Aleix Espargaró baja de la bici de competir, pero no deja la bici: El ya exciclista profesional, que en este último año se había atrevido a cruzar la frontera entre la MotoGP y el ciclismo profesional, ha puesto punto final a su aventura con Lidl–Trek.
Una aventura breve, intensa -en todos los sentidos y por todas las partes- y, sobre todo, ruidosa: la de un piloto que quiso vivir en dos mundos que, por muy parecidos que parezcan en sacrificio y sufrimiento, siguen estando a años luz en exigencia.
La decisión llega por petición directa de Honda.
Hay que elegir, su vuelta a la marca japonesa no ha sido un simple regreso: ha venido con condiciones.
Alberto Puig, jefe de HRC, lo dijo sin rodeos: si estás en Honda, estás en Honda.
Nada de medias tintas, nada de dobles vidas.
Y Aleix, que creía posible combinar el olor a gasolina con los vatios de la ruta, ha tenido que reconocer que no.
Que el tiempo, la recuperación y la cabeza no dan para tanto.
“Pensaba que podía estar en los dos mundos, pero no ha sido así”, confesó.
Sinceramente, a pesar de las celebraciones que he visto en redes por su salida del ciclismo, que uno se atreva a combinar dos mundos tan complicados tiene mérito, por muy mal que te caiga.
Le ha salido al revés… mala suerte.
Su paso por el ciclismo profesional, sin embargo, deja algún hito que, para un recién llegado desde el paddock, tienen su qué: un séptimo puesto en la Gravel Race de las UCI World Series -carreras que, no nos engañemos, son de gente buena, pero no los más top-, una participación valiente en el Tour de Austria —abortada por una caída en la tercera etapa— y una aparición en el Circuito de Getxo.
Nada mal para alguien cuya relación con la bici empezó como rehabilitación por una lesión de espalda.
La historia había comenzado en 2024, cuando Lidl–Trek lo presentó como embajador. Luca Guercilena valoró su entusiasmo y su capacidad para motivar a los jóvenes del equipo. Aleix devolvió el gesto con compromiso y profesionalidad, adaptándose al ritmo del pelotón y viviendo en primera persona aquello que tantas veces había admirado desde fuera.
Pero esta despedida es relativa.
Porque Espargaró no cuelga la bici, solo las competiciones.
Seguirá entrenando con Lidl–Trek cada vez que el calendario de MotoGP lo permita.
No habrá dorsales, ni cronos, ni bajadas kamikaze… al menos no con un objetivo competitivo.
Pero habrá pedaleo, camaradería y ese vínculo natural que ha construido con un equipo que lo acogió como uno más.
En el fondo, Aleix vuelve a lo esencial: las motos como profesión, la bici como pasión.
Y quizá ahí, lejos de los focos, se entienda mejor quién es realmente.


