Bea Ilardia (1974) es la abogada de la clínica Askabide de Vitoria-Gasteiz y lleva toda la semana en los juzgados de la capital alavesa ejerciendo de acusación en un juicio paradigmático en todo el Estado español. La clínica Askabide ha conseguido sentar en el banquillo a 21 fundamentalistas religiosas que se concentraban en las puertas de la clínica durante el año 2022 para coaccionar a las mujeres que acudían a abortar. En el País Vasco el aborto lo asume el sistema público pero el 95 por ciento de los abortos se realizan en clínicas privadas convenidas. También se deriva a esta comunidad a mujeres que quieren abortar en la pública de otras comunidades autónomas como La Rioja. En este juicio, la acusación quiere demostrar que los rezos son parte de un movimiento organizado –40 días por la vida– que tiene como fin el cierre de las clínicas que practican abortos. Ilardia está segura de que la vía judicial es la clave para “pararles”, pero reconoce que la pelea judicial es complicada. En Pikara Magazine repasamos con ella las claves de las dos jornadas de un juicio en donde no solo han permitido acreditarse a cinco medios.

Los medios de comunicación hablan de un juicio histórico y vosotras lo catalogáis como un hito. ¿Por qué es tan importante?

Que se celebre el juicio ya en sí es una victoria porque nos permite poner encima de la mesa una situación que se está dando. Hay personas concentrándose en las puertas de las clínicas que practican abortos y coaccionando a las mujeres y a las trabajadoras. Desde 2022 contamos con una ley cuyo propósito es garantizar que las mujeres puedan interrumpir voluntariamente su embarazo en condiciones de libertad y seguridad. Es precisamente esta norma la que ha permitido sentar en el banquillo a estas 21 personas —y, en consecuencia, a todo un movimiento organizado— por obstaculizar ese derecho

 

 “Ellas dicen que rezar no molesta; nosotras decimos que es algo orquestado”

Se procesa a 21 personas por unos hechos que ocurrieron durante septiembre y noviembre de 2022. Vosotras tenéis claro que era algo organizado, pero ellas dicen que solo rezaban por las mujeres.

Ahí es donde está el debate jurídico y la pelea. Ellas dicen que rezar no molesta y nosotras decimos que es algo orquestado porque a nadie se le ocurre ponerse a rezar en silencio en medio de la calle. En el juicio hay quien ha reconocido que no sabía ni dónde estaba la clínica, que llegaba ahí desde otros lugares de Euskal Herria convocado por la oración y ante un llamamiento. Había, por lo tanto, un llamado a salvar las almas de los niños no nacidos, lo que demuestra que no era casual ni esporádico. Se trata de un movimiento organizado a nivel mundial que tiene mucho poder e influencia. Son parte del movimiento 40 días por la vida. Sus objetivos son claros: conseguir que las mujeres no aborten y cerrar las clínicas que practican IVEs [Interrupciones Voluntarias de Embarazo]. De hecho, siempre lo hacen de la misma forma para poder saltarse la ley.

¿Cómo lo hacen?

Rezan en silencio, no interactúan con las mujeres y portan carteles que hacen referencia a la vida. Así, pretenden evitar que les acusemos de coacción, pero ¿colocarte 40 días seguidos de forma ininterrumpida y por turnos delante de una clínica no es coacción? Ellos dicen que no hacen daño a nadie, que no generan molestias, pero nuestras testigos hablan de miradas inquisitorias y de comportamientos gestuales y eso ha tenido un efecto en ellas porque se crea un ambiente hostil. Una trabajadora ha declarado que se quitaba la bata para salir a tomar café por miedo a ser juzgada y otra paciente decidió cambiar de clínica.

“Solo rezaban”, declaró algún Ertzaintza en el juicio

En ningún momento en el Código Penal figura que la coacción requiera violencia, ni física ni verbal. Sin embargo, cada vez que llamábamos a la Ertzaintza para que les dijeran que se fueran, decidían que no era necesario porque no alteraban el orden público. “Solo rezaban”, declaró algún Ertzaintza en el juicio.

Antes de llegar a juicio, sin embargo, conseguisteis al menos una orden de alejamiento de 100 metros.

En el preámbulo de la ley se habla de un perímetro de seguridad y nosotras lo pedimos como medida cautelar. Los últimos años están rezando a 100 metros de distancia. Nos han dicho que queremos limitar la libertad de expresión, pero no hay colisión entre el derecho de las mujeres a un aborto seguro y su libertad de expresión y manifestación. Ellos pueden rezar en cualquier lado, pero las mujeres solo pueden abortar en las clínicas acreditadas para ello y por eso no deben estar en la puerta, porque si no el derecho de las mujeres está en riesgo. Si hoy les dejamos rezar en las clínicas privadas, mañana lo harán en los hospitales y ambulatorios. Hay que parales.

¿Qué supondría una condena?

Que la ley cobre su efectividad, que hasta ahora no lo está haciendo, y que no se puedan acercar a la clínica. Ni a Askabide ni a ninguna otra; y, por lo tanto, que las mujeres puedan entrar y salir de abortar de forma segura. Generaría un precedente muy importante. Eso sí, no es un escenario sencillo.

“La ley no está muy bien hecha, la carga probatoria es de las mujeres que denuncian”

¿Por qué?

Porque la ley no está del todo bien hecha. La propuesta de ley inicial era muy clara y concisa y se atrevía a castigar a todas las personas que se concentraran delante de las clínicas. Sin embargo, en la tramitación parlamentaria hubo una serie de enmiendas que modificaron esta propuesta y el resultado ha sido que la carga probatoria pasa a las personas que denuncian, es decir, a las mujeres. Con la ley en la mano hay que demostrar cuáles son esas molestias que generan la coacción y ahí es todo más interpretativo, por lo que podemos encontrarnos con sentencias contradictorias entre sí. Ahora bien, la molestia no es solo sentirse juzgada, triste o dejar de venir a la clínica, también es que te genere enfado y rabia su presencia y que no puedas estar tranquila o que no puedas salir y celebrar que has abortado. Cada mujer tiene derecho a vivir su interrupción del embarazo como quiera.

Si perdéis el juicio, ¿qué prevés?

Esa sería muy mala noticia. Supondría que al día siguiente podrían volver a la puerta de la clínica a rezar. Es decir, se concentrarían de forma legal y coaccionarían a las mujeres. Por lo tanto, el derecho al aborto no estaría asegurado. Además, preveo que se manifestarían con más fuerza y que puede traer un efecto llamada a hacerlo en la puerta de otras clínicas. Seria un escenario muy preocupante. Por nuestra parte recurriríamos e incluso instaríamos a los legisladores a modificar la ley. Las mujeres deben poder abortar tranquilas y seguras y nosotras seguiremos peleando por ello.