Los Beatles estaban tocados por la buena suerte. En los ocho años en que la banda de Liverpool estuvo en activo, John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr crearon algunas de las canciones más importantes de la historia del rock, se sobrepusieron a algunos tropiezos y se convirtieron en la banda más popular y exitosa de todos los tiempos.
Una de sus mejores canciones es Hey Jude, compuesta por Paul McCartney, grabada en agosto de 1968 entre los estudios EMI de Abbey Road y los estudios Trident de Londres y proyectada inicialmente para el White Album.
Sin embargo, la canción se publicó finalmente como sencillo y sólo se incluyó en álbumes recopilatorios de los Beatles.
La canción, tanto por su duración como por sus circunstancias –Paul, quien pone la voz principal y la interpreta al piano, la compuso para el hijo de John Lennon que sufría las consecuencias del divorcio de sus padres y la irrupción de Yoko Ono en la vida familiar– es uno de los sencillos más llamativos de la banda británica.
Hey Jude es una de las canciones que más gustan a los fans de los Beatles –quizás junto con Yesterday, Help!, Let it be o Across the Universe–, pero su magia reside también en algunos aspectos técnicos, como esa tardía entrada de la batería de Ringo Starr.
Durante la grabación del White Album la tensión ya se palpaba en las sesiones de grabación. Los desencuentros entre los miembros de los Beatles eran constantes y, de hecho, en los vídeos del estudio se puede ver asomando a Yoko Ono, cuya presencia en las grabaciones fue uno de los puntos de fricción.
Hey Jude tiene una larguísima introducción al piano y con la voz de Paul, seguida por el ritmo de la pandereta y las guitarras y coros de John Lennon y George Harrison, que dura casi un minuto entero, antes de que en el 0’50” entre la batería de Ringo.
El momento es magistral, la entrada de Ringo es perfecta, el cálculo de coordinación con la voz de Paul, los acordes de piano y el rasgueo de John es al milímetro. Y, sin embargo, fue todo fruto de la casualidad y de las ganas irrefrenables de Ringo Starr de orinar.
Paul McCartney lo contaba así: «Recuerdo que estaba sentado cantando: ‘Hey Jude, don’t make it bad…’. Y entonces me doy cuenta de que Ringo se había ido al baño». El baño estaba situado al otro lado del estudio, mientras que la cabina de la batería se encontraba en un ángulo desde el que Paul no la podía ver, motivo por el que, en un primer momento, no se dio cuenta de que Ringo había salido.
«Por suerte tardó un par de estrofas en regresar. Es entonces cuando lo veo entrar (en el estudio) por el rabillo del ojo, y pienso: ‘Esta es la toma buena. Estoy cantando bien esto…’. Entonces veo que se mueve sigilosamente (tratando de no tropezar con los instrumentos de la angosta sala de grabación), se sienta a la batería y… ‘‘bum-bum-bum-bum-bum, Hey Jude…’». Ni hecho a propósito.
La revista Far Out Magazine, que recoge la anécdota, apunta a que el resultado fue tan bueno, tan impecable que fue esa versión la que se empleó finalmente para el sencillo, pese a que nada de lo que había sucedido en el estudio ocurrió como se había planeado. El hecho fortuito se produjo en la tercera pista de la sesión de estudio. A partir de entonces, ensayaron con esa nueva entrada de la batería hasta dar con la toma definitiva.
De hecho, en los vídeos de la sesión de grabación se pueden comprobar versiones previas al incidente del baño en que Ringo entra mucho antes. En otras, cuando ya se había dado con la versión «mágica» fruto de la casualidad, los Beatles ensayan con esa nueva entrada de la batería, que sería la definitiva.
Más tarde, el propio Paul destacaría la enorme suerte que tuvo Ringo no solo en esa ocasión, sino también en otras: un músico tocado por la buena fortuna que también se encuentra en el fondo del éxito imperecedero de los Beatles.