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El escritor murciano J. de Haro publica su primera novela titulada “Eco de Verdad”. En un mundo dominado por la mentira, unas personas inventan un virus que castiga a quienes no estén dispuestos a practicar la verdad. En este artículo, el autor nos revela las claves de la historia.

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La primera chispa de Eco de Verdad nació en el lugar más cotidiano y, a la vez, más honesto: mi trabajo. Soy electricista de profesión. Me paso el día entre cables, conexiones y sistemas que deben funcionar, porque si algo falla, la luz se apaga. Y mientras trabajo, observo a la gente. Veo cómo todos, de una forma u otra, aprendemos a mentir. A veces para sobrevivir. Otras por miedo. Otras por simple costumbre.

Hace años que siento que la mentira no solo forma parte de la política o de los grandes discursos. Está en la calle, en la familia, en el trabajo, en la publicidad… Y lo peor es que no pasa nada. Mentir no solo no tiene castigo: muchas veces, tiene recompensa.

Un día, mientras escuchaba la radio en la furgoneta, oía un político esquivando preguntas, retorciendo la realidad sin que nadie le parara. Y pensé: ¿y si cada vez que mintiera, le ocurriera algo físico? ¿Un temblor? ¿Una fiebre? ¿Una enfermedad? Y así nació la idea: un sistema, un virus, algo que castigara la mentira de forma inevitable.

A partir de ahí, la historia empezó a construirse sola en mi cabeza. No podía ser solo una cuestión de políticos. La mentira nos atraviesa a todos. Y entonces me hice la pregunta definitiva: ¿qué pasaría si la mentira tuviera consecuencias reales para todos, no solo para los poderosos?

Así surgieron los personajes. Pedro, el protagonista, nació de ese hastío que siento al ver cómo la verdad no sirve de nada si no va acompañada de poder. Pedro es alguien como cualquier vecino, pero con un punto de rabia. Marc es el idealista, el que aún cree que se puede cambiar el mundo sin violencia. Irene es la inteligencia, la ciencia, la que sabe cómo hacer real ese castigo a la mentira. Y Raúl es el conflicto: el tipo que tiene mucho que ocultar, que sabe que ese sistema lo destruiría.

Compaginar la escritura con mi trabajo no fue fácil. Durante meses escribía de madrugada, o en las tardes tranquilas cuando llegaba reventado. Me propuse escribir cada semana, aunque solo fueran unas páginas. Había días que no podía más, pero la historia no se iba de mi cabeza.

La escena que más me costó escribir fue la de Marta, la hermana de Pedro. Porque ahí muestro el dolor estructural, el que no sale en los telediarios pero destroza familias. Escribir esa parte me removió mucho porque todos tenemos una Marta cerca, alguien que ha sufrido por culpa de un sistema injusto.

Quería que la historia fuera reconocible. Por eso hablo de cafés recalentados, de pisos compartidos, de sueldos que no dan para vivir. Porque es el paisaje de muchos. Y porque la verdad, si duele, duele más en un piso pequeño que en un despacho de mármol.

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El escritor J. de Haro.

Publicar Eco de Verdad ha sido un salto personal. Nunca pensé que llegaría a tanta gente. No solo lectores, sino periodistas, booktokers, librerías… Gente que me escribe diciendo que ojalá la novela no fuera ficción. Eso para mí es el mayor logro.

Además, Eco de Verdad ha sido el principio de un camino que ya no tiene vuelta atrás. Estoy trabajando en una nueva historia que conecta con esta primera, pero que lleva la pregunta aún más lejos: ¿y si la única manera de hacer justicia fuera romper todas las reglas?

Escribir me ha cambiado. Me ha hecho más consciente, más crítico, pero también más esperanzado. Porque cada lector que entiende el mensaje de la novela es una pequeña victoria contra la mentira que nos rodea.

Al final, como electricista sé que si una conexión falla, la luz no llega. Y como escritor, siento que si dejamos de conectar con la verdad, el mundo se queda a oscuras. Por eso escribo, y seguiré escribiendo.