Bajo el lema «del compromiso al impacto«, se celebró la jornada ‘Cáncer y desarrollo profesional, entornos laborales oncológicamente responsables‘, un encuentro organizado por el Oncofemtech Hub, la Fundación ECO y la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo (ENMT) del Instituto de Salud Carlos III. El objetivo central fue abordar la necesidad de integrar la salud laboral y el cáncer desde una perspectiva colaborativa, poniendo énfasis en la equidad y la mujer.
La directora de la ENMT, Araceli López, inauguró la jornada destacando la urgencia de que «el cáncer no se convierta en una barrera para mantener una trayectoria profesional». Los cánceres diagnosticados en España alcanzarán casi los 300.000 casos en 2025, por lo que «la recuperación ya no se mide solo en parámetros clínicos, sino en la capacidad del paciente de recuperar su autonomía, identidad y proyecto vital».
Desde el dato a la prevención
La primera mesa desveló la magnitud, a menudo invisible, del cáncer en el ámbito profesional, ya que al menos el 12 % de la población activa tienen o han tenido cáncer, mientras 32 % han continuado trabajando y el 18 % ha permanecido de baja hasta agotarla. Clara Rosas, gerente de la Federación Catalana de Entidades Contra el Cáncer (FECEC), presentó los datos su primer barómetro, que demostró que, gracias a la innovación, la supervivencia ha llegado al 55 % en hombres y al 62 % en mujeres, lo que «exige a la sociedad adaptarse a que estas personas tienen todo el derecho a rehacer su proyecto vital». Entre las principales necesidades tras la enfermedad, los supervivientes destacan la convivencia con las secuelas físicas y emocionales, las dificultades en el entorno del trabajo, los problemas para adquirir un seguro o producto financiero, el estigma, el desconocimiento de sus derechos y los procesos de adaptación o la renovación de carnet de conducir. El barómetro mostró que «el trabajo es importante para esas personas diagnosticadas», ya que «les permite volver a esa sensación de normalidad, si se hace bien», aunque «el 76 % considera que necesita una mayor implicación de la empresa«.
No obstante, el estigma persiste, y «existe una falta de apoyo estructural, ya que solo un 14 % (de los encuestados) respondía que la empresa tenía un plan de apoyo». Mientras, el 70 % de los encuestados señalaron que habían percibido un cambio en el trato, y además, más de la mitad se han sentido vulnerables en el entorno laboral. José María Martín Moreno, Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, calificó el cáncer laboral como una «pandemia silenciosa», subrayando que «el 53 % de las muertes en el entorno laboral en la UE se deben a tumores malignos, provocando más muertes que los accidentes laborales, pero pasa desapercibido». La falta de visibilidad se debe a que «lo que no se contabiliza, no se mide, no aflora, al final no está en la agenda de gestión». Martín Moreno insistió en que «el cáncer laboral es mayoritariamente prevenible, y es una responsabilidad ética ineludible». También hizo hincapié en la necesidad de «considerar la dimensión laboral como etiología de esta enfermedad«, poniendo el ejemplo de la disrupción circadiana y apuntando que «existe evidencia epidemiológica para el cáncer de mama, el cáncer de próstata o el cáncer colorrectal».
Martín Moreno, reflexionó sobre los desafíos metodológicos para desvelar las dimensiones reales, como «la confusión con otros factores de riesgo, la interacción entre carcinógenos como los pesticidas o los contaminantes del aire o la latencia larga», insistiendo en «reconocer que el empleo es parte del ‘tratamiento social’«. Propuso una agenda de acción con medidas políticas como el refuerzo de las inspecciones o un registro nacional; medidas empresariales como auditorias o compras responsables/sustitución por seguridad y medidas sanitarias como el seguimiento a supervivientes de larga duración.
Araceli López Guillén, directora de la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo, recalcó que «la verdadera recuperación no es solo curar la enfermedad, es recuperar la vida que fue interrumpida». Para lograrlo, «es fundamental cambiar los indicadores de calidad del sistema de salud e incluir también el criterio de sostenibilidad de la recomparación laboral tras un proceso de incapacidad de larga duración. Se trata de volver a un lugar donde se hace visible el nivel de cambio experimentado». Su aspiración es «que llegue el momento en que haya una relación bilateral de los servicios de prevención con todas las especialidades clínicas. No basta con curar, hay que enseñar a vivir». Recomendó la implantación de opciones de trabajo flexible, permientiendo periodos de adaptación y realizando evaluaciones periódicas de riesgos laborales específicos para supervivientes. Además, apostó por la creación de proyectos de formación y sensibilización de empresas, profesionales y trabajadores.

