En Madrid, ciudad donde vive el periodista que le entrevista… y también su hermana, en la zona norte, por la A6, en Aravaca, Paul McVeigh arranca la conversación con la misma cercanía con la que habla de liderazgo: sin solemnidad y con mucha honestidad. “Es interesante, porque siento que el liderazgo tiene dos caras”, avisa casi al principio. El exdelantero norirlandés, que jugó 20 años al máximo nivel y es el primer jugador profesional que ha obtenido un doctorado en Psicología, acaba de publicar No es sobre ti. La psicología del liderazgo, el primero de una trilogía con la que quiere cambiar la forma en la que mandan —y escuchan— los líderes de hoy.

“Una cosa es liderarte a ti mismo: como futbolista profesional necesitaba hacerlo cada día. Este libro, No es sobre ti. La psicología del liderazgo, es el primero de una trilogía que publicaré en tres años. Habla de cómo sacar lo mejor de tu equipo, cómo dar claridad, entender sus desafíos y sus creencias limitantes”, resume. Pero, en realidad, su proyecto tiene doble fondo. “Mi próximo libro, que saldrá en 2026, se titula Sí es sobre ti, porque cuando eres jugador profesional sí tiene que serlo: necesitas centrarte en ti, empujarte al límite para rendir al máximo nivel. Cuando te enfrentas a selecciones como la española de 2004 —Raúl, Xavi, Iniesta, Salgado, Casillas…— necesitas estar en tu punto más alto. Son dos mundos distintos: liderarte a ti mismo y liderar a otros”.

McVeigh, en una charla.

McVeigh, en una charla..

Del vestuario a la universidad

McVeigh presume de una mezcla poco habitual: vestuario de élite y aula universitaria. “Que una cosa es la teoría y otra la vida real”, avisa. “La teoría está en los libros porque alguien la estudió, pero cuando llega un escenario como el COVID, para el que no existe manual, solo te guía tu experiencia. Jugué 20 años al máximo nivel, lo que exige una disciplina absoluta. Pero eso no significa que supiera cómo enseñar ese rendimiento a otros; para eso necesitaba la teoría. Y al revés: hay profesores que saben toda la teoría, pero nunca han competido en ese nivel. Por eso quise tener ambas perspectivas: lograr algo que muy pocos han conseguido y, después, aprender el marco teórico para poder enseñarlo”.

Aún vemos mucho liderazgo vertical: ‘yo estoy arriba y digo lo que hay que hacer’

Ese cruce de caminos le permite mirar el liderazgo con lupa crítica. Su diagnóstico es claro: “Aún vemos mucho liderazgo vertical: ‘yo estoy arriba y digo lo que hay que hacer’. Todavía pasa en clubes y empresas. Esa jerarquía crea distancia entre quienes deciden y quienes ejecutan. La dirección es necesaria, sí, pero el liderazgo real exige conocer a tu gente. Si nunca ven al líder, se genera un vacío enorme. Cuando las personas sienten que quien marca el camino está cerca, todo funciona mejor”.

McVeigh, en una partido contra el United de Cristiano.

McVeigh, en una partido contra el United de Cristiano..

El primer líder: su padre

Cuando se le pregunta por la persona que más le marcó, McVeigh no se va a los grandes nombres del fútbol. “Mi padre. Podría citar a Klinsmann, Sheringham o mis entrenadores campeones del mundo, pero el primer líder fue él”, reconoce. Y ahí entra en territorio íntimo: “Me enseñó disciplina, trabajo duro y, sobre todo, curiosidad. Él estaba siempre deseando aprender: sobre física, sobre el espacio, sobre por qué la gente tiene éxito… Verle así cada día hasta que me fui de casa, a los 16 años, marcó mi manera de ver el mundo”.

Todos —desde un campeón del mundo hasta el CEO de una multinacional o un Navy Seal— coinciden en la empatía

Quizá por eso, cuando entrevista a perfiles tan diferentes como un campeón del mundo —Emmanuel Petit— o un alto ejecutivo —Álex Cruz—, ve un hilo común. “Que entienden que no se trata de ellos, sino del equipo. Todos —desde un campeón del mundo hasta el CEO de una multinacional o un Navy Seal— coinciden en la empatía: comprender al equipo para rendir mejor juntos. También en que nadie alcanza grandes cosas solo: el éxito siempre es compartido”.

McVeigh, en una imagen de archivo.

McVeigh, en una imagen de archivo..

McVeigh define el deporte como “el laboratorio perfecto del comportamiento humano”. Y lo explica comparando vestuarios y salas de juntas: “La urgencia. En el deporte necesitas resultados ya: si no ganas, te vas. En los negocios, en muchos casos, hay más tiempo para fallar, corregir y planificar a largo plazo. El deporte no te da ese margen, y eso hace que el enfoque y la toma de decisiones sean muchísimo más directos”. Ha trabajado con gigantes como BMW, Microsoft o Deutsche Bank, y ahí detecta un fallo muy repetido. 

