El 20 de noviembre de 1975, a las 4:58 horas, la agencia de noticias Europa Pres difundía en primicia la noticia que llevaban los españoles esperando desde algunas semanas: Francisco Franco, «caudillo de España por la gracia de dios», según rezaba en las monedas de entonces, había fallecido.

«Franco ha muerto. Franco ha muerto. Franco ha muerto» rezaba en el breve teletipo, pero contundente, que se distribuyó a los medios de comunicación. Detrás de esta información estaban dos periodistas: Mariano González, que hacía guardia en el hospital La Paz, donde estaba ingresado el dictador, y Marcelino Martín, que confirmó la noticia desde la redacción.

Según relatan ahora los protagonistas de la noticia más importante del momento, el texto del teletipo estaba pensado de antemano: «Franco ha muerto», repetido hasta tres veces para no dejar lugar a dudas.

Y aunque la noticia saltó a las 4:58 horas, en el acta oficial de defunción figuraba las 5:25 horas como la hora de la muerte. Sin embargo, según testimonios médicos recogidos por Efe, el fallecimiento se habría producido en torno a las 3:30 horas, e incluso el forense Antonio Piga, que se encargó de embalsamar al dictador, contó tiempo después que empezó con la tarea en torno a las dos de esa madrugada.

El parte en cuestión informaba de que el jefe del Estado había muerto por parada cardíaca, como episodio final de un shock tóxico por peritonitis a las 5:25 horas del 20 de noviembre —mismo día del 39 aniversario del fusilamiento del fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera—.

Los periodistas de Europa Press han relatado cómo descubrieron la noticia antes de la hora oficial: A Mariano González le pareció raro ver el coche oficial del jefe de la Casa Militar de Franco de madrugada llegando al hospital, y se lo comentó a Marcelino Martín, quien hizo una «ronda de fuentes de información» que tenía. Y todas apuntaban en la misma dirección: el caudillo había muerto

Entre sus fuentes, un militar del Servicio de Información de Presidencia del Gobierno, el sobrino del dictador y amigo del presidente de la agencia y un miembro del equipo médico que atendía a Franco.

Los problemas de salud del dictador

Franco llevaba sufriendo diversos problemas de salud desde el verano de 1974, cuando tuvo que ingresar en el actual Hospital Gregorio Marañón para ser tratado de una flebitis. Durante su ingreso, el entonces príncipe de España Juan Carlos asumió la Jefatura de Estado de manera interina durante siete semanas.

Tras ser dado de alta, Franco retomó el poder, aunque su salud ya empezaba a ser frágil. Entonces sufría párkinson, una enfermedad que se había mantenido en secreto en los primeros años cuando se le diagnosticó.

Pero el verdadero declive del dictador comenzó el 12 de octubre de 1975, tras asistir a los actos de la Fiesta de la Hispanidad, sufrió un enfriamiento y tuvo que guardar cama, primero por una gripe, que terminó afectando también al corazón. El 21 de octubre de ese año se informó de que Franco había sufrido una insuficiencia coronaria, y tres días más tarde, el régimen reconocía en un parte médico que se había producido un agravamiento de la enfermedad.

El 25 de octubre, el dictador recibió la extremaunción. Y el 3 de noviembre, fue sometido a la primera operación, de tres, a vida o muerte en la enfermería del Palacio de El Pardo, donde residía oficialmente. El 7 de noviembre fue ingresado en el Hospital La Paz. Desde el 14 de noviembre, todo apuntaba a que el final del jefe del Estado estaba próximo.

Los alrededores del hospital estaban plagados de periodistas, el flujo de visitas de familiares, políticos y militares era continuo. En la tarde del 19 de noviembre, su mujer Carmen Polo, su hija Carmen y su hermana Isabel fueron a verle. En el último parte médico se informaba de que estaba en estado crítico, sedado y con respiración asistida.

También aquella tarde recibió la visita de los entonces príncipes de España; del presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, y del presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez Valcárcel.

La Operación Lucero

La Operación Lucero era el plan que habían diseñado los servicios secretos para las primeras horas y días sin Franco. El plan en cuestión se activó ya el 25 de octubre de 1975, día en el que el octogenario dictador recibió la extremaunción.

Tras el parte médico que informaba de la muerte de Franco, el entonces ministro de Justicia, José María Sánchez-Ventura, como notario mayor del Reino, levantó acta del fallecimiento.

Poco después, a las 6:05 horas, el ministro de Información y Turismo, León Herrera, intervino en RNE para anunciar: «Se comunica a los españoles que a las cinco y veinticinco minutos de esta madrugada ha fallecido en Madrid el generalísimo Franco, jefe del Estado, después de una larga y penosa enfermedad».

A las 10:00 horas era el turno del presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, quien en TVE se dirigió a la población: «Españoles, Franco ha muerto». Muy emocionado, leyó también el testamento político de Franco antes de proferir con voz quebrada un «¡viva España!».

«Españoles… Franco ha muerto»

A continuación, presidió un Consejo de Ministros que decreta luto oficial en el país durante treinta días y pone en marcha la sucesión que estaba prevista en la figura de Juan Carlos I, quien sería proclamado rey dos días después.

Del hospital La Paz, el féretro con los restos mortales de Franco fue trasladado a El Pardo, donde fue velado por su familia, y algunas personalidades, entre los que están los todavía príncipes de España.

Al día siguiente, se le llevó al Palacio de Oriente —el actual Palacio Real— y, a las 8:00 horas, se instaló la capilla ardiente, que estuvo abierta al público hasta las 7:00 horas del 23 de noviembre. Durante 48 horas acudieron miles de españoles; unos, para dar su último adiós, y otros, para vivir un momento que iba a ser histórico.

Tras el cierre de la capilla ardiente, fue trasladado a la Basílica del Valle de los Caídos —lo que actualmente se conoce como Cuelgamuros—, donde se le dio sepultura y donde permaneció hasta 2019, cuando se le exhumó para inhumarle en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica.

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