María Pilar Llamas, Jefa de Servicio del Departamento de Hematología y Hemoterapia de la Fundación Jiménez Díaz, reconoció que la principal preocupación del paciente al volver a su empleo no es solo la salud física, sino «el temor a fallar, y se preguntan ‘¿seré capaz de cumplir con el trabajo que yo estaba acostumbrado a hacer?». Además, advirtió que «la lucha por la equidad laboral está intrínsecamente ligada a la calidad en la atención que podemos dar al paciente». Finalmente, Eric Grossat, Chief Executive Officer de LOGEX Group, defendió «el uso de tecnologías para visibilizar el impacto casi invisible del cáncer», incluyendo la «toxicidad financiera«. Destacó que «el uso estructurado de los PROS (Patient Reported Outcomes) durante el tratamiento mejora la calidad de vida», permitiendo «una atención más centrada en el paciente».
De la secuela a la autonomía
La segunda sesión abordó cómo la innovación y el acompañamiento humano pueden mejorar la calidad de vida y la resiliencia, en especial la femenina, durante y después de la enfermedad. Marta Gómez Nicolás, CEO de Oncowness Health, enfatizó que «las secuelas deben ser abordables» y defendió que «estar médicamente curado no es lo mismo que estar funcionalmente curado». Insistió en que «el ejercicio físico es vital, ya que es el antiinflamatorio por excelencia» y «es un pilar que necesitamos incorporar a todos los pacientes desde el primer momento».
La fisioterapia oncológica «previene, prepara, recupera, mantiene y rehabilita las secuelas, permitiendo el empoderamiento y el autocuidado, ya que cada secuela tiene una herramienta específica». Durante el tratamiento, factores como la fatiga oncológica (que sufren entre el 70 y el 80 % de los pacientes), la neuropatía periférica, la pérdida de la masa muscular o los esfectos cardiorespiratorios son una barrera «que hay que aprender a superar. El ejercicio físico tiene múltiples beneficios inmediatos, como la disminución de la inflamación, el aumento de las células antitumorales, una más tolerancia a los tratamiento y la reducción de la fatiga». Cristina de la Fuente, oncóloga radioterápica del Hospital Puerta de Hierro, detalló las secuelas tardías, como la fatiga, el deterioro cognitivo y los efectos cardiovasculares, que limitan la reincorporación laboral, señalando la necesidad de «invertir en la actividad cerebral». Como signo de la necesaria integración de salud y bienestar, compartió su «sueño es un gimnasio en el hospital».
De la Fuente aconseja «mantener la modalidad de teletrabajo, total o parcial, como adaptación razonable del puesto, siempre que sus funciones lo permitan ya que permite la continuidad del ejercicio físico, una mayor adherencia al tratamiento hormonal, una reducción de riesgos asociados a las secuelas de ese tratamiento y una mejor conciliación«. Además, insistió en la necesidad de seguimiento en largos supervivientes, y en que «el ejercicio físico reduce la inflamación icrónica sistémica, liberando mioquinas con efecto antinflamatorio y favoreciendo la función de los linfocitos T, las células NK, los neutrófilos y los macrófagos«. Algunos detalles a considerar en esta adaptación del puesto de trabajo son la flexibilidad horaria (con opción de teletrabajo), un puesto cercano al baño con pausas programadas, reuniones breves, tareas de menor exposición o un retorno progresivo.
Aunque otro aspecto clave es la rehabilitación cognitiva, capacidad que sufre un deterioro que se convierte en otra barrera para la reincorporación. Belén Fernández Sánchez, responsable del Observatorio del Cáncer de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), presentó hallazgos que reafirman que las «las mujeres informan del limitaciones con mayor frecuencia que los hombres». Por ello, se hace imperativo mitigar la «sensación de falta de apoyo en el entorno laboral» mediante programas de sensibilización para empleadores y compañeros. Charo Hierro, superviviente de cáncer de ovario y presidenta de la Asociación de Afectadas por Cáncer de Ovario y Ginecológico (ASACO), declarada de utilidad pública, habló del alto estigma asociado a los cánceres ginecológicos y la utilidad de los talleres atención emocional y de superación en la distintas fases de la enfermedad, como el club de lectura o las clases de mindfulness impartidas por ASACO, tanto para pacientes como para familiares.