“Descuidar su mentalidad. Estas grandes empresas quieren rendimiento ‘de clase mundial’, pero muchos equipos nunca han convivido con alguien que rinda a ese nivel. Tienen talento, han ascendido, pero no han trabajado su psicología. Y si tu mentalidad no acompaña a lo que te exigen, aparece esa distancia entre lo que deberías ofrecer y lo que puedes dar realmente”.

El mito del héroe y el ejército que le sorprendió

Su libro desmonta la figura del líder heroico, ese jefe infalible que todo lo sabe. “El liderazgo evoluciona más lento que la sociedad. El lenguaje que se usaba en 1994 en la Premier League hoy sería impensable. La diversidad, la salud mental, la vida personal… todo forma parte del trabajo en 2025. El líder actual debe entender esa complejidad. Y muchos aún operan como si estuviéramos hace 30 años”. Paradójicamente, uno de los entornos que más le sorprendió fue el militar. 

En contextos de vida o muerte, la gente te sigue por cómo actúas, no por tu rango

“El ejército. Entrevisté a Mike Sarraille, del Team 6 de los Navy Seals, la élite absoluta. Y lo más potente que dijo fue que todo empieza por el comportamiento del líder. No es ‘haced esto, haced aquello’. Es ‘yo voy delante y vosotros venís conmigo’. En contextos de vida o muerte, la gente te sigue por cómo actúas, no por tu rango”.

La habilidad clave y el error que lo destroza todo

Cuando mira hacia el futuro, McVeigh lo tiene claro: “La capacidad de evolucionar y entender la vida de las personas. Las demandas sociales cambian, los retos personales también. Quienes trabajen su psicología y mantengan la mente abierta serán quienes triunfen”. Y si hay un error que destruye un liderazgo a toda velocidad, lo resume en una frase: “Ponerse en el centro. Cuando el líder piensa que todo gira alrededor de él, se rompe la conexión con el equipo. Por eso el libro se llama No es sobre ti”. Ese enfoque le lleva a reivindicar el “liderazgo invertido”, donde los seguidores tienen un peso decisivo. 

“Vivimos en la era de la ‘renuncia silenciosa’. La gente ya no discute: simplemente se va. Si los seguidores no creen en el líder, si no les inspira o ni siquiera lo conocen, el equipo se vacía poco a poco. Sin seguidores no hay liderazgo”.

La marca personal vive en redes sociales; la autenticidad vive en la relación humana

En plena era de LinkedIn, TikTok y compañía, McVeigh distingue bien entre postureo y autenticidad. “La marca personal vive en redes sociales; la autenticidad vive en la relación humana. Por eso tenemos los Leadership Breakfasts: en Nueva York, Londres, Dublín… Mirar a alguien a los ojos, hablar de su vida, escuchar. Nada en redes sociales puede igualar eso”. Por eso, cuando se le pide un único consejo para un directivo que no quiera caer en las trampas del ego, vuelve al interior de cada uno: “Que explore sus propias creencias limitantes. Ahí empieza todo”.

“The Stupid Footballer is Dead”… ¿de verdad?

Hace 15 años publicó The Stupid Footballer is Dead y la pregunta es inevitable: ¿ha cambiado la percepción del futbolista? La respuesta es matizada. “Un poco, pero no lo suficiente. Los jugadores son hoy ultra profesionales: no beben, se cuidan, invierten, emprenden… pero fuera sigue existiendo esa idea de que no son muy brillantes. Ha mejorado, sí, pero aún queda camino”.

Cristiano y Messi lo tienen todo: talento, físico, mentalidad y, sobre todo, ejemplo

El debate sobre liderazgo baja al césped cuando aparece el nombre de Vinicius. “Dunga dijo que Vinicius es un líder, aunque no sea el mejor del equipo”, se le plantea. McVeigh amplía el foco: “Los grandes son ejemplos perfectos. Te cuento una anécdota: Gianfranco Zola me dijo que Maradona no entrenaba. Nada. Y aun así era el mejor. Imagínate lo que habría sido Diego con el profesionalismo de Cristiano”. La comparación con la dupla que ha marcado dos décadas es inevitable: “Cristiano y Messi lo tienen todo: talento, físico, mentalidad y, sobre todo, ejemplo. Su liderazgo inspira a cualquiera, no solo a futbolistas”. Y esa, en el fondo, es la tesis que recorre todo el libro: da igual que vistas botas, traje o uniforme. “No es sobre ti” sigue siendo, para McVeigh, el principio básico de cualquier líder que quiera durar.