriales para reducir costos, junto con un marketing agresivo y diseños atractivos para impulsar el consumo.
Con ventas anuales globales de 1,9 billones de dólares (1.600 millones de euros), los alimentos ultraprocesados constituyen el sector alimentario más rentable. Los fabricantes de alimentos ultraprocesados representan por sí solos más de la mitad de los 2,9 billones de dólares (1.800 millones de euros) en dividendos repartidos entre los accionistas de todas las empresas alimentarias que cotizan en bolsa desde 1962. Estas ganancias impulsan el creciente poder corporativo en los sistemas alimentarios, al proporcionar recursos a las empresas AUP para expandir la producción, el marketing y la influencia política, transformando así las dietas a nivel mundial.
Una respuesta global coordinada de salud pública permitiría proteger la formulación de políticas de la injerencia de la industria
La serie revela cómo las empresas AUP emplean sofisticadas tácticas políticas para proteger sus ganancias: bloquean regulaciones, moldean debates científicos e influyen en la opinión pública. Coordinan cientos de grupos de interés en todo el mundo, ejercen presión sobre los políticos, realizan donaciones políticas y participan en litigios para retrasar la implementación de políticas.
Los autores abogan por una respuesta global coordinada de salud pública para proteger la formulación de políticas de la injerencia de la industria, poner fin a los vínculos de la industria con profesionales y organizaciones de la salud, y construir una red global de defensa de acciones contra los alimentos ultraprocesados. La serie termina señalando que abordar el problema de los alimentos ultraprocesados requiere una visión diferente de los sistemas alimentarios: crear sistemas que apoyen a los diversos productores locales de alimentos, preserven las tradiciones culinarias culturales, promuevan la equidad de género y garanticen que los beneficios económicos de la producción de alimentos retornen a las comunidades en lugar de a los accionistas.