Estos espacios de apoyo evitan que las pacientes estén centradas en la enfermedad, ya que «exigen de ti una atención que hace que, por lo menos durante el tiempo que estás en eso, no te ocupes de tu enfermedad. También son un espacio fundamental para contactar con otras mujeres que están pasando, o han pasado, por unas situaciones muy parecidas, lo que supone un acompañamiento emocional».
Finalmente, Cristina Gómez Gordo, Innovation Lead & Partnerships Manager de GSK, explicó cómo la colaboración abierta, como el Hub Ellas, «busca unir la ciencia, la tecnología y el talento para adantarnos a la enfermedad». Su enfoque desarrolla soluciones desde la prevención hasta la supervivencia a largo plazo. «Nos encontramos desarrolando medicamentos contra el cáncer que cambiarán la vida de los pacientes«, afirmó Gómez Gordo, recordando la importancia de «la implantación de soluciones innovadoras para ayudar al sistema sanitario a mejorar la calidad de vida de los paciente», como Lola, un asistente de voz basado en IA para mujeres con cáncer de ovario y endometrio.
El rol ineludible de la empresa
La mesa de clausura se centró en la necesidad de transformar el compromiso corporativo en un impacto medible y real, con participación de expertos en recursos humanos, prevención y el testimonio directo de una paciente. Daniel López Iglesias, cofundador de Oncowness Health, criticó la «falta de equidad en la gestión de casos oncológicos, que a menudo dependen del puesto o la persona». Además, destacó que el proceso de apoyo comienza mucho antes del diagnóstico, ya que «el reingreso en el puesto de trabajo empieza cuando la persona no tiene cáncer».

Sentenció que «el retorno laboral tras el cáncer no funciona, porque volver al trabajo tras un proceso oncológico no es reincorporarse administrativamente; es reconstruir un proyecto vital con significado, seguridad psicológica y autonomía». Según sus datos, dos de cada cinco empleados tendrás cáncer, lo que lo convierte en una realidad laboral y el 72 % de las empresas no saben cómo acompañar, lo que hace evidente la necesidad de un puente entre la salud y las empresas». Sara Sanabria, Chief Marketing Officer de Familia Torres, compartió su experiencia personal tras ser diagnosticada de cáncer de mama. «Al principio supuso un susto. Pero después, como profesional muy estructurada, seguir el plan médico me permitió entrar en ‘modo fight’ (modo guerrera). Nunca me desconecté del trabajo, lo que me permitió mantener la mente ocupada».
Teresa Moreno, responsable de la Unidad Técnica de Formación y Sensibilización del Instituto Regional de Seguridad y Salud en el Trabajo, analizó las barreras desde el ámbito legal y de la prevención. Subrayó que, «tras un cambio legislativo reciente, las empresas deberán demostrar ante la justicia que han hecho todo lo posible para adaptar el puesto de trabajo al empleado que se reincorpora con una incapacidad permanente«. Destacó la Agenda Nacional para la Prevención del Cáncer Profesional en España un instrumento en desarrollo para combatir los cánceres de origen laboral a través de la acción coordinada. Se está elaborando mediante un proceso de consenso científico-técnico y social, con el objetivo de integrar medidas de prevención, vigilancia y diagnóstico precoz de estas enfermedades. Las acciones incluyen mejorar la formación de profesionales de la salud, establecer un registro de casos de cáncer profesional, promover la investigación y fomentar la sustitución de sustancias peligrosas.
Finalmente, Sonia Jadraque, cofundadora de IM-PACIENTE, abordó el dilema del cuidador y la cultura del «superhéroe» en las empresas. «La falta de protocolos convierte el acompañamiento en un acto de suerte», aseguró, haciendo un llamamiento a las empresas: «si no lo quieres hacer por humanidad, que no estaría mal, hazlo por rentabilidad», recordando la disminución de la productividad, y que el absentismo relacionado con enfermedades crónicas supone un coste brutal. «La urgencia nos lleva a no dedicarle la atención necesaria a la reincorporación laboral. Creemos que sabemos gestionarlo pero no hay un protocolo ni los recursos adecuados», concluyó.
La jornada concluyó con un llamamiento a la acción coordinada. La evidencia es clara: con la cronificación del cáncer, la reincorporación laboral digna es un imperativo social, legal y económico. Depende de la capacidad colectiva de generar políticas inclusivas, estandarizar protocolos de apoyo,tanto físicos como psicológicos, utilizar la tecnología para un acompañamiento medible, y garantizar que la flexibilidad se convierta en una norma, y no en un privilegio.
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