La fotógrafa rusa Alexandra Surkova dejó su carrera de 15 años como periodista para dedicarse a lo que ya ocupaba toda su mente, la fotografía de fauna salvaje. Hoy lidera expediciones que «no son solo viajes, sino reencuentros con lo esencial». Sus fotografías han sido publicadas en medios como National Geographic, Sony Alpha Universe, The Independent, El País, Mother Magazine y El Diario, entre otros. Ha colaborado con marcas internacionales como Sony, Leica, WWF, Gitzo, Benro, Sigma y ProGrade Digital. Su trabajo ha formado parte de exposiciones y festivales fotográficos en más de una decena de países -entre ellos, la sede de la UNESCO en París-, donde ha tenido el privilegio de compartir su visión de la naturaleza con públicos de todo el mundo. De todo ello habló el sábado en el Congreso Photo Alcañiz.
Es fotógrafa profesional de fauna salvaje, ¿cómo se empieza?
No llevo mucho tiempo. Compré mi primera cámara hace unos seis años cuando me mudé a España desde Rusia, empecé con la fauna salvaje hace cinco años y profesionalmente, hace cuatro. Fue una casualidad. Empecé a publicar en redes sociales fotos de lo que había en la calle durante el covid y un seguidor con el que hablaba de vez en cuando de fotografía me pidió mi dirección postal. Pensé que me iba a mandar una postal y lo que recibí fue un objetivo nuevo 200-600 mm. Como no sabía qué hacer con ese tesoro, me enfoqué en la fauna, que había mucha donde vivía. Empecé a salir al campo, a investigar, a buscar… y así empezó todo.
¿Cómo se puede ganar uno la vida retratando fauna salvaje?
Se puede pero tienes que diversificar muchísimo y esforzarte. Organizo tours de todo tipo por todo el mundo, safaris fotográficos de todos los niveles, talleres por España, imparto clases particulares y también vendo mis fotos, es decir, se puede. Lo que pasa es que tienes que esforzarte un poco.
En estos tiempos, ¿hay espacio para valorar la imagen profesional, trabajada y cuidada?
Hay muchos fotógrafos de fauna pero todos tenemos espacio. A la gente le atrae lo que estoy haciendo y cada vez me contactan más así que no miro hacia otro lado, me concentro en lo que me importa y me guío solo por mis instintos. Estoy muy contenta. Este mundo antes estaba lleno de fotógrafos hombres y ahora cada año me contactan más y más mujeres. Ahora voy a organizar un viaje a Botsuana y más de la mitad del grupo son mujeres.
¿Es un tour fotográfico?
El viaje es para realizar fotografías de todos los niveles. Hay personas que no saben nada, por lo que al principio vienen como turistas, pero luego empiezan a engancharse. Veo un poco mi mérito en este cambio.
¿Qué perfil tiene quien busca estos viajes? En España Botsuana nos retrotrae a la caza.
Normalmente son personas aficionadas a la fotografía que pueden permitirse el lujo de viajar y de disfrutar fuera de España. Es como una droga cara, porque no cualquier persona puede permitirse el lujo de comprarse una cámara fotográfica. Además, si quieres tener una lente buena, tienes que renovarla cada dos por tres. También es cierto que soy de las personas que consideran que el producto final lo hace la persona que está detrás de la cámara, que es tu mirada como fotógrafo la que se valora, la que importa. El equipo se vende o se cambia pero la mirada y la intención, están o no.
Quizá está cansada de escuchar esta preguntar pero, ¿cuál es la fotografía que más le ha costado?
Las fotografías de las que estoy más orgullosa son las que planeo antes de que ocurra la acción y eso es muy complicado en fauna salvaje. No son modelos, no puedes decirles dónde estar, por dónde mirar… y eso es mi ‘challenge’ (reto), es lo que me hace sentir todopoderosa. Pienso en una fotografía y luego cuando llego al lugar intento reproducir lo que ya está en mi cabeza. Son las más complicadas pero también las que más satisfacción me aportan.
¿Cuál es su próximo reto?
Tengo una imagen de perro salvaje de la que no voy a hablar por el momento. Es el animal que quiero observar en persona y ver si me sale lo que estoy buscando.