Dorothée Delaye nos cuenta cómo conseguir una casa mediterránea, elegante y relajada
La elegancia sin esfuerzo es algo a lo que siempre se aspira, pero difícil de conseguir. A menudo, no requiere hacer más, sino menos. La arquitecta de interiores Dorothée Delaye, afincada entre París y Marsella, domina ese arte en su residencia marsellesa, una vivienda de los años 30 que perteneció a un armador. Esta casa mediterránea de seis dormitorios fue ampliada en los años 70 por un arquitecto local y restaurada parcialmente a principios de los 2000, pero el resultado no fue del todo satisfactorio, afirma Delaye. «Algunas de las elecciones de materiales no respetaban su carácter original», explica sobre el estado del edificio cuando lo compró. «Mi idea era crear una casa en la que todo tuviera la sensación de haber estado ahí siempre, y sobre todo, evitar perturbar la arquitectura original».

La casa se encuentra en lo alto de la Corniche Kennedy (Marsella), lo que se traduce en vistas como esta.
© Pauline ChardinVistas privilegiadas y un ambiente armonioso
Incluso antes de que Delaye empezara con la reforma, la casa, situada en lo alto de un acantilado, era obviamente una joya. Tiene jardines en terrazas, una piscina excavada en el terreno rocoso y una escalera privada con acceso directo a la playa. «Lo que me cautivó de inmediato fue su excepcional ubicación en lo alto de la Corniche Kennedy, en un barrio donde la exuberante naturaleza se funde a la perfección con el mar», afirma. «Siempre me han atraído las ciudades portuarias elevadas, como Lisboa, Estambul o Río». Como todo interiorista que se precie, comprendió la importancia de responder con sensibilidad al contexto. «Quería devolver el alma al edificio reintroduciendo materiales que reflejaran la época en que se construyó. Renové toda la vivienda, creando una biblioteca, abriendo espacios y sustituyendo muchos materiales. Mi objetivo era crear un ambiente armonioso, natural, soleado y atemporal».