La primera película de Wicked (2024) era una explosión. Su continuación es lo que queda después de que los fuegos artificiales se hayan consumido, arrasando con la felicidad de Oz a su paso.

Wicked: Parte II no es una secuela sino el segundo acto de una historia que se quedaba inconclusa en noviembre del año pasado al adaptar el musical homónimo de Broadway, doblando su extensión.

Cuando la cinta anterior llegó a la cartelera española, lo que no se había estrenado en nuestro país era su versión escénica, todavía. Pero en 12 meses da tiempo a que ocurran muchas cosas, y yo acabé en el teatro viendo Wicked con unas altísimas expectativas después de disfrutar de su adaptación.

Todo el mundo hablaba horrores de su segunda parte, aunque yo no comprendí esas críticas hasta que regresé a Wicked por tercera vez con su nueva película. Supongo que no es lo mismo ver el conjunto que ver la mitad, ni ver la obra que ver la película. Y esta, en efecto, es la mitad mala.

Wicked: Parte drama

El segundo acto de Wicked no flojea porque tenga peores canciones o menos variedad que el primero sino por la forma en que estas son trasladas a la gran pantalla.

Wicked había colocado el listón muy alto en 2024, ofreciendo un musical entretenido, luminoso, cargado de personajes memorables, que bailaban sobre unos decorados tras los que había un diseño de producción mágico.

Wicked: Parte II es incapaz de competir en ese ámbito porque no logra ofrecer las grandes novedades a nivel escenográfico que asumí en mis breves reflexiones sobre lo que debería incluir la película para superar a la primera, y por eso no llegué a mencionarlas.

Cynthia Erivo y Ariana Grande vuelan por los mismos lugares, aunque ahora presenten un aspecto diferente, mientras los escenarios inéditos que se incorporan son más compactos, menos espectaculares. Ya no tenemos una gran Universidad de Shiz que admirar por primera vez, una Ciudad Esmeralda reinventada desde los tiempos de El Mago de Oz (1939).

En vez de eso, parece que se han invertido muchos más recursos en el CGI, pues podemos hacer un arca de Noé con todos los animales que aparecen en esta nueva entrega, al tiempo que se vuelven habituales las escenas de Elphaba surcando los aires.

A su vez, la película también adquiere un tono más introspectivo y menos coral mientras se encamina a ese desenlace de la trama que ya se venía anticipando desde el final de la película previa.

Ya no hay coreografías cargadas de extras bailando sobre escenarios móviles en los que ocurren cosas en cada uno de los términos de la pantalla. En su lugar, casi siempre se presentan números individuales o con pocas personas implicadas, incluyendo las dos nuevas canciones creadas en exclusiva para la película, que no terminan de ayudar a agilizar el conjunto.

Tampoco contribuye a ello su tramo inicial, en el que las apariciones de Elphaba visitando a Glinda, al Mago y a su hermana Nessa se vuelven casi clónicas, y parecen alejar al personaje de su desarrollo.   

Sin embargo, es el conflicto narrativo el que obliga a un ritmo general más pausado y un tono mucho más oscuro en el largometraje. Atrás quedaron los saturados vestuarios y escenarios, en los que ahora reina la penumbra y el pesar de sus personajes en una película que ha pasado de ser una comedia musical a un drama musical.

Pequeños aciertos, pequeños errores (con spoilers del final de Wicked: Parte II)

Nessa siempre había ido en silla de ruedas con un propósito argumental claro: convertir a Elphaba en la responsable de que no pudiera caminar. Por eso, en el musical, la Bruja Mala del Oeste utiliza su magia para que abandone la silla, dándole un motivo de alegría.

La película, en cambio, no refuerza la estigmatización de ir en silla de ruedas que ese argumento respalda, y permite que su personaje tenga otro motivo de felicidad en el recuerdo de un baile, sin que caminar se convierta en una suerte de liberación.

Quizá este sea el cambio más significativo de la película, y uno agradecido, pero sus guionistas fueron incapaces de darle un final digno a su protagonista al querer mantenerse fieles al del musical original.

Que Elphaba decida pasar el resto de su vida en un páramo desolado más allá de las fronteras de Oz con la única compañía de su novio en lugar de querer buscar la manera de reintegrarse en la sociedad, es terrible.

No porque haya elegido a Fiyero en lugar de a Glinda -que también- sino por el mensaje que transmite y que ha superado hasta Disney: no necesitas nada más que el amor romántico en tu vida para sentirte plena.

Wicked: Parte II se estrena en cines el viernes 21 de noviembre, pero es una película poco agradecida de ver en solitario, como señalaba al principio del texto. Si todavía no has visto la cinta anterior, lo más interesante sería asistir a una sesión doble, que te ofrecería la experiencia más cercana a la del musical original, y aún así seguiría siendo más económica y espectacular.

Valoración

Nota 83

Wicked: Parte II no es una secuela sino una continuación imprescindible para saber cómo acaba la historia de Wicked, aunque ahora la propuesta es muy diferente: pasa de ser una comedia luminosa a un drama oscuro.

Lo mejor

Mejoras en el guion respecto al musical original.

Lo peor

La falta de sets rompedores. Coreografías menos multitudinarias.